Carta del obispo de Cádiz y Ceuta: «Virgen del Carmen. Estrella de los Mares»
Rafael Zornoza dedica su reflexión semanal a la festividad de la Virgen del Carmen, «estrella que nos guía, para no extraviarnos por caminos desconocidos»
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Este sábado celebremos todos a la Virgen del Carmen, Madre de Misericordia y de Gracia, implorando la fuerza de Dios para crecer en su amor y que, protegidos frente al mal, nos guíe por las aguas difíciles de la vida hacia el puerto seguro que es Cristo. Muchas ciudades y pueblos de nuestra diócesis –como Cádiz, San Fernando, Chiclana, Barbate, Palmones, Algeciras, La línea o Ceuta— son localidades con parroquias dedicadas a la Virgen del Carmen. Esta advocación mariana se extiende por la costa y el interior, por barrios y pueblos, que “calientan motores” en los días previos a la fiesta con la celebración de novenas y cultos a la Virgen. La “Estrella de los mares” es maestra en la orientación de caminantes y marineros, y te acompañará. Que nos enseñe también a abandonar la rutina, buscando a los alejados, asumiendo nuestra misión de evangelizadores.
En nuestro mundo vemos con frecuencia que falta orientación y sentido. Hoy especialmente, en una cultura que desprecia a Dios y quiere desprenderse de su cultura cristiana, de su moral evangélica, mostrando como novedad un relativismo individualista del que ya conocemos las consecuencias, Nuestra Madre quiere ser guía. En esta cultura supuestamente nueva y rompedora puede brillar aún más la novedad eterna de la belleza del evangelio. Como recordó F. Dostoievski (1821-1881), “la belleza salvará el mundo” (Idiota, parte III, cap.5). En efecto, es la belleza seductora que presenta la meta autentica a la que tiende nuestro corazón inquieto, esa belleza “siempre antigua y siempre nueva” que San Agustín confiesa como el objeto de su amor purificado por la conversión, la belleza de Dios (confesiones 10,27); y la belleza que caracteriza al Buen Pastor que da la vida por sus ovejas (Jn 10,11). Es la belleza de la que habla San Francisco de Asís en el cántico de las criaturas, la belleza expresión visible del bien, de donde aprendemos a vivir amados y amando, compartiendo la vida y el corazón con quien es la Verdad en persona y que nos lleva –como dijo San Pablo VI— “a la fuente de la verdadera belleza, de la verdadera grandeza, del verdadero gozo y del auténtico amor”.
En la degradación contemporánea de muchas costumbres que atentan contra la vida, la dignidad de la persona, la libertad… la vida cristiana ha fomentado un humanismo que brota del evangelio y que hace crecer a la persona y a la sociedad. Pero debemos recuperar nosotros la responsabilidad de la misión, sin caer en pesimismos ni complejos. Y ofrecerlo con sencillez al mundo, pero en toda su grandeza.
En este sentido podemos decir, con los Santos Padres, que es María, la “tota pulchra”, la Bella, la síntesis sublime de la perfección de Dios, que nos lleva a aspirar los bienes del cielo en la propia vida y en nuestra sociedad. Ella está en el vértice de la vida de los hombres como la Nueva Eva, el lugar privilegiado del Espíritu, un icono de la realización cristiana y un modelo para imitar nosotros. El poeta Charles Péguy la invocaba siempre por ser infinitamente joven por su belleza y bondad que no pasa, e infinitamente Madre, para invocar su protección y ayuda. Sin duda es la Madre de nuestros días, del mundo contemporáneo, que nos anima y auxilia a ser fieles a Cristo y a su Santa iglesia, y nos llama a evangelizar, siendo levadura en medio de la masa.
La Virgen es para nosotros luz en los momentos de oscuridad, Estrella que nos guía, para no extraviarnos por caminos desconocidos; Madre amorosa, que nos cuida y nos lleva a su Hijo; y “Carmelo”, que nos hace gozar del silencio contemplativo y de la oración. Queremos pedir a María, Nuestra Señora, que ayude a todos los cristianos a encontrar a Dios en el silencio de la oración y que, asumiendo la grandeza de la fe en el encuentro personal con Dios, vivamos la novedad del evangelio que purifica nuestros corazones para vivir la vida con la belleza de la propuesta cristiana que hace del hombre una nueva criatura y fermento de una sociedad renovada según los criterios del Reino de Dios, Reino de paz y justicia, de vida y verdad.
+ Rafael Zornoza Boy
Obispo de Cádiz y Ceuta