Carta del obispo de Cartagena: El don del Espíritu Santo, Pentecostés
"La solemnidad de Pentecostés nos está recordando lo agradecidos que debemos estar al Señor por haber tenido la ocasión de participar en la preparación del Sínodo"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La situación de los discípulos en los acontecimientos posteriores a la pasión y muerte de Jesús fue muy descriptiva. El Evangelio nos dice que era de noche y que los discípulos estaban en una casa con las puertas cerradas y con miedo… ¡Menudo panorama! Tener las puertas cerradas y andar con miedos ya nos está hablando de cómo vivieron el momento, es evidente que la calidad de la confianza y de la fe de estas personas era mejorable, más cuando el Señor Jesús les había hablado en repetidas ocasiones de que no tuvieran miedo, que se fiaran de la fuerza de la llamada de Dios, pero les costó superar la condición humana. Y aquí es donde vemos de nuevo cómo hace las cosas Dios, se hace presente Jesús delante de ellos y fue suficiente para que se llenaran de alegría, pero Jesús los conocía y les ayudó todavía más para que pudieran cumplir su misión. Dice el texto del Evangelio que les transmitió el don del Espíritu Santo y su paz, lo que iban a necesitar para salir con parresía a anunciar lo que habían visto y oído.
La aventura que les espera a los discípulos es apasionante, porque han recibido la responsabilidad de contar a todo el mundo la grandeza de la fe, la fortaleza que les ha regalado el Señor con el don del Espíritu para sembrar la paz del corazón, para ser sembradores de esa paz y ayudar a la gente a valorar las cosas del Señor como una comunidad de hermanos, una familia iluminada por la luz de Cristo y potenciando el valor de la humildad, la reconciliación y el perdón. Su propia experiencia les va a ayudar a agarrarse al Señor para salir de sus miedos y cobardías y recordar lo que les dijo el Maestro: «No os dejaré solos» (cf. Jn 15, 26; 14, 26-26).
La solemnidad de Pentecostés nos está recordando lo agradecidos que debemos estar al Señor por haber tenido la ocasión de participar en la preparación del Sínodo, lo que nos ha pedido el Santo Padre, el Papa Francisco, en esta primera parte del mismo. Ha sido una experiencia muy grande de familia, de sentirnos muy unidos al Papa en este empeño de abrir puertas a la gracia, de participación de todos los bautizados compartiendo su experiencia de Iglesia y ofreciendo a los más alejados la oportunidad de contarnos sus impresiones y sugerencias. El Espíritu ha estado presente en su Iglesia, como el día de Pentecostés, descendiendo sobre cada uno de nosotros y ayudando a crecer en responsabilidad a laicos, religiosos y sacerdotes. Hoy es un día de acción de gracias.
La conversión y el cambio de vida, personal, familiar y comunitario, es condición indispensable para que surja la acción apostólica del cristiano. Pedimos por todos los miembros que participan directamente en el apostolado seglar con el anuncio real de su vida en su familia, entre sus amigos y vecinos, en el ejercicio de su profesión o en el ejercicio de sus derechos y deberes ciudadanos. «La misma vida cristiana es por naturaleza apostolado», dice el Concilio. Todos somos actores de un programa de salvación trazado por Dios desde el mismo momento de la creación. La Iglesia nos invita constantemente al dinamismo misionero, personal y comunitario, a anunciar y proclamar la Buena Noticia del Evangelio para impregnar con el espíritu evangélico las diversas culturas y ambientes.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena