Carta del obispo de Coria-Cáceres: «Jesús sigue naciendo»

Jesús Pulido asegura en su carta que a pesar de la coyuntura adversa que vivimos, está convencido de que los gestos de humanidad y amor brillarán esta Navidad con más intensidad

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Desde la ventana de mi despacho en el obispado tengo una vista preciosa de la gran estrella que el Ayuntamiento de Cáceres ha instalado en la Plaza Mayor de la ciudad. Cuando cae el día, se ilumina con una luz dorada que centellea y llama la atención de todos los que pasan anunciando que estamos ya en Navidad. Pretende ser una copia de aquella estrella que guio a los Reyes Magos hasta la gruta de Belén para adorar al niño Jesús.

La estrella de oriente es desde entonces un signo de alegría, de felicidad, de fraternidad y de paz para todos los pueblos, y no puede faltar en ninguna representación del belén ni en ningún árbol de navidad que se precie. Sin embargo, en nuestros días la paz está rota, y la felicidad oscurecida por tanto dolor y sufrimiento que acarrean los conflictos bélicos y la violencia social.

La primera nochebuena de la historia hacía mucho frío y estaba todo oscuro en la cueva de pastores donde nació el Hijo de Dios. En Palestina, ocupada por los romanos, crecía la escasez y la desconfianza de unos para con otros. Y José y María, a punto de dar a luz, se encontraban de viaje y no hallaron posada ni casa que los acogiera. Pero en medio de tanta oscuridad, se vio más brillante aún la estrella en el cielo; el calor de la mula y el buey venció la frialdad de la cueva; y tras la falta de hospitalidad de la gente, la visita de los pastores con sus regalos supo a más acogedora. Y, en medio de tanta guerra, sonó con más fuerza el canto de los ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2,14). ¡De noche se ven mejor las estrellas del cielo!

Quizás este año tengamos que apretarnos un poco el cinturón por la inflación, quizás sintamos más frío o viajemos menos por los precios de los carburantes; quizás vivamos con desconfianza el futuro incierto a causa de la guerra… Pero ¡Jesús sigue naciendo! Y estoy seguro de que los gestos de humanidad, de acogida, de amor –que no se miden por el tamaño, sino por la generosidad y entrega de quien los hace– brillarán con más intensidad.

Acordémonos también en esta navidad de los niños que no podrán siquiera sonreír porque sufren los horrores de la guerra, de los enfermos que pasan la navidad en los hospitales, de los inmigrantes que no pueden estar con sus familias, de los presos que están privados de libertad, de los ancianos que viven solos en sus casas, de los más pobres que no podrán calentar sus casas o tener una comida especial… Que también para ellos haya una estrella que alumbre su noche oscura. Nuestra solidaridad brilla más en Navidad.

Al contemplar los belenes de nuestras ciudades y hogares, este año recemos por la paz en el mundo y nos comprometamos por construirla a nuestro alrededor. Y cuando veamos una estrella, que con su resplandor llama nuestra atención, elevemos una oración al cielo diciendo con los ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.

Con mi bendición.