Carta del obispo de Mondoñedo-Ferrol: «Ni todo vale, ni todo cuenta, ni todo suma»

Con motivo de la próxima celebración de la Fiesta del Trabajo, García Cadiñados reivindica que «urge cambiar el paradigma económico que lo impregna todo»

fernandogarciacadinanos

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Con el 1º de Mayo celebramos la Fiesta del Trabajo. Es una jornada en la que, desde diferentes perspectivas, nos acercaremos a reflexionar juntos sobre esta dimensión fundamental en la vida de las personas que es el trabajo. Se trata de una acción típicamente humana que, no solamente nos afecta cuantitativamente en lo que a él empleamos de tiempo, sino que cualitativamente también nos condiciona por lo que se refiere a la calidad, las condiciones, las formas, las repercusiones…

Precisamente hace unos días tuve un encuentro con algunas personas que me relataban las dificultades que estaban teniendo para el acceso a un empleo digno. Entre sus historias afloraban los problemas para conciliar la vida familiar, especialmente el cuidado de los más pequeños, con su jornada laboral. También me narraban historias concretas de explotación laboral, en ámbitos diversos, pero especialmente empleadas domésticas, donde realizaban trabajos sin contrato, o con un mayor número de horas del que figuraba, o sin derechos a algunas prestaciones. También se quejaban de que las subidas de los precios hacían que no llegaran a final de mes, incluso teniendo un contrato legal. Y los jóvenes me presentaban un futuro incierto a pesar de su formación, del encadenamiento de muchos contratos que les condenaban a no poder afrontar planteamientos estables de futuro, como crear una familia o tener hijos.

Son estas algunas de las historias que, estoy seguro, cada uno de vosotros podríais complementar con las vuestras propias, con las de vuestros hijos o vecinos. Historias que se multiplican en nuestra diócesis, tan castigada en su futuro industrial como ya visibilicé en su momento. Historias concretas que nos ayudan a percibir que el trabajo no es solo una manera concreta de ganarse la vida, sino que es un instrumento para crecer como personas, para relacionarse con otras, para construir comunitariamente el bien común del que participamos, para compartir dones y expresarse personalmente, para colaborar con Dios en la obra de la creación.

Si estas son las dimensiones concretas que todo trabajo humano tiene, me parece justo el lema de un cartel que vi al preparar esta reflexión: “Ni todo vale, ni todo cuenta, ni todo suma”. En efecto, no cualquier trabajo vale, ni cuenta, ni suma. No cualquier trabajo puede ser considerado ni digno de las personas ni decente a su condición. Hoy, la concatenación de crisis que estamos viviendo ahonda y profundiza terrible y dramáticamente la precarización en el empleo.

Se trata por tanto de un gran reto que hemos de afrontar socialmente porque, como nos recuerda el papa Francisco, “el gran tema es el trabajo”. Es preciso volver a descubrir y profundizar en la verdad de la propia economía, que no es otra que el servicio a la persona y a su dignidad. Por ello, los sistemas de producción, y el sistema económico que lo sostiene, han de velar por la dignidad del trabajo. Frente al economicismo imperante y la libertad absoluta del mercado es preciso reivindicar la centralidad de la persona. Igualmente, la política, en sus diferentes niveles, ha de promover un trabajo para todos que genere un ambiente social constructivo. Este es el objetivo de la política buena, de la “mejor política”, que sabe construir el bien común sobre el cimiento de la persona.

Ciertamente, el objetivo no es nada fácil. Para ello, urge cambiar el paradigma económico que lo impregna todo para sustituirlo por un nuevo modelo humanista y humanizador. En esta tarea se encuentra la Doctrina Social de la Iglesia, que tendría que ser más conocida, reflexionada, predicada y practicada. Desde la clave de la levadura y del grano de mostaza, estoy seguro que este mensaje puede ser percibido hoy como una gran esperanza para todo el mundo del trabajo y sus actores. Es la esperanza que se edifica desde la sabiduría del corazón y que crea la auténtica fraternidad que está en la base del 1º de Mayo.

Vuestro hermano y amigo.

+ Fernando García Cadiñanos

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

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