Carta del obispo de Tui-Vigo: «¡Naveguemos juntos!»

Luis Quinterio profundiza en su escrito en la tradición marinera de devoción a la Virgen del Carmen y recuerda la creación del Stella Maris Internacional en el siglo pasado

luisquinteiro

Redacción Religión

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Queridos hermanos y hermanas:

El Apostolado del Mar Stella Maris tiene entre nosotros su día grande el 16 de julio, fiesta de nuestra Señora del Carmen, la Virgen del Carmen, nuestra patrona. En todos nuestros pueblos marineros y en los numerosos e importantes puertos de nuestra geografía hay siempre un recuerdo festivo de los hombres y las mujeres del mar a su patrona. También en muchos pueblos y parroquias del interior se celebran grandes fiestas para honrar a la Señora del Carmelo. Esta devoción es muy intensa entre nosotros y adquiere en las villas marineras una riqueza sorprendente.

La tradición marinera de la devoción carmelitana nace en los tiempos modernos, pero su arraigo entre los hombres y mujeres del mar es tan profundo que hoy es imposible concebir un pueblo marinero con historia que no tenga a nuestra Señora, la Virgen del Carmen, marcada a fuego en el corazón de sus gentes. Eso es fácil de entender si se piensa en lo peligrosa y difícil que ha sido siempre —y sigue siendo— la vida en el mar. Cuando los marineros se adentran en el mar empiezan una travesía sin seguridades que han de afrontar con valentía y sin la compañía de sus seres queridos, que quedan en las manos de Dios y de la Virgen del Carmen. Ya en medio mar, el marinero se encuentra solo entre el agua y el infinito y es entonces cuando siente que rezar es una necesidad y un consuelo que le da fortaleza y paz.

La sensibilidad y la cercanía de la Iglesia a los hombres y mujeres del mar es algo que le viene de siempre. Varios apóstoles eran marineros curtidos en las artes pesqueras y la expansión de la evangelización estuvo ligada a tempestuosas travesías marinas, como nos recuerda san Pablo. La vida pastoral siempre ha sido muy activa en los pueblos marineros, así como la preocupación de la Iglesia por las precarias condiciones de vida de las gentes del mar.

En el siglo pasado nació el Stella Maris Internacional. El Stella Maris es una organización internacional de la Iglesia católica, fundada en Glasgow en 1920 y presente en España desde 1927. El objetivo de este apostolado es brindar a la gente del mar la asistencia humana y espiritual que puedan necesitar para su bienestar durante su estancia en los puertos, así como el apoyo a sus familias. Esta misión se realiza de manera totalmente desinteresada y va dirigida a todos los marineros de cualquier raza, nacionalidad y sexo, respetando siempre su cultura, religión y pensamiento.

En el año 1997 el papa san Juan Pablo II publicó un importante documento que lleva por título Carta apostólica en forma de motu proprio Stella Maris. En esta carta el papa sale al «encuentro de las exigencias de la peculiar asistencia religiosa que necesitan los hombres que trabajan en el comercio marítimo o en la pesca, sus familias, el personal de los puertos y de todos los que emprenden un viaje por mar» (Stella Maris I, 1) y actualiza las normas del Apostolado del Mar. También se dice en esa carta que «es derecho y deber del obispo diocesano ofrecer con solícito celo la asistencia pastoral a todos los hombres del mar que, aunque sea durante breve tiempo, residan en el ámbito de su jurisdicción» (Stella Maris, XII, 1). Otro aspecto importante de este documento pontificio es su insistencia en que hay que promover en el ambiente marítimo un espíritu ecuménico.

En el siglo XXI el Apostolado del Mar ha crecido mucho en relación con toda la Iglesia bajo los auspicios de los papas, sobre todo a partir del XXI Congreso Mundial del Apostolatus Maris del año 2003. La presencia de la Iglesia en los Stella Maris del mundo es una realidad llena de esperanza para todos los hombres y mujeres del mar.

Hoy el Stella Maris es el organismo eclesial que sostiene y canaliza la acción misionera y caritativa de la Iglesia para las gentes del mar. La Iglesia y el papa Francisco nos invitan a renovar y a fortalecer este compromiso porque entre las gentes del mar están los más desheredados del mundo.

El trabajo del mar es muy duro, en muchos casos en condiciones extremas tanto físicas como psicológicas y espirituales. Y estas condiciones no solo no han mejorado, sino que en los últimos tiempos se han agravado. Todavía no hemos superado del todo las críticas condiciones de la pandemia del COVID cuando una guerra tan horrorosa como injusta llena a Ucrania de dolor y tragedias cotidianas que ponen al mundo al borde de una crisis global.

De cuando en cuando, el mundo del mar se ve sacudido por desgracias que nos sumen a todos en una tristeza infinita, llorando sin consuelo humano a tantas víctimas que se hunden en las aguas y dejan a las familias destrozadas y sin justicia. El hundimiento del Villa de Pitanxo en tierras de Terranova ha cubierto de luto a los familiares de las víctimas y ha puesto ante el mundo el clamor por los derechos de unos hombres y mujeres que se sienten abandonados. En ocasiones, el dolor de las gentes del mar sacude la conciencia del mundo y nuestra sociedad descubre con sorpresa la deuda contraída con todos ellos. Esta deuda exige un compromiso activo de todos para dignificar las condiciones humanas de la vida en el mar.

En este momento de la historia la Iglesia necesita renovar profundamente su compromiso para afrontar los grandes retos de la dignificación del trabajo humano en el mar. El papa Francisco ha convocado un sínodo bajo el lema: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión». Es una llamada a caminar juntos en nuestro compromiso cristiano en el mundo. El papa nos dice que la situación del mundo de hoy «pone a prueba la capacidad de la Iglesia para acompañar a las personas y a las comunidades para que puedan releer experiencias de luto y de sufrimiento, que han cubierto muchas falsas seguridades, y para cultivar la esperanza y la fe en la bondad del Creador y de su creación» (Documento preparatorio, n. 6).

En el pasado mes de mayo el papa Francisco dirigía un mensaje a la Pontificia Comisión para América Latina y les decía que «la sinodalidad es la dimensión dinámica, la dimensión histórica de la comunión eclesial fundada por la comunión trinitaria». Vivimos en la historia y tenemos que afrontar los retos de nuestro tiempo.

Naveguemos juntos, queridos hombres y mujeres de la mar, en esta esperanzadora travesía hacia un mundo del mar más humano y más justo.

Que nuestra Señora y patrona, la Virgen del Carmen, nos bendiga y acompañe.

+ Luis Quinteiro Fiuza

Obispo de Tui-Vigo

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