Carta del obispo de Vitoria con motivo de la vuelta de las fiestas de la Virgen Blanca

Después de tres años, Vitoria volverá a celebrar las fiestas de su patrona, unas fiestas que Juan Carlos Elizalde desea que «sean de armonía, la fraternidad y la amistad social»

juancarloselizalde

Redacción Religión

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Queridos diocesanos,

Tras mucho tiempo sin poder hacerlo, ya estamos de nuevo llenando de nuevo la Casa de la Madre, las plazas y calles de la ciudad, la procesión de los Faroles, el rosario de la Aurora, la Novena en el Santuario y felicitándonos todos por volver a celebrar las fiestas de la Virgen Blanca.

La fiesta gira en torno a esa centenaria devoción de nuestros padres y abuelos que durante décadas miraron siempre a la hornacina de la balconada y entraban a rezar una oración a la capilla donde se custodia la imagen de Nuestra Señora. Estas palabras quieren reforzar la devoción de la ciudad a su patrona.

Estos últimos meses la Iglesia de Vitoria ha profundizado mucho en su identidad y misión. La consulta del Papa Francisco a todo el Pueblo de Dios sobre el presente y el futuro de la Iglesia nos ha hecho percatarnos una vez más de que todos nos necesitamos y de que nadie sobra. El Sínodo nos ha puesto unos frente a otros para ampliar la diversidad de nuestra Diócesis como una riqueza a promocionar. Jesús nos impulsa a salir de las comodidades y a acoger a quien más nos necesita en este momento, aquí y ahora.

Con este proceso sinodal que ha reunido a más de 1.200 personas alrededor de parroquias, comunidades, colegios y asociaciones desde octubre del pasado año hasta mayo de 2022, todos nos hemos percatado de la vinculación al Señor y a los hermanos. Nuestra relación se ha enriquecido con la escucha y la reflexión del hermano y de la hermana. Sin duda, el Espíritu Santo ha actuado y lo sigue haciendo en medio de nosotros. Que en estas próximas fiestas de la Virgen Blanca, su acción cuaje en armonía, fraternidad y amistad social.

Con la pandemia, que aún sigue asolando al planeta, nos prometimos allá por marzo de 2020 salir mejores. En la reflexión de las fiestas, hacemos examen. ¿Nos hemos centrado en lo importante –la convivencia, el respeto, el amor, la fraternidad, ayudar a las personas vulnerables– y nos hemos desecho de lo tóxico –la violencia, el egoísmo, el odio, la venganza, el menosprecio? Cada uno deberá responder con sinceridad. María, la madre de Jesús, supo siempre anteponer lo importante y urgente a lo secundario y pasajero.

Ella se fió del plan de Dios desde el principio y hasta el final. Se mantuvo junto a la Cruz. Conservó la esperanza. Reunió a los apóstoles y discípulos. Fiarse y confiar en el Señor nos lleva a anteponer lo verdaderamente fundamental en nuestra vida a lo que nos distrae. En Cristo, que resucitó para dar sentido y morada eterna a nuestra vida, se nos brinda un camino que estamos llamados a transitar por nuestro bien y por el bien del mundo.

La devoción a Santa María conlleva imitar sus virtudes. Quienes acudimos asiduamente a la patrona de Vitoria-Gasteiz sabemos ver en Ella el auxilio de los cristianos. Su maternal protección es sin duda un consuelo en el mundo que nos está tocando vivir. No solo la guerra de Ucrania y todo el dolor que produce. Los más de 30 conflictos armados activos en el mundo son una muestra de que debemos cambiar. La alarmante polarización entre ricos y pobres nos ha de despertar del letargo en esta humanidad que sufre situaciones de injusticia y empobrecimiento. La denuncia social no basta. Los ataques a la vida, antes de nacer o en su final natural, han de ser corregidos. La falta de acceso a la vivienda o la subida de los precios demuestran que este sistema deshumaniza.

Las drogas, la ludopatía y otras adicciones o el bullying están sesgando ilusiones y proyectos entre los más jóvenes. Los delitos de odio o las agresiones, por ideología u orientación sexual, no caben en ningún tiempo y lugar. La inseguridad creciente en nuestras plazas y calles han de activar a las instituciones para poner solución antes de que sea demasiado tarde.

La devoción a la Virgen Blanca reactiva la apertura de la Iglesia ante cada hermano que nos necesite. Dios es amor y sus hijos debemos derramar ese amor en quien más lo demande.

Están presentes en nuestras fiestas todas las personas que no están para fiestas por circunstancias de dolor, pobreza o exclusión. Agradezco a todas las personas comprometidas en la Iglesia de Vitoria –sobre todo sacerdotes, religiosas, religiosos y agentes pastorales– que apenas disponen de unos pocos días libres de descanso para continuar su entrega pastoral. Nunca acabaremos de agradecérselo.

A Santa María, madre de Jesús y madre nuestra, en la advocación de la Virgen Blanca, patrona de Vitoria-Gasteiz, se lo pedimos incesantemente. Que nuestra tierra sea humilde contribución a un mundo mejor y que bajo su manto y su mirada, caminemos juntos y sepamos disfrutar sin olvidarnos del que más necesita de amor y de cercanía.

Esperando felicitarnos en breve ante la imagen de Nuestra Señora, la Virgen Blanca, recibe mi bendición con todo mi afecto.

Agur besarkada bat!

+ Juan Carlos Elizalde

Obispo de Vitoria