P. Jacques Philippe: "Lo más importante de la oración es dejarnos amar por Dios"

P. Jacques Philippe: "Lo más importante de la oración es dejarnos amar por Dios"

Agencia SIC

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El padre Jacques Philippe, miembro de la Comunidad de las Bienaventuranzas, ha visitado recientemente la Diócesis de Pamplona y Tudela.

nació en 1973 en Francia, una época rica en efervescencia espiritual. Aprovechando esta visita, el Semanario La Verdad charló con él y le preguntó sobre sus retiros, sus predicaciones y sobre la oración.

¿En qué se diferencian sus retiros del resto? ¿Qué tienen de diferentes?

No busco hacer nada original. No tengo capacidad de comparar con otros retiros porque no conozco todo lo que hay por ahí. Cada uno lo hace según su carisma, según su gracia. Cada uno aporta aquella faceta del Evangelio o de la fe que piensa que puede servir a los otros, que puede compartir con otros. Yo intento compartir aquello que más me ha tocado en el alma de la Palabra de Dios o del Evangelio.

Viaja por todo el mundo predicando, ¿En qué lugar ha sentido más la necesidad del mensaje de Dios?

Hay necesidad de Dios en todas las partes del mundo, porque todos tenemos la necesidad de ser alcanzados por el amor, la ternura y la fidelidad de Dios. En todas partes hay necesidad de paz, de un amor auténtico, de libertad. En cada lugar del mundo las personas son diferentes. Como ejemplo te diré que en China he encontrado especialmente esa dureza de la ausencia de Dios, pero también veo de forma preocupante el materialismo en nuestra sociedad accidental. En nuestros países occidentales la gente está presa del materialismo, entregada al dinero, a la riqueza, al consumismo, a las cosas exteriores, y tienen necesidad de una palabra de verdad, de reencontrar el sentido profundo de la vida. En muy difícil hacer las comparaciones, pero en todas las partes del mundo hay necesidad del mensaje de Dios.

Usted habla mucho de la oración, ha escrito muchos libros al respecto. ¿Cómo es una buena oración? ¿Qué debe tener?

Es difícil juzgar el valor de una oración. Una buena oración no es una oración extraordinaria, con experiencias fantásticas, sino que en primer lugar es una oración fiel, una oración humilde, sabiendo que tengo necesidad de Dios, de su auxilio, de su misericordia. Una buena oración es una oración de confianza, una oración en la que uno se pone en manos de Dios, como un niño en brazos de su padre. Una buena oración es una oración en la que no se trata de pensar o reflexionar mucho, sino de acoger la presencia de Dios, de acoger a Dios que nos ama y de dejarse amar por Dios. Lo más importante de la oración es dejarnos amar.

¿Por qué es tan importante la oración con Dios? ¿Qué aporta?

Es importante porque nos permite conocer a Dios y no tenerlo como una presencia abstracta, sino como una presencia viva. Y además, la oración nos transforma, poco a poco, nos hace más sencillos y fortalece nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.

¿A qué achaca la profunda crisis espiritual que está viviendo la Iglesia en Occidente?

Las causas son múltiples. Nuestro mundo occidental se ha embarcado en unas ideologías y en una manera de pensar que se aleja mucho de la revelación cristiana. El hombre quiere ser su propio señor, su dueño absoluto, hacer de su vida lo que él quiera, sin ninguna referencia a nadie más. Los imperativos económicos son cada vez más fuertes y son destructivos para la familia, para el ser humano. Es difícil hablar de una sola causa y por otra parte hay algunos cambios, algunas evoluciones que son positivos también. Hay insistencias que de suyo son buenas, como puede ser por ejemplo insistir en la libertad personal, pero al mismo tiempo es una insistencia ambigua porque se mezcla con esas ideologías, con esos pensamientos. Quizá lo que más nos falte sea la humildad, el orgullo de la inteligencia es un orgullo de poder, de riqueza que impide acoger la verdad de Dios, la verdad divina. Nos hace falta un corazón pobre, para acoger la bondad y el esplendor del misterio de Dios. Aceptar que no somos dueños de todo, sino que somos alguien que recibe. A nuestra cultura moderna le falta esta capacidad de recibir y de acoger, todo tiene que ser controlado, fabricado, dominado? Y lo más importante es aprender a acoger, acoger la vida como un don, acoger el mundo como un regalo.

Biografía del P. Jacques Philippe

Jacques Philippe nació en Metz, capital de la región francesa de Lorena, el 12 de marzo de 1947. Su primera vocación le llevó en años juveniles a dedicarse a las matemáticas y al estudio de las ciencias. Cuando se aproximaba a los 30 años de edad, en 1976, conoció la por entonces naciente Comunidad de las Bienaventuranzas (les Béatitudes), en la que encontraría su lugar en la Iglesia. Residió en Nazaret y Jerusalén, donde pudo profundizar en la lengua hebrea y en las raíces bíblicas de la fe cristiana. En 1981 se trasladó a Roma para cursar estudios de Teología y Derecho canónico, siendo ordenado sacerdote en 1985. En 1994 regresó a Francia. En el seno de su comunidad fue desempeñado a lo largo de esos años responsabilidades diversas: formación de sacerdotes y seminaristas, consejo general, implantación en otros países y continentes, etc. Con todo, su principal carisma es la dirección espiritual y la predicación de retiros, labor que lleva a cabo en multitud de países. Como fruto de esta experiencia en la predicación y en el acompañamiento de tantas personas, y merced también a su conocimiento de los grandes maestros espirituales de la Iglesia -singularmente los Doctores del Carmelo y, entre éstos, santa Teresita de Lisieux-, ha dado a la imprenta una serie de obras que le han otorgado justa fama en el campo de la espiritualidad católica: La paz interior, Tiempo para Dios, La libertad interior, Llamados a la vida, La confianza en Dios, La oración: camino de amor, Si conocieras el don de Dios, En la escuela del Espíritu Santo. Podríamos decir que el P. Jacques Philippe realiza, en medio de nuestro convulso y agitado mundo, un auténtico apostolado de la esperanza. Esta esperanza apunta al despertar de una nueva vitalidad de la fe mediante el encuentro personal con Cristo, hecho de confianza y abandono en su misericordia. Oración afectiva, arraigo eclesial y fraternidad son otras tantas claves de este renacer.

(La Verdad ? Diócesis de Pamplona y Tudela)