Así es la vida de la mujer de un diácono permanente: "Dile a Jesús que está loco"

Carmen Linares, mujer de un diácono permanente, describe en 'Ecclesia al día' su vocación como un acompañamiento al diaconado de su esposo: "Es una vocación que acompañamos, pero que no hemos recibido"

DIACONO
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Sofia Gómez Pérez

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Carmen Linares comparte su experiencia como esposa de un diácono permanente en su libro "Mi voluntad es la vuestra". En una entrevista para 'Ecclesia al día' de TRECE, Linares revela los desafíos y las alegrías de acompañar a su esposo en su vocación diaconal. 

Para Linares, el papel de la esposa "es fundamental" en el diaconado "no solo porque la mujer tiene que dar el consentimiento para que el candidato pueda ser ordenado diácono, que es un consentimiento que se firma formalmente". Ella describe esta vocación como enraizada en el sacramento del matrimonio: "El ministerio del diácono está entroncado e injertado en otro sacramento, el del matrimonio. Entonces, si no alimentamos uno, no puede subsistir el otro".

El impacto inicial de la llamada

Sin embargo, el camino no siempre fue fácil. Linares recuerda su primera reacción ante la noticia de que su marido quería ser diácono: "Me ha dicho nuestro párroco Jesús que la Iglesia necesita diáconos permanentes y que yo sería un buen diácono. Y yo le contesté, 'Dile a Jesús que está loco'". Sin embargo, con el tiempo, la llamada se hizo más fuerte y ambos se adaptaron.

La comunidad parroquial jugó un papel fundamental en este proceso. Al estar ya integrados en la parroquia antes del diaconado, recibieron un gran apoyo. "Toda la comunidad parroquial ha estado supervolcada, rezaban por cada examen, han ido apoyando cada uno de los pasos". Linares describe a la comunidad como su "segunda familia", especialmente durante los momentos de duelo.

Equilibrio entre familia, trabajo y diaconado

La vida de un diácono y su familia puede ser frenética, pero Linares destaca que es "apasionante". Con tres hijos mayores, la conciliación es más sencilla, pero también es posible con niños pequeños. De hecho, la Iglesia también facilita la conciliación con el trabajo y la vida familiar.

Ante la pregunta sobre el diaconado femenino, Linares se muestra tranquila con su función actual. "No me ha llamado el Señor para ser diaconisa y no pretendo yo tampoco, ni yo ni la mayoría de las esposas de diáconos, tenemos muy bien asumido que no es una vocación que hemos recibido nosotras". Ella siente que su vocación es el matrimonio y el acompañamiento del diaconado de su esposo.

Los hijos de Linares han vivido el diaconado de su padre de manera especial. Desde pequeños, lo identificaban como algo particular dentro de la iglesia. Cuando se hizo público el inicio de los estudios de su padre, el hijo mayor expresó: "Nunca nos hemos sentido raros. Nos hemos sentido especiales, pero eso es bueno". Los hijos también son críticos constructivos con su padre.