El cardenal Omella sobre la cadena perpetua: "Una condena sin futuro no es una condena humana: es una tortura"
"Nuestra Pastoral Penitenciaria es una pastoral de esperanza", destaca y recuerda la presencia de la Iglesia en las cárceles a través de los 168 capellanes y 2.000 voluntarios
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Como Iglesia, ha explicado, “creemos que otro cumplimiento de pena es posible, y nuestra primera apuesta es abolir la pena de muerte”. Así lo ha explicado en el X Congreso Nacional de Pastoral Penitenciaria que se celebra desde este 21 de octubre al 23 en El Escorial, en Madrid.
Después de un año de espera, al tener que retrasar su celebración con motivo de la pandemia, este Congreso “es un momento para que todos los implicados en la Pastoral penitenciaria se vuelvan a encontrar. Y juntos, aprender, escuchar, acoger y reflexionar”.
En la misma línea, Omella también ha querido destacar citando al Papa Francisco que “una condena sin futuro no es una condena humana: es una tortura”. Por todo ello, ha explicado, “hoy, aquí, en el ámbito penitenciario, queremos reflexionar y dar esperanza a los que han perdido la libertad, a los que hemos alejado de nosotros, para nuestra seguridad. La Iglesia, sin embargo, quiere seguir cerca de ellos”.
Un gozoso servicio
Respecto a la Pastoral Penitenciaria, al servicio de las personas privadas de libertad, Omella ha asegurado que “constituye para la Iglesia no una pesada carga o una obligación, sino un gozoso servicio. Nuestra Pastoral Penitenciaria es una pastoral de esperanza. La Iglesia tiene una gran red de compromiso en las prisiones, 168 capellanes y casi 2.000 voluntarios”, ha recordado.
En los centros penitenciarios “es posible edificar una comunidad cristiana, con una dinámica peculiar, comunidad de predilectos del Señor”.
¿Por qué la Iglesia se preocupa de la persona privada de libertad y de todas sus necesidades? ¿Por qué a la Iglesia le afecta lo que ocurre antes, durante y después de estar un hombre o una mujer encarcelados? ¿Por qué a la Iglesia le interesa reflexionar que otro cumplimiento de pena es posible? Todas estas son las preguntas a las que el cardenal ha respondido recordando que “es a la persona humana la que hay que salvar”.
La persona en su totalidad
La acción evangelizadora de la Iglesia en el mundo penitenciario tiene como interlocutora a la persona en su totalidad y en todas sus dimensiones.
“Aunque estamos llamados inequívocamente a hacernos cercanos y hermanos de los presos, la convocatoria evangélica se amplía a procurar evitar que nadie tenga que pasar por este doloroso trance. Y, por supuesto, que, una vez, superado este paréntesis doloroso en la vida de las personas, se faciliten los apoyos institucionales y sociales suficientes para que nadie tenga que volver a sufrir la privación de libertad. Creemos que hay otras formas de pagar el error cometido, de cumplir la pena impuesta y de evitar la prisión”.
Como Iglesia, ha explicado, “creemos que otro cumplimiento de pena es posible, y nuestra primera apuesta es abolir la pena de muerte”. A día de hoy, 108 estados han abolido la pena de muerte para todos los delitos, siete la han abolido para los delitos de derecho común y 29 mantienen una moratoria sobre las ejecuciones, lo que suma 144 estados en total. Sin embargo, se sigue aplicando la pena de muerte en 55 estados y territorios.
No a la cadena perpetua
Muy poco llevaba el Papa Francisco en su pontificado cuando ya aprobó una modificación de la legislación de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano que contempla, entre otras, la supresión de la cadena perpetua. “Una condena sin futuro no es una condena humana: es una tortura”, ha recordado citando al Papa. Como Iglesia, como Pastoral Penitenciaria, “somos personas de esperanza. Nuestra presencia en la cárcel quiere ser futuro, reinserción, pensar en un mañana. Y la cadena perpetua nos dificulta hablar de futuro, porque no sabemos cuándo va a llegar, no sabemos la fecha final de la condena. La cadena perpetua no es la solución a los problemas porque cierra la esperanza e impide el derecho a empezar de nuevo”.