Carta pastoral de Mons. Manuel Herrero: Pistas para vivir la Sinodalidad
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El documento preparatorio del Sínodo “Por una Iglesia sinodal. Comunión, participación y misión” nos señala unas pistas que no podemos olvidar si no queremos equivocarnos. Las iré recordando y comentando en días futuros. Hoy deseo detenerme en algo que creo fundamental: el camino.
Hay un poema de Antonio Machado, muy famoso, cantado incluso por Joan Manuel Serrat, y recitado por muchos de memoria que dice:
«Caminante, son tus huellas/ el camino, y nada más;/ caminante no hay camino/ se hace camino al andar. /Al andar se hace camino,/ y al volver la vista atrás/ se ve la senda que nunca/se ha de volver a pisar./ Caminante no hay camino/, sino estelas en la mar/».
¿Es este el camino que se nos propone recorrer junto? No. El camino del poeta es el camino que canta la vida como un camino que nosotros marcamos con nuestros propios pasos, medios y trabajos personales y colectivos, como si fuera un sendero; es como si nosotros marcáramos nuestro propio destino, nuestra meta, puesta por nosotros. Está marcado por las experiencias vividas individualmente y en grupo. Es una aventura. Pareciera que no hay posibilidad de vuelta atrás, porque todo está hecho.
Esto no pasa, ni debe pasar en la vida cristiana, ni en nuestra aventura como Iglesia Sinodal. Nosotros tenemos un camino que nos ha sido regalado: Jesucristo. El mismo así se presentó: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi» (Jn 14, 6). Él mismo es el camino único que lleva a la meta, porque Él es la verdad y la vida y está unido al Padre; porque «quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14, 9); porque «el Padre y yo somos uno» (Jn 10, 30); la meta, porque es el la Verdad y la Vida. En el camino de la vida nos sale al paso Jesús, como a los de Emaús, (Lc 24, 13, ss), de muchas maneras y modos, en muchas personas, sobre todo los pobres y necesitados, y circunstancias, tanto adversas como favorables. Nos sale al paso porque nos busca, y nos busca porque nos ama como el pastor a la oveja perdida, como la mujer busca la moneda extraviada, como el padre sale a buscar a los hijos perdidos (Lc 15, 1–31).
Como dice el rabino judío argentino Abraham Skorka en un diálogo con el Jorge María Bergoglio, hoy papa Francisco, recogiendo su experiencia personal pero también la del pueblo de Israel: «En la experiencia personal de Dios no puedo prescindir del camino. Diría que a Dios se le encuentra caminando, andando, buscándolo, y dejándose buscar por Él. Son dos caminos que se encuentran. Por un lado, el nuestro que busca, impulsado por este instinto que fluye del corazón. Y después, cuando nos encontramos nos damos cuenta de que Él nos buscaba desde antes, nos primereó. La experiencia religiosa inicial es el camino. “Camina hasta la tierra que te voy a dar”. Es una promesa que Dios hace a Abraham. Y en esa promesa, en ese camino, se establece una alianza que va consolidándose en los siglos. Por eso digo que mi experiencia con Dios se da en el camino, en la búsqueda, en dejarse buscar. Puede ser por diversos caminos, el del dolor, el de la alegría, el de la luz, el de la oscuridad» (J. M. Bergoglio y A. Skorka, Sobre el cielo y la tierra. Barcelona, 2013,17).
En la vida y en el Sínodo, en los grupos sinodales, no tenemos que andar buscando el camino para lograr la meta. Nuestra felicidad personal y comunitaria en Dios y con Dios, ya se nos ha dado. También en la vida de la comunidad cristiana se nos ha regalado en el Evangelio y en el Concilio Vaticano II; lo que tenemos que hacer es, orando y dialogando, buscar juntos cómo dar pasos hoy, cómo dejarnos guiar por el Espíritu de Jesús, porque, a veces, nuestros caminos no son los caminos de Dios (Is 55, 8), nos desviamos por senderos o vericuetos que no llevan a la vida, sino al desastre, a la muerte. Como el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y como nos recuerda Juna Bautista en el permanente Adviento de la existencia, tenemos que recorrer el camino del Señor y anunciarlo a los demás (Lc 3, 1–19.) Por descontado, que en este camino hay dificultades, bandidos que despojan (Lc 10, 25–37), hay cruz, pero hay resurrección: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno? No está aquí (en el sepulcro), ha resucitado. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va delante e de vosotros a Galilea. Allí le veréis, como so dijo”» (Mc 6–7). En este camino Él va con nosotros: «Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos» (Mt 28, 21).
+ Manuel Herrero Fernández, OSA.
Obispo de Palencia
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