De la Cruz surge la Vida: Celebramos al Dios crucificado, para no olvidar nunca su amor a la humanidad

Vicente Martin Muñoz, director secretariado Subcomisión de Acción Caritativa y social de la CEE, reflexiona sobre la fuerza que sostiene nuestra esperanza y nuestro compromiso

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Redacción Religión

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Nos toca vivir tiempos duros, de crisis, de cruz, un tiempo crucificante para muchas personas y familias. Por ello, es, también, un tiempo crucial que reclama un nuevo modelo de sociedad. Todos debemos implicarnos, abordando la cuestión con creatividad, esfuerzo y cercanía a las víctimas. No es el tiempo del olvido ni de la indiferencia, sino del compromiso y del cuidado.

Esto es lo que ayuda a descubrir que es un tiempo cruciforme porque para los cristianos la cruz tiene un valor salvífico. Si bien es cierto que ésta es una realidad de injusticia, violencia, dolor y fragilidad; también es cierto que es reflejo del amor desbordante y gratuito de Dios. Así lo recordaba el papa Benedicto XVI: “no es el poder lo que redime, sino el amor. Este es distintivo de Dios: Él mismo es amor… aquel que fue víctima, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores”.

Con todos los que sufren

En el amor de ese crucificado está Dios mismo identificado con todos los que sufren y gritando contra todas las injusticias. Nada lo detendrá en su empeño por salvar a sus hijos e hijas.

Los cristianos seguimos celebrando al Dios crucificado, para no olvidar nunca su amor a la humanidad y para mantener vivo el recuerdo de todos los crucificados de la historia. Sabemos que esto es una locura. Sin embargo, para quienes seguimos a Jesús y creemos en el misterio redentor de su muerte, es la fuerza que sostiene nuestra esperanza y nuestro compromiso por un mundo más humano y justo.

Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sufrientes, al costado de la vida, muchas de ellas cansadas de vivir y de luchar por un futuro mejor. Un día el Reino de Dios y su justicia será realidad. Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por des-vivirnos no se perderán en el vacío, porque creemos que la cruz termina en resurrección y el sufrimiento en dicha. Definitivamente, la vida está en la cruz.

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