La historia de Pablo y su particular Domingo de Resurrección: "De la vivencia del duelo a la esperanza"

TRECE acompaña a este joven valenciano que descubrió tras la muerte de su abuela que "lo único" que saciaba su vida era Dios

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Redacción Religión

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Es Domingo de Resurrección, Domingo de Pascua, el día más importante para los cristianos y TRECE lo ha querido abordar a través de la historia de un joven valenciano que ha vivido muy de cerca el duelo de su abuela y lo ha plasmado en un libro, es una historia de esperanza.

“Soy Pablo Benavent, tengo 19 años, soy el sexto de siete hermanos y vivo en Valencia. Mi abuela Elia era una persona muy sencilla, muy humilde, de estar con los nietos en casa, te aconsejaba cuando lo necesitabas y estaba a tu lado cuando podía. Tu ibas a su casa a comer y te soltaba una pregunta que necesitabas que nadie más se había dado cuenta de que la tenía que preguntar. Eso te ayudaba mucho a compartir momentos buenos con ella. Falleció hace dos años, en 2021, a principios de enero. Los cristianos no creemos que esto sea el fin, sino que la vida es de paso. Nosotros estamos alquilado en este cuerpo y se nos ha regalado todo. He entendido que mi abuela Elia cumplió su misión aquí con nosotros y era lo que Dios tenía planeado para ella. No es que Dios me había quitado mi abuela Elia, sino que me ha puesto este regalo en mi vida para los años que he podido disfrutar con ella y ahora regresa al Padre, al inicio, al origen”.

Respuesta a sus preguntas

“El libro contiene la respuesta a las preguntas que me hecho yo durante todo este tiempo de no entender el sufrimiento de la muerte, de no entender el sufrimiento de alguien querido. Cuando el sufrimiento te toca más de cerca te haces muchas preguntas: ¿por qué sufres? ¿qué más sentido tiene la vida? ¿qué sentido tiene real? El libro contiene estas preguntas y las respuestas que he podido darles”.

Incluso al acabar el libro yo no veía las respuestas de todas estas preguntas. Espero que el Cielo que tanto mi corazón anhela lo puedo vivir aquí en la Tierra, dándole el sentido verdadero al sufrimiento. La respuesta principal que he encontrado es que Dios nos quiere felices, no me saciaba nada de lo que hacía en mi vida. Vi que lo único que me lo saciaba era Dios”.

Ni conseguir la moto, ni ser el primero de clase, ni tener dinero, ni salir de fiesta, ni intentar ser el mejor jugando a fútbol. Nada me saciaba el corazón y entendí que ya no podía vivir más de la fe de mis padres. En ese infierno de sentirme solo, vi que el Señor estaba a mi lado y me rescataba. No creo en un Dios que murió porque sí, creo en un Dios que está clavado en la cruz, sangrando y sufriendo, y gracias a eso es por lo que nosotros somos libres”

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