Obispos de Bielorrusia: «Para que las partes puedan escucharse, las armas deben callar»
La Conferencia Episcopal expresa también su preocupación por el odio entre pueblos y naciones que puede generar la «guerra de información»
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Bielorrusia es uno de los cinco países, de un total de 193, que el miércoles 2 de marzo respaldó en la asamblea general extraordinaria de la ONU la invasión de Ucrania por Rusia. Veinticuatro horas después, su Conferencia Episcopal hacía pública una declaración en la que recuerda que «la guerra es un crimen contra Dios y contra el hombre que merece una condena decisiva e inmediata» (Gaudium et spes, 80).
Los obispos bielorrusos se solidarizan con la «tragedia» que está viviendo su vecino del sur. Y expresan su respaldo a las negociaciones que Rusia y Ucrania celebran en su país con vistas al cese inmediato de las hostilidades. «Pero para que las partes puedan escucharse, las armas deben callar», afirman.
El organismo episcopal manifiesta su preocupación por la «guerra de información» que se está produciendo, que –denuncia— «no deja de causar daños y odios entre pueblos y naciones». La Iglesia bielorrusa insiste asimismo en que «se debe hacer todo lo posible para encontrar una solución pacífica al conflicto»; insta a los fieles a ayunar y orar por la paz; ruega que se preste toda la ayuda posible a las víctimas; y pide encarecidamente a aquellas personas de quien depende esta crisis que «no permitan que nuestro país participe en esta guerra».
Según las cifras de la ONU, la primera semana de guerra ha generado ya unos 800.000 refugiados. La gran mayoría de desplazados han dirigido sus pasos a Polonia. Algunos cálculos indican que podrían dejar el país hasta 4,5 millones de personas.