¿Por qué los obispos ucranianos y polacos han hecho una declaración conjunta contra la guerra?

Los episcopados de ambos países quieren dar testimonio de unidad tras décadas de distanciamiento

¿Por qué los obispos ucranianos y polacos han hecho una declaración conjunta contra la guerra?

José Ignacio Rivarés

Publicado el - Actualizado

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En los últimos días se han producido numerosos pronunciamientos episcopales ante la posibilidad de una guerra en Ucrania: el Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), la Conferencia de Obispos Católicos de Rusia, la propia Iglesia católica en Ucrania, la Conferencia Nacional de Obispos de Estados Unidos… Todas las declaraciones inciden en que la violencia no es la solución a ningún problema, exhortando a buscar vías de entendimiento por la vía del diálogo. La guerra solo causa muerte, destrucción y sufrimiento, siendo origen de más violencia.

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No se ha prestado atención suficiente al hecho de que los obispos ucranianos hayan elaborado su declaración en comandita con sus hermanos polacos. ¿Por qué una declaración conjunta de ambos episcopados?, cabe preguntarse. La respuesta hay que buscarla, precisamente, en las heridas que deja la guerra.

«En el amor y la verdad»

Las Iglesias polaca y ucraniana llevan décadas tratando de restañar las heridas que causó en sus sociedades la Segunda Guerra Mundial. Hace poco más de dos años, el 27 de agosto de 2019, los líderes religiosos de ambos países comenzaron a sellar la reconciliación con la firma de una declaración titulada «En el amor y la verdad», un documento que pone las bases para fijar la mirada en el presente pasando página a los horrores del pasado. La declaración fue suscrita en el santuario de Jasna Gora, en Czestochowa, por el presidente de la Conferencia Episcopal del país anfitrión, Stanislaw Gadecki, y por el arzobispo mayor de Kiev, Sviatoslav Shevchuk, en nombre de la Iglesia greco-católica ucraniana. La rúbrica de ambos aparece ahora también, junto a la de otros líderes eclesiales, en el llamamiento conjunto hecho este 24 de enero por un «diálogo y entendimiento para evitar el peligro militar» ante la posibilidad de otra guerra.

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El documento de Jasna Gora solo pudo ver la luz tras más de treinta años de esfuerzos conjuntos. Un trabajo lento —la primera reunión para la reconciliación tuvo lugar en Roma el 17 de octubre de 2017— que no ha resultado nada fácil a causa, sobre todo, de dos escabrosos episodios: la masacre de Volinia (el asesinato masivo de polacos en 1943-1944 por nacionalistas ucranianos) y la llamada operación Vístula, la deportación masiva en 1947, a la conclusión de la guerra, por el gobierno comunista polaco con ayuda de la Unión Soviética y Checoslovaquia, de la población ucraniana que vivía en los territorios de las nuevas fronteras polacas. Actualmente, en Polonia viven 1,3 millones de ucranianos.

Juan Pablo II visitó Ucrania en 2001

San Juan Pablo II visitó Ucrania en 2001, meses antes de que el mundo diera un nuevo vuelco con los atentados del 11-S y la posterior «guerra al terror» declarada por el presidente George W. Bush, que acarreó las invasiones de Afganistán e Irak. La suya fue una visita de cinco días no exenta de riesgo, pues fue percibida por la Iglesia ortodoxa (confesión mayoritaria en Ucrania) como un acto de proselitismo. El Papa Wojtyla, no obstante, acudió al país para, entre otras cosas, hablar de la necesidad de «purificar la memoria». En este sentido, invitó a las Iglesias de ambos países «a poner más alto lo que une que lo que divide». Su llamamiento finalmente dio fruto. Al firmar hace tres años su declaración, los prelados polacos y ucranianos hablaron de la necesidad de leer la historia con una mirada evangélica que reconociera la verdad de lo sucedido pero también que instara a la reconciliación y al perdón. De ahí que ambas partes reconocieran su contribución a la paz y solicitaran a la Santa Sede que lo declarase patrono del proceso reconciliador. «Para que nuestras Iglesias tengan en su persona un abogado ante Dios en este sagrado asunto», pidieron.

La declaración de ahora, ante la amenaza latente de que vuelvan a hablar las armas, dice: «Hoy queremos recordar a nuestros compatriotas que toda guerra es una desgracia. No puede ser una forma adecuada de resolver los problemas internacionales, porque solo engendra nuevos y más graves conflictos. La guerra es una violencia sin sentido, una destrucción de la que no hay retorno, que destruye el presente y amenaza el futuro de los pueblos. El tiempo de paz no conlleva pérdidas, pero con la guerra puedes perderlo todo. Después de todo, la guerra es siempre una derrota para la humanidad, una barbarie y en absoluto una herramienta eficaz para resolver malentendidos».

Esta es la razón por la que polacos y ucranianos han emitido un documento conjunto. Una declaración que va más allá de las meras palabras, pues está escrita con el dolor del desencuentro y el peso de la historia.

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