Roma se despide de Dino Impagliazzo, el "chef de los pobres" y una vida dedicada a ellos: "Nunca dijo que no"

El hombre de 91 años fue el fundador de la asociación RomAmor y fue nombrado hace dos años comendador de la Orden al Mérito de la República Italiana

Roma se despide de Dino Impagliazzo, el "chef de los pobres" y una vida dedicada a ellos: "Nunca dijo que no"

Vatican News

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Un hombre "enamorado" de los pobres, en los que vio y sirvió a Jesús. Dino Impagliazzo, de 91 años, fundador de la asociación RomAmor, miembro del Movimiento de los Focolares, nombrado hace dos años comendador de la Orden al Mérito de la República Italiana precisamente por su "preciosa labor de distribución de comidas calientes y bienes de primera necesidad a los sin techo" en Roma, falleció ayer por la tarde.

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El chef de los pobres

Sardo de origen, romano de adopción, era conocido en la capital como el "chef de los pobres". Ya en 2018 había recibido el prestigioso 'Premio Internacional Cartagine 2.0 en la sección 'Solidaridad', destinado a quienes han contribuido en Italia y en el extranjero a la difusión de la cultura y el conocimiento en diversos ámbitos. En 2016 se reunió con el Papa Francisco en la Aldea por la Tierra de Villa Borghese, y le llevó al Pontífice el saludo de todas las personas sin hogar de Roma.

Dio muchas charlas en colegios y universidades para reflexionar sobre el "valor del otro" con franqueza y sencillez. Dino deja una familia de cuatro hijos, entre los que se encuentra Marco Impagliazzo, presidente de la Comunidad de Sant'Egidio, pero sobre todo deja en las muchas personas que conoció, de todas las razas y religiones, una preciosa herencia en Italia y en el mundo, la herencia del Evangelio vivido con las palabras de Jesús: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis".

Cuando el Papa Francisco dice "que quien no reconoce a los pobres traiciona a Jesús" o que "no debemos dejarnos contagiar por la indiferencia", está hablando también de la vida de Dino que, ante un necesitado en la calle o en la cárcel, una persona sola o en dificultades, una víctima del terremoto, un desplazado que le buscaba para pedirle ayuda, nunca dijo que no, nunca se dio vuelta para el otro lado, confiando plenamente en la divina Providencia.

De hecho, la chispa que encendió su RomAmor Onlus - nacido con el nombre de "Quelli del quartiere" (Los del barrio), y con la preparación en las casas de lo necesario, que hoy cuenta con 300 voluntarios y proporciona comidas a más de 250 personas - surgió tras la petición de un sandwich por parte de una persona pobre hace muchos años.

A partir de ahí, los bocadillos se convirtieron en decenas y centenas, y luego en comidas calientes, sopas y macedonias para innumerables personas gracias a una red de solidaridad que también llegó al extranjero, pero que empezó por la familia y luego implicó al edificio, al barrio y después a la ciudad con sus comerciantes, supermercados, mercados locales, organizaciones que proporcionan comida sobrante y mucha gente corriente, guiada, o más bien contagiada por Dino y su incansable compromiso para conseguir que "Roma se transforme en una ciudad hospitalaria en la que todos se quieren", como le gustaba decir.

Pero el amor no tiene fronteras, y por eso, incluso antes de RomAmor, Dino trabajó con la Madre Teresa de Calcuta en Rumanía y Europa del Este, y con él su familia y los hijos a los que formó para "salir" a tejer relaciones de fraternidad con el mundo entero.

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El amor donado siempre da frutos

Al lado de Dino desde el principio de su aventura por los más necesitados estuvo Gina Riccio, con muchos otros, que hoy recuerda y cuenta lo que han significado estos años juntos.

"Tuve el honor de conocer y encontrar la mirada cariñosa con la que Dino empezó a ayudar a los sin techo de la Estación de Tuscolana. Nos inundó a todos con su espíritu", dice con gran emoción, y cuando se le pregunta cuál es el legado de Dino, explica: "el arte de amar, el arte de las pequeñas cosas, de acompañar a los últimos. Es extraordinario - confiesa - que haya muerto en la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, mientras el Papa lanzaba una vez más el mensaje del cuidado y de fraternidad, especialmente por los más frágiles, y mientras el Evangelio relataba el milagro de la multiplicación de los panes y los peces.

"Dino nos enseñó a mirar a los últimos no como necesitados de algo, sino de amor. Nos enseñó a relacionarnos, a no tener miedo de lo que falta y a dejarnos llevar por la providencia. Cuando nos dábamos cuenta, sonriendo, de que faltaba algo para responder a las peticiones, siempre recibíamos aceite, comida, paquetes de alguien que no esperábamos. Frente a esto, Dino siempre nos animó y dio testimonio de que sólo el amor queda y trae consigo una sinergia de intenciones que permite no detenerse ante cierres u obstáculos. Ir siempre hacia el otro, donar siempre con confianza, nos decía". Incluso en sus últimos días, concluye Gina Riccio, cuando estaba más enfermo, se preocupaba por cómo llevábamos a cabo nuestro compromiso: "Quería estar en primera línea e incluso desde lejos nos llamaba y nos animaba. El suyo era un espíritu de lucha, dispuesto a hacer fructificar el espíritu de unidad: "Abramos siempre el corazón", decía, "intentémoslo siempre".

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La esencia del cristianismo es amar a Dios y amar al prójimo

Así, también en una entrevista concedida a Vatican News el pasado mes de diciembre, cuando recibió la llamada telefónica del Quirinal para la concesión de la condecoración que le incluía en el grupo de 32 personas consideradas "héroes de nuestro tiempo" por su alto compromiso en diversos campos, y por tanto un ejemplo para el país.

En aquella ocasión dijo: "Solos no se puede hacer nada, el camino está en los que nos rodean. Si no amas a tu prójimo no amas a Dios, esta es la esencia del cristianismo".

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