El Papa Francisco proclama Doctor de la Iglesia a San Ireneo de Lyon: "Puente espiritual y teológico"

El apóstol de los pueblos celtas y germánicos y defensor de la Doctrina recibe el título de "Doctor unitatis"

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Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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La Oficina de Prensa del Vaticano ha informado que este viernes 21 de enero, el Papa Francisco ha proclamado a San Ireneo de Lyon como Doctor de la Iglesia.

“San Ireneo de Lyon, venido de Oriente, ha ejercido su ministerio episcopal en Occidente: Él fue un puente espiritual y teológico entre cristianos de orientales y occidentales”, se puede leer en el decreto del Santo Padre.

Asimismo, se indica que “su nombre, Ireneo, expresa esa paz que viene del Señor y que reconcilia, reintegrando en la unidad. Por estos motivos, luego de haber tenido el parece de la Congregación de las Causas de los Santos, con mi Autoridad Apostólica, lo declaro Doctor de la Iglesia con el título de Doctor unitatis” (Doctor de la unidad).

“Que la doctrina de tan grande Maestro pueda alentar siempre más el camino de todos los discípulos del Señor hacia la plena comunión”, concluye el decreto.

Su nacimiento se sitúa hacia el año 130 y formó parte del grupo de seguidores de San Policarpo, obispo de Esmirna que, a su vez, fue discípulo del apóstol San Juan. En esa ciudad se educó hasta que el Prelado le mandó a la actual Francia. Una vez allí, y más concretamente en Lyon, se ordena sacerdote en medio de un ambiente cruel y cruenta persecución a los cristianos.

Pronto será enviado como Legado a Roma para suplicar al Papa Eleuterio que trate el tema de los montanistas, herejes que surgieron de la mano de Montano, hombre de Frigia que se autoproclamó profeta y aseguraba que cualquier pecado mortal cometido alejaba de Dios de tal forma que ni el Sacramento de la Reconciliación lo podía perdonar. Al mismo tiempo anunciaba como inminente la Segunda Venida de Cristo.

Ireneo fue elevado a la Sede Episcopal Lionesa, en un momento en el que el gnosticismo de Marción, había impactado en las filas cristianas, señalando que el Dios del Antiguo Testamento es distinto del Dios Neotestamentario, promoviendo también que habría almas destinadas a la condenación, anticipándose a la doctrina de Calvino sobre la predestinación.

En esta desviación calvinista se defendía que Dios creaba a los hombres de propio para que unos se salvasen y otros se condenasen de propio. El Obispo de Lyón refutó tal desviación en su Tratado contra los herejes. Muere mártir en torno al año 200, destacando su frase:“La gloria de Dios es que el hombre viva”.

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