El cardenal Aquilino Bocos valora en TRECE el funeral de Benedicto XVI: "Se respiraba la fe"
El claretiano ha puesto en valor la homilía que ha pronunciado el Papa Francisco durante la misa funeral por el Papa emérito: "Ha sido breve pero muy densa y precisa"
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
El cardenal claretiano Aquilino Bocos ha calificado de “solemne” la misa funeral de Benedicto XVI que ha tenido lugar este jueves, 5 de enero, en la plaza de San Pedro del Vaticano. En declaraciones a TRECE, el cardenal ha señalado que se ha tratado de una ceremonia recogida precisa, sobria y en la que se respiraba la fe: “El sentido de gratitud latía en el corazón de los presentes. Ha sido curioso que al final de la ceremonia hayan gritado un grupo de gente 'Santo subito”, ha señalado.
Con la muerte de Ratzinger, se pone fin a un capítulo de la Iglesia pero, lejos de asustar, Aquilino Bocos recuerda que la sucesión apostólica continúa: “Hemos tenido la suerte de tener a un Papa como Benedicto XVI, que ha sido un joya que no la vamos a enterrar, la tendremos siempre a mano porque nos ha dejado un legado histórico, de reflexión, de gestos de amor y servicio a la Iglesia, incluso su renuncia es un servicio a la Iglesia”, ha sostenido.
En cuanto a la homilía de Francisco en las exequias, el claretiano cree que ha sido breve pero “muy densa y precisa, con un sentido cristiano de lo que es la muerte y la resurrección, de lo que es el reconocimiento a la persona por la que estábamos celebrando el funeral”.
Una homilía en la que el Santo Padre ha reivindicado la entrega de Benedicto XVI “en las manos de su Padre”. En la homilía durante la misa funeral, ha remarcado que, como hizo Jesús, Ratzinger - sin nombrarle directamente- selló “manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos”.
Siempre recurriendo a la figura de Cristo, pero aplicable a figuras como el Santo Padre alemán, Francisco ha recordado que siempre “se dejó cincelar por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y dificultades del Evangelio, hasta ver sus manos llagadas por amor”.