La anécdota de Benedicto XVI con su hermano Georg días después de ser elegido Papa: "No quería ponerme"
Los hermanos Georg y Joseph Ratzinger estuvieron siempre muy unidos
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La muerte del sacerdote Georg Ratzinger a los 96 años de edad ha supuesto que se haya marchado de esta vida el último familiar cercano que le quedaba al Papa Emérito Benedicto XVI. Su hermana falleció hace casi tres décadas, en 1991. Por ello, Joseph Ratzinger acudió hace unos días hasta Alemania para visitar a Georg, con quien siempre había mantenido una estrecha relación, que estaba ya gravemente enfermo. También visitó la tumba de sus padres y su propia hermana, cerca de Ratisbona.
Era la primera vez que el Papa Emérito salía de Italia desde el año 2012. Ambos hermanos han llevado vidas paralelas en sus inicios como sacerdotes, ya que se ordenaron el mismo día, el 29 de junio de 1951 en la catedral de Freising, tras una formación sacerdotal que se vio interrumpida durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el hermano mayor de Benedicto XVI fue alistado y enviado al frente de Italia para combatir en la batalla.
La elección de su hermano Joseph como Sumo Pontífice en abril de 2005, tras la muerte de San Juan Pablo II, le pilló por sorpresa. Nunca imaginó que un alemán pudiese llegar a Papa. Pero así fue y, de manera indirecta, la vida de Georg dio también un vuelco.
La primera conversación entre ambos tras ser elegido Joseph Papa
Debido a las responsabilidades del recién nombrado sucesor de Pedro y a la distancia, el contacto físico y espacial entre ambos se vio resentida, pero el cariño que se procesaban nunca cambió. De hecho, el propio Georg Ratzinger daba a conocer hace unos años una anécdota con su hermano cuando recién había sido elegido Papa, en una entrevista concedida a 'Rome Reports'.
El protagonista de esta vivencia fue el teléfono, tal y como el propio Georg comenta: “La primera vez que me llamó tras su elección, habló en un primer momento con la señora que se ocupaba de la casa. Yo ya no me ocupaba del teléfono, porque estaba sonando continuamente. Eran periodistas que siempre preguntaban las mismas cosas, las mismas veces. Me alejé del telefóno y grité... ¡Que te zurzan! Pero la señora respondió e inmediatamente reconoció que llamaba el Santo Padre. Estaba muy contenta y sorprendida. Cuando hablé con él, todo era igual. Nuestra relación fraternal no había cambiado nada. Era mi hermano y hablamos como siempre habíamos hecho”, comentaba durante la conversación.