El Papa Francisco pide a los trabajadores del Vaticano ser "concretamente testigos y artesanos de la paz"
El Santo Padre recordó los momentos más duros de la pandemia y recordó las huellas que dejó ese período tan duro "en la vida de las personas y en la serenidad de las familias"
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El Papa Francisco, tras haberse reunido con la Curia Romana y haber pronunciado uno de los discursos más esperados del año, se dirigió hacia el Aula Pablo VI para encontrarse con los trabajadores de la Santa Sede y sus familias. Un tradicional encuentro que suele ser siempre muy alegre y en el que, también este año, se ha podido ver un Papa muy cercano con todos los que, cada día, dedican sus horas a trabajar en el Estado más pequeño del mundo.
En primer lugar, Francisco pidió dar las gracias al Señor porque, “con su ayuda, hemos superado la fase crítica de la pandemia. ¡No lo olvidemos! Cuando estábamos cerrados, decíamos: quién sabe cómo será cuando seamos libres para movernos, encontrarnos. Entonces, en cuanto las cosas han cambiado, perdemos la memoria y seguimos como si nada. ¡Y tal vez ni siquiera le damos gracias al Señor!”.
El Santo Padre ha querido además recordar las huellas que dejó el largo período de la pandemia: “No solo consecuencias materiales, económicas; también ha dejado huellas en la vida de las personas, en las relaciones, en la serenidad de las familias”. Por eso Francisco ha pedido un gran deseo para todas las familias: “Serenidad: serenidad para cada uno de vosotros y para vuestras familias. La serenidad no significa que todo esté bien, que no haya problemas ni dificultades. No es eso. La Sagrada Familia de Jesús, José y María nos lo demuestra […] en sus corazones había una serenidad que venía de Dios y de la conciencia de estar en su voluntad”. Francisco pidió que “cada uno de vosotros tenga fe en Dios y que en las familias haya la sencillez de confiarse en su ayuda, de rezarle y de agradecerle”.
Asimismo, el Papa tuvo unas palabras para todos los jóvenes y los niños presentes: “Han sufrido mucho en la pandemia, han acumulado mucha tensión. Es normal, es inevitable. Pero no debemos ignorarlo, debemos reflexionar, tratar de comprender por qué salir mejor de la crisis no sucede por arte de magia, debemos trabajar sobre nosotros mismos, con calma, con paciencia. Los niños también pueden hacerlo, naturalmente, con la ayuda de sus padres y, a veces, de otras personas, pero es importante que ellos mismos sean conscientes de que las crisis son etapas de crecimiento y requieren un trabajo sobre sí mismos”.
El segundo deseo del Santo Padre para los trabajadores de la Santa Sede es que sean “testigos y artífices de la paz. En este momento de la historia del mundo, estamos llamados a sentir con más fuerza la responsabilidad de cada uno de poner su parte en la construcción de la paz. Y esto tiene un significado particular para nosotros que vivimos y trabajamos en la Ciudad del Vaticano. No porque este minúsculo Estado, el más pequeño del mundo, tenga un peso específico especial, no por eso; sino porque tenemos al Señor Jesucristo por Cabeza y Maestro, que nos llama a unir nuestro humilde compromiso diario a su obra de reconciliación y paz. Partiendo del entorno en el que vivimos, de las relaciones con nuestros compañeros, de cómo afrontamos los malentendidos y conflictos que pueden surgir en el trabajo; o en casa, en el ámbito familiar; o incluso con amigos, o en la parroquia. Es allí donde podemos ser concretamente testigos y artífices de la paz”.
“Queridas hermanas y hermanos, los mejores deseos para ustedes y sus seres queridos. Dadle una caricia a vuestros hijos y a vuestros ancianos en casa. Los bendigo a todos de corazón y les pido por favor que oren por mí. ¡Feliz Navidad!”, ha finalizado el Papa su mensaje a los trabajadores de la Santa Sede.