El Papa visita Hungría: Un país reconstruido tras la invasión nazi y el comunismo, en la frontera de Ucrania

Cada 25 de febrero Hungría recuerda a los mártires del comunismo. En esa fecha, Béla Kovács, fue detenido ilegalmente y deportado a la Unión Soviética

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Eva Fernández Huéscar

Roma - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Cada 25 de febrero Hungría recuerda a los mártires del comunismo. Una fecha acordada en 2000 por decreto parlamentario y que no está elegida al azar, porque conmemora la jornada en la que en 1947, el líder del Partido Independiente de Pequeños Propietarios, Béla Kovács, fue detenido ilegalmente y deportado a la Unión Soviética.

Previamente, antes de la Segunda Guerra Mundial en Budapest vivían aproximadamente 200.000 judíos y al inicio de las deportaciones en 1942 fueron llegando desde otros países de Europa. Aunque Hungría era aliada de la Alemania nazi, hasta que el ejercito alemán ocupó el país en marzo de 1944 la comunidad judía de Budapest vivió relativamente segura. A partir de aquel comento comenzaron las confiscaciones de sus viviendas y las deportaciones. En junio de 1944 unos 25.000 judíos fueron trasladados al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau.

En octubre de 1944, Alemania instaló un nuevo gobierno húngaro dominado por el partido fascista Cruz Flechada que instituyó una etapa de terror en Budapest. Cientos de judíos murieron fusilados y otros fueron obligados a realizar trabajos forzados. Lo peor llegó el 8 de noviembre de 1944, cuando los húngaros concentraron a más de 70.000 judíos en la fábrica de ladrillos de Ujlaki, en Óbuda, y desde allí los obligaron a marchar a pie hasta los campos de Austria. Una auténtica marcha de la muerte en la que murieron miles por hambre, frio y fusilamiento. Entre diciembre de 1944 y fines de enero de 1945, la Cruz Flechada fusiló a 20.000 judíos que permanecían en ghetto de Budapest y arrojó sus cuerpos al río.

La ocupación soviética de Hungría y la persecución de la iglesia católica

Las fuerzas soviéticas llegaron a Budapest el 13 de febrero de 1945. Los cristianos sufrieron una dura persecución bajo el régimen comunista. Son muchas las historias de martirio y de heroísmo vividas desde la clandestinidad. Entre ellas la del Cardenal József Mindszenty, que llegó a convertirse en el enemigo número uno del régimen cuando los comunistas se hicieron con el poder en 1947 gracias a la intervención del Ejército Rojo.

En Hungría, la Iglesia católica disponía de una enorme red de colegios que el gobierno deseaba controlar, como suele ocurrir con todos los regímenes totalitarios. Desde el primer momento el cardenal Mindszenty denunció la ilegalización de las órdenes religiosas y la política de confiscación de tierras. El acoso a la iglesia católica fue implacable y metódico. La reforma agraria. privó a la Iglesia de la mayor parte de sus bienes y el decreto sobre libertad de prensa eliminó de raíz todas las publicaciones católicas. En mayo de 1947 se prohibieron las manifestaciones externas de la fe.

Como si fuera una premonición, cuando Pío XII entregó el birrete cardenalicio a József Mindszenty en 1945 le había advertido que sería el “primero en sufrir el martirio”. En 1948, tras una cadena de difamaciones y acusaciones inventadas el cardenal fue encarcelado y tras un juicio sumario fue condenado a trabajos forzosos por “traición, espionaje, atentado contra la seguridad del Estado y tráfico ilegal de divisas”.

Cuando estalló la Revolución húngara en 1956 József Mindszenty fue liberado, pero los tanques soviéticos aplastaron la insurrección. Mindszenty se refugió en la embajada norteamericana. A partir de 1963, año del inicio del pontificado de Pablo VI, la Ostpolitik vaticana, intentó suavizar sus relaciones con la Europa comunista sin renunciar a sus principios. El objetivo a corto plazo era facilitar la libertad de culto en esos países. Pero esto exigía alguna concesión y el Papa pidió a Mindszenty que renunciara a su cargo. Lo hizo tan sólo en 1971, cuando partió hacia el exilio tras intensas negociaciones entre el Vaticano, Hungría y USA. Consiguió salir de la Embajada y viajar a Roma, en tránsito a Viena, lugar de su residencia definitiva. La sentencia condenatoria tan sólo fue anulada en 1990.

Con razón fue bautizado como “el cardenal de hierro” y en el lugar donde está enterrado, en la catedral primada de Eszterfgo está escrito este epitafio: “Fidelisimus in tribulatione pastor, the most faithful pastor in times of persecution”. El Papa Francisco lo declaró venerable en 2019 reconociendo oficialmente que vivió con heroicidad las virtudes cristianas.

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