Sujetando la esperanza en Venezuela
Más allá de los protagonistas de los titulares, hay héroes que, a diario, sujetan con fuerzas aquello que no debemos dejarnos robar: la esperanza
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Una de las cosas más emocionantes de este trabajo de comunicar la vida de la Iglesia sucede cuando te encuentras una gran historia sin haberla buscado…vida que se te planta delante de las narices y hace que se tambaleen los esquemas.
Hay un momento en el “calendario diocesano” que vivo con especial alegría e ilusión: el encuentro anual con los misioneros palentinos. La Diócesis de Palencia tiene alrededor de 400 misioneros y misioneras repartidos por el mundo… y a finales de julio, aprovechando que muchos vienen a casa a descansar y ver a la familia, nos reunimos con ellos en el Obispado de Palencia.
Es momento para escuchar y compartir, para saber de las alegrías y las penas de sus vidas… para dar gracias a Dios por la inmensa labor de estos hombres y mujeres. No me cabe duda que son la mejor embajada de Palencia a lo largo del ancho mundo.
Ya son muchos los años en los que Venezuela ocupa buena parte de las conversaciones. Unas veces porque los que allí están han tendido problemas para salir del país…y no están. Y otras, porque están… y nos cuentan lo que viven.
En el momento actual son 51 los misioneros y misioneras palentinos que viven en aquel país. Su hogar, su vida y su compromiso está en aquellas tierras y con aquellas gentes. Y en el último encuentro, celebrado el 27 de julio pasado…una buena monja me llamó la atención.
Ya mayor, hermana del Santo Ángel -“angelina” como las llamamos en Palencia- y con casi 50 años de vida en Venezuela. A la hora de las presentaciones, puesta en pie, nos contó: “Yo ya soy mayor, ya no tengo casi responsabilidades en el colegio y pocas en la parroquia, así que me dedico al apostolado de la vida diaria… no hago nada importante”. Y yo me quedé con la boca abierta.
Así que en el momento del café me fui a por ella:
- Vamos a ver, hermana…¿qué es eso del “apostolado de la vida ordinaria”? ¿Y qué es eso de que ya no hace nada importante?
- Mira…yo ya soy muy mayor. Como decía antes, ya no tengo ninguna responsabilidad en el colegio y en la parroquia colaboro en lo poco que puedo…así que hago apostolado en la vida diaria. La mayoría de las mañanas salgo de la Casa con una bolsa y me pongo a hacer cola para conseguir algo de alimento. Y allí paso la mañana…hablando con la gente, escuchándola, dando ánimos…a veces lloramos y a veces nos reímos. Y hay días que conseguimos algo para comer y hay días que no.
En resumidas cuentas…lo que a mi me parece una obra descomunal…la buena angelina lo consideraba “poco importante”.
Viajamos en el tiempo y nos vamos a la semana pasada. Nos encontramos en el Obispado de Palencia a Mons. Ramiro Díaz, natural de Villaverde de Arcayos (Léon) y Obispo emérito de Machiques, Venezuela. De regreso a aquel país.
Como a los periodistas nos puede la condición… le pusimos un micrófono. Y entre otras cosas nos contó que en una situación tan dramática se hace realmente difícil predicar la Alegría del Evangelio. Que siguen en el empeño tratando de dar esperanza y manteniéndose unidos a Dios y a su pueblo que sufre.
Mi reconocimiento y mi agradecimiento a ambos. Puesto en pie me quito el sombrero ante la buena monja y el buen obispo. Y ante los miles como ellos, anónimos la inmensa mayoría, que están sujetando con fuerzas aquello que no debemos dejarnos robar: LA ESPERANZA.
Y… la buena monja y el buen obispo nos pedían -y siguen pidiendo- una cosa: que recemos por ellos. No hace falta que os diga nada más.