Beatificados 9 mártires asturianos asesinados en la República y la Guerra Civil

Los nueve seminaristas fueron asesinados entre 1934 y 1937

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Nueve jóvenes valientes que dieron la vida por aquello en lo que creían. Nueve seminaristas que prefirieron el martirio antes que ocultar o renegar su fe. Su fidelidad a Cristo ha sido elogiada por el Cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos: "debe ser una enseñanza a todos los sacerdotes para que tomen en serio su llamada"

Desde 1934, Asturias fue una región especialmente castigada por los anarquistas y comunistas que trataban de acabar con la Segunda República para establecer un Estado similar a la Unión Soviética. Cuando comenzó la contienda en 1936, muchos religiosos fueron asesinados en el Principado por los radicales de izquierdas. "Serán 6.832, al final, las víctimas de la Guerra civil española entre sacerdotes, religiosos y religiosas. Y a esto hay que añadir todas las víctimas laicas, asesinadas tan sólo por profesar la religión católica", ha recordado el Cardenal Becciu.

A finales del verano de 1934, Ángel Cuartas Cristóbal fue uno de los muchos seminaristas que, tras finalizar sus vacaciones familiares, debían volver al seminario mayor de Oviedo, donde había cursado sus estudios y donde apenas unos meses antes había sido ordenado subdiácono. Ángel era el octavo de nueve hijos, y su familia le había aconsejado que no volviera a Oviedo por la situación de hostiidad hacia el clero que se vivía en la capital asturiana. Pero él no obedeció. Volvió junto a sus cinco compañeros.

Mariano Suárez Fernández, decidido a continuar sus estudios porque ese año tenía que hacer los votos; Jesús Prieto López, de una familia tan pobre que sus estudios habían sido pagados por el párroco; César Gonzalo Zurro Fanjul, quien murió gritando "¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la España católica!"; José María Fernández Martínez, huérfano de madre e hijo de un padre minero; Juan José Castañón Fernández, el más joven del grupo, quien tenía tan sólo 18 años; mientras el más grande de ellos contaba 24.

Durante la Guerra, los sectores más violentos se hicieron con el poder, y los asesinatos de religiosos se multiplicaron. Entre ellos, los otros tres jóvenes beatificados hoy: Manuel Olay Colunga, que ya había escapado de la muerte en Asturias dos años antes, logró esconderse durante un año antes de ser encontrado y asesinado; Sixto Alonso Hevia, arrestado junto con su padre, ferviente católico y, por último, Luis Prado García, que también había cumplido su servicio militar, y quien fue asesinado en la playa de Gijón.