Pablo Fermín Irigarai Goizueta

Católicos y Científicos ofrece en esta ocasión el perfil del navarro Fermín Irigarai, médico cirujano y escritor, defensor y propulsor de la lengua vasca

Pablo Fermín Irigarai Goizueta

Alfonso V. Carrascosa

Publicado el - Actualizado

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Pablo Fermín Irigarai Gozueta fue un médico cirujano y escritor, que nació en la Casa Maistronea de Burguete (Navarra) el 25 de enero de 1869, siendo el segundo de diez hermanos. Falleció en Pamplona el 3 de septiembre de 1949, a los 80 años de edad.

Estudió Bachillerato en el Colegio Huarte de Pamplona para posteriormente estudiar Medicina en Zaragoza junto con su hermano Hipólito. Acabó la carrera de Medicina en Madrid en 1892, y se fue a ejercer la profesión a su Burguete natal durante seis años. Se casó con su prima Felisa Irigaray.

Tras estos años, fue destinado a Vera de Bidasoa en 1898 y a Irurita, donde vivió y trabajó desde 1902 hasta 1915. Dicen que en esta época de las zonas del Valle del Baztán y del Bidasoa fue cuando profundizó en el conocimiento del vascuence, idioma con el que había convivido en su niñez, pero que no dominaba. Después comenzó a escribir en vascuence en diversas publicaciones como La tradición navarra, Napartarra, Amayur, Euzkadi, Euzko-Deya y La Voz de Navarra. Con el paso del tiempo llegaría a ser miembro de la Academia de la Lengua Vasca, concretamente en 1919, junto con otros escritores como Jose Agerre, Teodoro Arburua, el Padre Celestino de Caparroso o el Padre Eusebio de Etxalar.

En 1915 se trasladó a Pamplona, donde por méritos propios ejerció como cirujano y director en el Hospital Provincial. A partir de 1924 empezó a colaborar intensamente en la revista Gure Herriade de Bayona. En 1926 publicó en Itzaldiak su conferencia ‘Naparra’ko erranerak’(Dichos y aforismos navarros). A lo largo de su vida colaboró con la promoción del vascuence, participando activamente en los movimientos a su favor, siendo uno de los fundadores de la Sociedad de Amigos del Vascuence, que presidió en el año 1933.

Milagros y medicina

En 1905 publicó en español el libro Topografía médica del valle de Baztán, en 1945 Guía médica del asistente a moribundos, y en 1949, poco antes de fallecer, la Guía médica del intérprete de milagros y favores, prologada por el Dr. Marañón. En el punto 7 del mismo, el doctor Marañón dijo que el libro estaba escrito «Sin impiedad, porque es creyente a machamartillo, sin fanatismo, porque no puede serlo siendo un médico tan inteligente como él. Plantea el autor —prosigue— un problema que parece abstruso y que no lo es, no lo es nunca la verdad, solo esto haría a la guía del doctor Irigaray digna del éxito que seguramente va a conseguir».

Más adelante, el propio autor en su prólogo dice que «en la iglesia los milagros son una realidad indiscutible, histórica y actual. Los católicos creemos que milagros habrá siempre: es verdad que no son frecuentes, pero lo son con causa proporcionada» a lo que añade que «me ha parecido deber establecer instrucciones generales para evitar caigamos los católicos en aquella inexactitud y evitar seamos precisamente los católicos los que demos ocasión o pretexto de censura a los médicos psiquiatras antisobrenaturalistas, y aún a los psiquiatras católicos, que respecto a la apreciación del milagro hilan muy delgado, como es preciso y necesario», refiriéndose a que el exceso de confianza a veces practicado hacia la calificación de milagros que luego se demuestra que no son —debido a una piedad exagerada y mal entendida— va en detrimento de los auténticos.

Asímismo, también menciona en el texto que «Dios, por ley ordinaria de su inefable Providencia, quiere sucedan las cosas mediante las causas segundas, por esto son pocos los milagros, pocos también los casos en los que haya que recurrir para explicarlos a causas sobrenaturales».

En el punto 1 de su resumen final señala que «la finalidad de este trabajo es llamar la atención de los católicos acerca de una especialidad médica que enseña y estudia las curaciones con arreglo a ciencia y experiencia médica» para añadir en el punto 5 que «el milagro es hecho no natural pero evidente por ser sensible, inusitado y divino». Continúa en el punto 6 citando el «excelente criterio del benedictino Padre Feijóo anatematizando el exagerado empeño de ver milagros», y finalmente en el 10 asegura que «la vida cristiana es profiláctica de las neurosis».

Por otro lado, en el apéndice 4 del libro (página 136) explica que «es tanta la ayuda filosófica y religiosa que recibe la psicoterapia para la profilaxis de las enfermedades mentales como paratratamiento, que psiquiatras tan expertos como Dubois de Berna y Déjaerine de París, dicen que es casi imposible que un cristiano que viva sus doctrinas llegue a ser un neurótico. Esto que llaman vivir sus doctrinas es lo que los católicos llamamos vivir cristianamente, y lo que san Pablo y san Juan distinguieron llamando hombre viejo al hombre de los apetitos o de las concupiscencias y hombre nuevo al hombre cristiano, al hombre razonable que tiene en Jesucristo su ejemplar».

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