Es elegido Papa quien Dios quiere en cada momento ? editorial Ecclesia
Madrid - Publicado el - Actualizado
4 min lectura
Es elegido Papa quien Dios quiere en cada momento ? editorial Ecclesia
Ya quedábamos emplazados a este tema la pasada semana (página 35). Se trata de una conversación de Francisco con los niños de una parroquia romana. Uno de los niños, le preguntó la razón por la que fue elegido Papa. En una sencilla, hermosa, participativa y divertida catequesis, el Obispo de Roma entabló con los niños una conversación más que interesante y actual. ¿Qué es lo que dijo Francisco? Tan sencillo como claro y elocuente: "Los cardenales hablan entre ellos sobre lo que necesita la Iglesia hoy, y, por ello, si es mejor una personalidad de este perfil o del otro? Todo razonamientos humanos"? hasta que el Señor envía al Espíritu Santo. "Es un proceso hecho de mucha oración? Y Dios, el Espíritu Santo, transmite el voto que hace al Papa? y el que resulta elegido quizás no es el más inteligente, ni más astuto, ni el más diligente para hacer las cosas, pero sí el que Dios quiere en cada momento de la Iglesia".
Y abundó el 264 Papa de la historia de la Iglesia: el elegido en relación con el anterior y anteriores "será diferente, será diverso, más o menos inteligente, no se sabe", pero será el que Dios quiere. Y recordemos, tal y como el mismo Francisco ha confesado desde el primer momento de su elección, esta certidumbre le llenó de paz ya en la tarde ?venturosa tarde- del miércoles 13 de marzo de 2013. Una paz ?hace apenas dos meses lo volvió a desvelar- que desde entonces no le ha faltado.
Estamos en las vísperas ya aludidas del cuarto aniversario de esta elección pontificia. Entonces, desde Roma, titulábamos nuestro comentario Editorial de ecclesia (número, 3.666-67, página 5) "El único cónclave que existe es el del Espíritu Santo" y en él expresábamos ?al igual que otras muchas ocasiones posteriores- nuestra absoluta convicción de que Dios había actuado en el cónclave, dándonos el Papa que en ese momento Él quería ?y sigue queriendo- para su Iglesia.
Ante el citado cuarto aniversario y en medio de voces críticas (muy minoritarias y muy escoradas) que se alzan contra Francisco, bastarían los párrafos precedentes para reiterar, como también hizo nuestro Editorial de hace una semana, nuestra comunión y adhesión, afectiva, efectiva y sin fisuras, con Francisco. Una adhesión y comunión a la que cualquier miembro de la Iglesia, salvo que pretendamos instrumentalizar la Iglesia a nuestro antojo y al albur de nuestros gustos e ideologías, está emplazado. Este semanario lleva ya 76 años haciéndolo, viviéndolo y transmitiéndolo con todos los Papas. Pero ¡es que ahora, además, hay tantos motivos añadidos para ello!
¿Cómo poner en duda, por ejemplo, el inmenso y tan benéfico torrente de puro Evangelio que destilan sus palabras, sus gestos, sus acciones? ¿Cómo no sentirnos interpelados cuando él predica, en primer lugar, dándonos permanentemente ejemplo? ¿Cómo no sintonizar con sus llamadas a la conversión y a la reforma cuando conversión es la primera palabra del Evangelio? ¿Cómo sería posible que todos los cristianos no hayamos sentido y respondido, de un modo u otro, en mayor o en menor medida, a sus apremiantes y tan evangélicos reclamos en pro de la caridad y de la misericordia en medio de tantas heridas e injusticias, de tantos preteridos y marginados como abundan en nuestra sociedad y en nuestras comunidades? O sin ir más lejos (ver página 30 de hoy), ¿cómo poner en duda su coraje apostólico, su firme determinación y sus indiscutibles pasos hacia la unidad de los cristianos?
Ni este ni ningún Papa ?reiteramos, una vez más- es más nuestro ni es menos nuestro, no es mejor ni peor, en la medida en que se aproxime o se aleje de nuestras sensibilidades, gustos, intereses, idiosincrasias, preferencias, prioridades o posicionamientos ideológicos. No es el Papa ?ni este ni ninguno- quien tiene que estar en sintonía con nosotros, sino que hemos de ser nosotros, e incondicionalmente, quienes estemos en sintonía con él. Nosotros no somos jueces ni intérpretes de la ortodoxia o de la ortopraxis, ni de la reforma de la Iglesia con la que sueña Francisco, sino que es Pedro la roca en la que se cimenta la unidad, la comunión y la misión de la Iglesia.
¡Demos gracias a Dios! Él nos guía. Nadie más que Él ama y se preocupa por su Iglesia. Y Él es quien eligió y elegirá, cuando corresponda, Papa.