Algo nuevo
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“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43, 16-21).
Mediante ese oráculo divino, un profeta anónimo trata de ofrecer una palabra de esperanza a su pueblo, que está viviendo el drama de la deportación en Babilonia. El Dios que en el pasado lo liberó de Egipto puede ahora liberarlo de la nueva esclavitud.
Las gentes de Israel pueden entonar un canto de alegría y de gratitud por la misericordia que Dios les ha demostrado a lo largo de su historia: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125).
También san Pablo confiesa a los cristianos de Filipos que él ha considerado como basura su propio pasado de fiel fariseo, con tal de “ganar a Cristo y existir en él” (Flp 3, 8-14).
Un mensaje profético
En el evangelio de este quinto domingo de Cuaresma se recuerda el episodio de la mujer adúltera (Jn 8, 1-11). En él se hace presente el mensaje de Jesús sobre la misercordia.
A los escribas y farises no les importa la dignidad de la mujer. Ante Jesús recuerdan las prescripciones de la Ley. Pero lo hacen tan solo para desprestigiar a Jesús ante las gentes. Eso pretenden con su pregunta: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?” (Jn 8, 6).
Si el Maestro dice que hay que apedrear a la mujer, lo acusarán de despiadado. Si dice que no ha de ser condenada, lo acusarán de despreciar la Ley de Moisés, que imponía la lapidación como pena por el adulterio (Lev 20, 10; Dt 22, 22-24). En ambos casos, Jesús se desacreditará como profeta.
Jesús parece ignorar la pregunta y se inclina para escribir algo en el suelo. Ese gesto del Maestro puede evocar las palabras de Jeremías: “Señor, esperanza de Israel, quienes te abandonan fracasan; quienes se apartan de ti quedan inscritos en el polvo por haber abandonado al Señor, la fuente de agua viva” (Jer 17, 13). Los fariseos se han alejado del manantial de la vida.
Los acusadores y la acusada
Pero Jesús es un profeta que denuncia el mal y anuncia la posibilidad del bien. De hecho, no se limita a escribir en la tierra, sino que pronuncia dos sentencias proféticas. Una va dirigida a los acusadores y la otra, a la acusada por ellos.
• “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra” (Jn 8, 7). No tienen derecho a condenar a los pecadores los que tratan de olvidar o de esconder sus propios pecados. Los fariseos presumen de justos entre los hombres, pero su justicia está lejos de la misericordia de Dios. Condenan el pasado, pero no están abiertos al futuro.
• “Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”. Los fariseos piensan que en aquella mujer no puede estar Dios. Sin embargo, Jesús sabe que nadie puede afirmar que en una persona concreta no puede estar Dios. La misericordia de Dios se ha hecho visible en Jesús.
Señor Jesús, contigo se ha manifestado al mundo algo nuevo. Tú nos has revelado que Dios está siempre dispuesto a ofrecernos una segunda oportunidad. Ayúdanos tú a reconocer con humildad nuestras culpas, a pedir confiadamente perdón y misericordia y a ser misericordiosos con todos nuestros hermanos. Amén.