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José-Román Flecha Andrés

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“Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las indispensabes”. En la ciudad de Antioquia de Siria se reunía un grupo de creyentes procedentes de la cultura y de la religión griega. Algunos hermanos, fieles a las tradiciones, pretendían obligarlos a circuncidarse y pasar previamene por el judaísmo.

Ante la tensión que se había creado, era necesario tomar una decisión. Tras una intensa discusión, los apóstoles y los responsables de la comunidad de Jerusalén decidieron que no era justo imponer esa obligación a los nuevos hermanos. No era cuestión de ritos. Se trataba de reconocer que Jesús era el Salvador de todos. Era preciso armonizar la fidelidad al mensaje recibido con la flexibilidad para extender ese mensaje a otras culturas (Hch 15,1-2.22-29).

Con razón la liturgia nos invita a cantar con el salmo responsorial: “Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben” (Sal 66). La ciudad santa de Jerusalén que desciende de Dios ha de ser la casa común de toda la humanidad (Ap 21,10-14).

ANUNCIO Y DENUNCIA

El mensaje evangélico que hoy se proclama se sitúa en el marco de la última cena de Jesús con sus discípulos (Jn 14, 23-29). Evoca en primer lugar la dramática seriedad de un testamento y la solemnidad de una profecía que incluye un anuncio y una denuncia.

• “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. La palabra de Jesús llega hasta nosotros como un don totalmene gratuito. Lo recibimos con gratitud y esperamos que produzca en nosotros los frutos de la fe.

El amor al Señor nos ayuda a escuchar y guardar su palabra. Y la fidelidad a la palabra del Hijo nos asegura el amor de su Padre. Gracias a esa palabra divina, nuestra existencia humana es un templo de su gracia. Estamos llamados a ser la morada de Dios en el mundo.

• “El que no me ama no guardará mis palabras”. He ahí la denuncia profética con la que Jesús saca a la luz nuestras infidelidades de cada día. Unos se avergüenzan de la fe y otros la pregonan por interés. Pero la prueba de nuestro amor al Señor es la escucha de su palabra y el humilde empeño de vivir de acuerdo con ella.

ALIENTO ANTE EL TEMOR

Además, en el texto evangélico que hoy se proclama se recoge una frase de Jesús que nos ofrece el aliento necesario para recorrer el camino que él nos ha indicado.

* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. El Maestro era consciente del escándalo que sus discípulos habían de padecer. Y los exhortaba a la confianza. Ni la traición de Judas ni la negación de Pedro deberían hacerles perder la esperanza.

* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. El Maestro anunciaba ya las dificultades que habría de encontrar la comunidad de la Iglesia a lo largo de la historia. A pesar de todo, la Iglesia debería superar el temor.

* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. El Maestro sabía que el corazón es el símbolo de la interioridad de la persona. En realidad trataba de alentar a todos los creyentes a aceptar la cruz y dar testimono de la esperanza con generosiad y valentía.

Señor Jesús, nosotros creemos que tú eres la palabra de Dios, que ha puesto su tienda en medio de nosotros. Te damos gracias por la luz con que iluminas nuestro camino y por la fuerza con la que nos ayudas a vencer el temor y el desaliento.

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