Orar y compartir
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“Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres” (Lc 19,8)
Señor Jesús, tú sabes que nos esforzamos por conseguir la mayor cantidad de bienes de este mundo. Pero ese empeño termina por defraudar nuestros proyectos y nuestras esperanzas. Nos engañamos al pensar que el tener riquezas es el mayor apoyo para el ser de la persona.
El relato de tu encuentro con Zaqueo contiene una enseñanza para los hombres y mujeres de cualquier creencia y religión. De hecho, nos dice que un servicio público no debe convertirse en un medio para conseguir de forma ilícita el beneficio privado.
Para todos los cristianos este mensaje nos recuerda el significado de la profesión. Quien se dedica a servir a los demás no debe servirse de ellos para satisfacer sus propios intereses. Servir con honradez es una forma elemental de practicar la caridad.
Pero además de una lección moral este relato evangélico es un mensaje sobre tu identidad y tu misión. Tú has venido a este mundo para ir al encuentro de los pecadores. Antes de que ellos te busquen, tú has decidido salir a buscarlos. Y ese encuentro comporta una conversión.
“Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres”. Zaqueo te recibe en su casa y confiesa que tu visita ha cambiado su estilo de vida. Quien se ha dedicado a acaparar bienes, se muestra decidido a compartirlos con los pobres.
Zaqueo ha comprendido quién eres tú y qué es lo que has venido a hacer y a enseñarnos. Tú te has despojado de tu grandeza para compartir nuestra pequeñez. Encontrarte a ti es y ha de ser siempre nuestra mayor riqueza.
Además, tú te has identificado con los más pobres y necesitados. La generosidad de Zaqueo no es solamente la expresión de su conversión. Es también un gesto profético que anticipa lo que tú nos has de preguntar en el juicio definitivo.
Señor Jesús, que esa riqueza de servirte en los demás sea nuestra única aspiración. Amén.