Editorial de la Revista ECCLESIA en la hora de la muerte de Adolfo Suárez

Editorial de la Revista ECCLESIA en la hora de la muerte de Adolfo Suárez

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Editorial de la Revista ECCLESIA en la hora de la muerte de Adolfo Suárez: El legado del católico Adolfo Suárez nos enriquece, alecciona e interpela

"Su vida está en las manos de Dios? Hemos pedido que le administren los santos sacramentos". Fueron las palabras casi finales de Adolfo Suárez Illana al comunicar, en el mediodía del viernes 21 de marzo, el estado crítico de la ya muy deteriorada salud de su padre, el expresidente del Gobierno de España, Adolfo Suárez González.

No entramos ahora a valorar si estas palabras tuvieron mucho o poco eco, pero sí hemos de decir que a nosotros nos impresionaron y nos causaron una muy grata y reconfortante impresión. Y ello no solo porque ya expresiones de esta naturaleza apenas se escuchan en la vida pública, sino porque, además, manifestaban sinceridad y coherencia con la vida de un católico. De una persona, que, como afirmó el presidente de la CEE, que "con discreción y al mismo tiempo con firmeza", siempre mostró y demostró "sus profundas convicciones cristianas", las cuales "también en su vida privada ?prosiguió monseñor Blázquez- fueron decisivas para afrontar con entereza y esperanza numerosas dificultades personales".

No corresponde a nuestra revista trazar ahora un comentario editorial sobre la actividad estrictamente política de Suárez. Pero la hemeroteca de ecclesia es testigo cualificado del servicio que de 1976 a 1981 Suárez prestó también a la Iglesia. Adolfo Suárez González fue, sí, el presidente del Gobierno que trajo, junto al Rey Juan Carlos I, la democracia a España. Fue el presidente del Gobierno de los Pactos de la Moncloa y de la Constitución de 1978. Sí. Y Suárez fue igualmente el presidente del Gobierno de los Acuerdos Iglesia-Estado de 1979, bien imbuidos, de un lado, de la doctrina y sentir del Concilio Vaticano II y, de otro lado, del llamado espíritu de la transición política en España, espíritu de concordia, consenso y reconciliación.

"No podemos olvidar ?señaló también monseñor Blázquez- que, entre otras muchas cosas, fue con él como presidente del Gobierno, cuando en 1979, se firmaron los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado español, que constituyen el marco normativo en el que se vienen desarrollando eficazmente las relaciones entre la Iglesia y el Estado". Y Suárez fue asimismo el presidente del Gobierno que actualizó la regularización salarial de los sacerdotes y quien les propició la Seguridad Social.

"España le debe mucho, por su contribución singular a la reconciliación y a la recuperación de las libertades fundamentales y a la democracia, en una etapa histórica particularmente importante de la que todos somos beneficiarios", escribió el presidente de la CEE. Es incontestable esta afirmación. Como lo es el afirmar que la Iglesia en España también le debe mucho a Suárez, quien, a su vez, recibió mucho de ella, desde su infancia y juventud, en la que fue militante y dirigente de la Acción Católica, y de la que asimismo recibió toda la colaboración posible durante la Transición para que la "cuestión religiosa" no fuera óbice para este gran e ineludible objetivo.

No queremos tampoco pasar por alto el testimonio callado y, a la par, elocuente que Adolfo Suárez, sin alharacas ni ostentaciones de ningún tipo, realizó en su vida matrimonial y familiar. Testimonio, además, bien crucificado y doliente y al que aludió asimismo el presidente de la CEE a la familia, tal y como nosotros ya hemos reproducido en el final del primer párrafo de este comentario editorial. Y ello cobra mayor valor todavía si tenemos en cuenta que no sobran, precisamente, testimonios así de cabales en la vida pública y en la vida privada de nuestros políticos, de aquí o de allí.

Lealtad, generosidad, patriotismo, esfuerzo denodado en pro del consenso para la superación de la fractura política y social que vivió la sociedad española en el siglo XX y búsqueda de la concordia fueron los rasgos que de Suárez destacó el Rey de España en su mensaje a la nación. ¿Quién puede dudar de la justeza de este diagnóstico? ¿Quién puede dudar de que estos valores humanos, irrigados, además, por la savia del cristianismo, son siempre aleccionadores y dignos de reconocimiento?

"El ejemplo que nos deja ?concluyó el monarca- es muestra de que juntos, los españoles, somos capaces de superar las mayores dificultades y de alcanzar, con unidad y solidaridad, el mejor futuro colectivo para todos". ¿Cómo no intentar aprovechar ahora, en medio de la crisis que sacude a nuestra sociedad ?crisis no menor, en todos los órdenes, a la que se vivió en la década de los años setenta del siglo pasado-, dejarnos interpelar por este mensaje y legado, más aún si el mensaje y legado es de un cristiano, de un católico?