Elogio, nostalgia y reto de la Transición en España ? editorial Ecclesia

Ya lo dijimos la pasada semana y en este mismo número volvemos también al tema en las páginas 12 y 38. Y es que creemos que la experiencia vivida en España del 21 al 31 de marzo con ocasión de la muerte de Adolfo Suárez no podemos dejarla pasar por alto sin ahondar y actualizar su significado y sin dejarnos interpelar por su reto.

Los valores que el expresidente del Gobierno de España, recién fallecido, encarnaba y representaban son, quizás, hoy más necesarios que nunca. Si Suárez es, junto al Rey Juan Carlos I, el icono y artífice de la Transición política española a la democracia, debemos mostrar, en primer lugar, una actitud agradecida y de reconocimiento a aquellos vertiginosos, apasionantes y venturosos años. Nada es perfecto en la vida. Pero la Transición fue un acierto, que merece el elogio de todos, sin recelo de ninguna naturaleza. Poco importa ya si se pudo o no hacer mejor porque lo evidente es que se hizo bien y que trajo para España los mejores años de toda su historia, al menos, contemporánea.

En medio de la actual crisis generalizada que vive nuestro país ?económica, institucional y moral-, el modelo de la Transición se hace más necesario que nunca. ¿Cuál es este paradigma? La altura de miras, el esfuerzo por la concordia, la búsqueda de la reconciliación, la generosidad, la solidaridad, el priorizar lo que nos une frente a lo que nos divide y el interés general sobre lo particular, el afán por el consenso y por hallar soluciones a los problemas, la honestidad y la honradez. No es que "canonicemos" la Transición, pero sería suicida ignorarla, minusvalorarla o pretender llevar a cabo ahora proyectos políticos frentistas, particularistas y de discordia.

Y en este empeño, y al igual que aconteció hace más tres décadas, la Iglesia católica en España ?cuyo papel entonces, en fidelidad al Concilio Vaticano II, fue tan importante y decisivo- está disponible, desde su identidad y misión, a colaborar en la tarea.