En las riberas del Lago de Galilea, por José Barros

En las riberas del Lago de Galilea, por José Barros

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En las riberas del Lago de Galilea, por José Barros Guede

En las riberas del lago de Galilea impregnadas de la naturaleza y del perfume de los campos, Jesús de Nazaret, que amaba las flores, las aves, el mar, las montañas y la inocencia de los niños, desarrolló su mayor actividad evangélica con sus milagros y con su predicación suave y dulce del Reino de Dios o de los Cielos. En su tiempo, en dichas riberas se hallaban las poblaciones de Cafarnaún, Bethsaida, Magdala, Guinosar, Gerasa y Tiberias, llenas de vida y encanto, cuyos habitantes, en su mayoría, pescadores y pastores, gozaban de un magnífico clima.

Jesús de Nazaret, después de ayunar y ser tentado por Satán durante cuarenta días y cuarenta noches en las montañas de Judea, cercanas a Jericó, y de conocer que Juan Batista había sido arrestado por Herodes Antipas, viene a Galilea a proclamar y fundar el Evangelio del Reino de Dios o de los Cielos. En las orillas de dicho lago, conoce a los hermanos Simón Pedro y Andrés, naturales y vecinos de Cafarnaúm, y a los hermanos Santiago y Juan, hijos de Zebedeo y vecinos de Bethsaida, que eran pescadores. Les invita a seguirle y ser pescadores de hombres, y ellos dejando sus redes le siguen.

Fija su segunda residencia y centro de sus operaciones evangélicas en la casa de sus discípulos, Simón Pedro y Andrés, en Cafarnaúm, población de pescadores y pastores donde habitaban con su familia. En dicha población, además, había una sinagoga judía, un recaudador de impuestos, llamado Leví o Mateo, y una centuria de soldados al mando de un centurión por ser puesto fronterizo y camino importante entre Palestina y Siria.

El primer sábado de su llegada a esta ciudad, Jesús de Nazaret entra en la sinagoga y dice a los judíos presentes: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos (Mt. 4,17). Cura a un hombre endemoniado que le increpaba en la sinagoga. Sana a la suegra de Simón Pedro que se hallaba enferma, al criado enfermo del Centurión y a otros muchos enfermos y endemoniados que le llevaban al ponerse el sol. Ve a Leví o Mateo en su puesto de recaudador de impuestos y le invita a seguirle. El dejando su oficio se convierte en su discípulo y será, en su día, el evangelista que recogerá los famosos discursos de Jesús de Nazaret, llamados, Logias, en su primer Evangelio.

Todos los sábados ensañaba con autoridad a sus vecinos, de tal manera, que quedaban asombrados de su sabiduría y de su poder. En sus predicaciones solía decirle a sus oyentes: Buscad primero el Reino de Dios y todo lo demás se os dará por añadidura. No tengáis cuidado por el mañana, el mañana se cuidará de sí mismo. A cada día basta su afán (Mt. 6,19-21). Los escribas y fariseos enterados del éxito de su predicación, de la promulgación del Reino de Dios o de los Cielos y de sus muchos milagros entre los vecinos de los pueblos de las riberas de dicho lago, vienen desde Jerusalén a Cafarnaúm para tentarle y criticarle, pero Jesús de Nazaret les contesta y les replica con sus sabias y verdaderas explicaciones bíblicas

En las riberas montañosas occidentales del lago de Galilea, próximas a Cafarnaúm, y en las orillas de dicho lago predicaba el evangelio del Reino de Dios o de los Cielos, de amor y de vida eterna a la muchedumbre de gentes que le seguían desde un barca de sus discípulos, valiéndose de bellos discursos, de célebres aforismos y de hermosas comparaciones. Curaba a los enfermos, les daba de comer a los hambrientos multiplicando el pan y el vino. Dio el poder de primado a Simón Pedro sobre la Iglesia y visitó varias veces a sus discípulos después de resucitado.

Las mujeres sentían un afecto especial y un amor puro por Jesús de Nazaret. Querían escucharle, cuidarle y seguirle. Entre ellas, encontramos a María Magdalena, natural de Magdala, mujer muy vehemente y poseída por siete demonios (afectada por enfermedades nerviosas), a quien la belleza pura y dulce de Jesús de Nazaret la curó de su estado exaltado y nervioso. En su agradecimiento, le siguió en todas correrías evangélicas y le acompañó hasta su muerte en la cruz, y será el primer testigo de su resurrección. Otras mujeres que le acompañaron, en su predicción evangélica junto con sus discípulos fueron Salomé, esposa de Zebedeo y madre de Santiago y Juan, Juana, mujer de Khouza, intendente de Herodes Antipas en Tiberias, Susana y otras más.

Actualmente, en las riberas occidentales montañosas del lago de Galilea se halla un precioso edificio religioso que conmemora el célebre discurso de las Bienaventuranzas o del Sermón de la Montaña. Descendiendo hacia el lago se halla el lugar de Tabgha, donde tuvo la multiplicación de los panes y los peces y donde existe el Hospicio Benedictino con una iglesia imponente de tres naves y rodeado de hermosos jardines y huertos, propiedad del Comité Católico Alemán. Un poco más abajo, se encuentra la iglesia del primado de Simón Pedro, levantada por los religiosos franciscanos para marcar el sitio donde Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitado.

En Cafarnaúm no existe población alguna. Los edificios que hay son: uno en forma de barca en el solar de la casa de los hermanos Simón y Andrés, una pequeña residencia de religiosos franciscanos que guardan estos terrenos como sagrados, una antigua sinagoga judía del siglo IV, medio construida y abandonada, y un poco más al norte un pequeño monasterio ortodoxo. En la población de Tiberias hay un complejo turístico hotelero y en la llanura de Guinosar, un Kibutz israelita.

José Barros Guede

A Coruña, 11 de mayo del 2015