Los orígenes católicos de la Cruz Roja Española: otro ejemplo de conciliación Ciencia-Fe

Nicasio Landa, Elena Sánchez de Arrojo y Eduardo Castillo Piñeiro, los tres científicos y católicos que pusieron en marcha Cruz Roja Española

Los orígenes católicos de la Cruz Roja Española: otro ejemplo de conciliación Ciencia-Fe

Alfonso V. Carrascosa

Publicado el - Actualizado

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Es poco conocido el papel que jugaron convencidos católicos en la puesta en marcha de la Cruz Roja, institución surgida para dar socorro a soldados heridos en batalla. Su nivel académico permite presentarlo como un ejemplo de conciliación ciencia-fe.

Una de las personas cruciales en los comienzos de Cruz Roja fue el navarro Nicasio Landa (1830 – 1891). Nació y murió en Pamplona, donde comenzó su carrera académica obteniendo el título de bachiller en Filosofía con mención honorífica en Historia Natural. Luego se vino a Madrid y consiguió en la Universidad Central los grados de bachiller en Medicina en 1850, de licenciado en Medicina y Cirugía en 1854 y el de doctor en Medicina y Cirugía en 1856. Por la relevancia del personaje cuenta con varias biografías propias, de una de las cuales tomo tomo parte de lo aquí referido

Fue nombrado médico militar y, por petición propia, tomó como primer destino el Cuartel General del Primer Cuerpo del Ejército de África, entrando en combate un gran número de veces. Se casó en 1881 con María de los Dolores de León y de Gregorio Navarrete. Tuvieron cuatro hijos. Entre sus primeras intervenciones médicas destaca el cólera morbo asiático que afectó Navarra en 1855, asistiendo gratuitamente a la mayor parte de los afectados en las distintas localidades donde se padeció. En 1857 fue catedrático interino de Historia Natural en el instituto de Pamplona, obtuvo por oposición plaza para el cuerpo de directores de Baños Minerales.

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Como médico militar intervino de manera muy señaladas en el campo de batalla, en guerras como la de Marruecos (1860), la Guerra franco?prusiana (1870), o la Tercera Guerra Carlista (1872?1876). Ideó el conocido como ‘Mandil Landa’: se dio cuenta de que en muchas ocasiones era bastante problemático transportar a los heridos a los puestos de socorro o a un hospital cercano ya que algunas veces éstos se encontraban en lugares geográficos de difícil acceso como por ejemplo bosques o montañas e inventó un tipo de transporte alternativo que ayudara a los sanitarios civiles y militares a transportar a los heridos. Se trataba de un trozo de tela grande que se ataba a la parte delantera del enfermero mediante unas correas y simplemente se agregaba una estructura de madera en la base, la cual era a la vez sostenida por otro asistente a modo de camilla para que el herido se instalara en el centro: salvó muchas vidas que en otras ocasiones se hubieran perdido.

En 1860 le tocó de nuevo el cólera, esta vez en África, dirigiendo un hospital de coléricos habilitado en la iglesia de San Francisco en Ceuta. Luego lo destinaron a Canarias para combatir la fiebre amarilla, haciéndose poco a poco un gran experto en epidemias. En 1863 acabó con la enfermedad y fue nombrado caballero de Carlos III, siendo ese mismo año elegido académico correspondiente de la Real Academia de Medicina por una memoria sobre el cólera. En su libro ‘Viaje a Canarias’, contó las peripecias médicas así como interesantes observaciones etnográficas y costumbristas de estas islas, que le valió en 1871 la Medalla de la Emulación Científica de Su Majestad. También formó parte de la Sociedad Francesa de Arqueología, del Instituto de Derecho Internacional y de la Comisión de Monumentos de Navarra. Fue uno de los fundadores y directores del periódico titulado Memorial de Sanidad del Ejército y Armada.

En 1867 por orden real tomó parte en la Conferencia Internacional de las Sociedades de Socorro a los heridos militares, celebrada en París. En 1880 fue ponente del Congreso del Instituto de Derecho Internacional en la Universidad de Oxford e intervino en la redacción del Manual de las Leyes de la Guerra. Representó a España en la Conferencia Internacional de Ginebra de 1863 que llevó a la creación de la Cruz Roja Internacional, y, como consecuencia, Landa y José Joaquín Agulló y Ramón, conde de Ripalda establecieron la Sección Española de Socorro a heridos sobre la cual se constituyó la Cruz Roja Española, de la que fue nombrado inspector general en 1867.

Su elevado prestigio nacional e internacional, así como sus altas responsabilidades contraídas no exentas de riesgos, le llevaron a recibir multitud de condecoraciones. En 1868 publicó ‘Descripción de las Lápidas Romanas que existen en la ermita de San Sebastián del lugar de Gastiain - Valle de Lana’, estudio realizado por encargo de la Comisión de Monumentos históricos y artísticos de la provincia de Navarra que le supuso ser nombrado académico correspondiente de la Real Academia de la Historia. Sus obras escritas fueron muy numerosas.

Otras figuras clave en el nacimiento de Cruz Roja Española

Buena parte del mérito de la fundación de la Cruz Roja en 1863 se le atribuye, además de Nicasio y otros, a Henry Dunant que, tras observar horrorizado tras la batalla en Solferino (1859) a los heridos en combate, a quienes no sólo no recogía nadie si no que se les dejaba morir sin asistencia sanitaria, ideó un modo de hacerlo. Comenzó con el nombre ‘Asociación de Socorro a los heridos en el campo de batalla’, cuyos miembros deberían de llevar un brazalete con una cruz roja. Poco después esta organización se implantó en España con el nombre de “Asociación Internacional de Socorro a Heridos en Campaña de Mar y Tierra. Sección Española” gracias al médico experto en sanidad militar Nicasio Landa y Álvarez de Carvallo y de Joaquín Agulló, conde de Ripalda, encomendándosele la formación del personal a la Orden de San Juan de Jerusalén.

Guillermo Sánchez y Jon Arrizabalaga dan una importante clave sobre Nicasio en la reedición de su obra ‘Muertos y heridos y otros textos’ señalando sin ambages que Nicasio fue un liberal cosmopolita y erudito, pero sobre todo un ferviente católico: sí, así es, uno de los fundadores de Cruz Roja Internacional y responsable de su implantación en España fue un convencido católico médico militar y padre de familia. Es común en sus escritos encontrar textos como el que sigue: ‘…la perspectiva del peligro no hace disminuir en nuestros pechos la confianza grande, viva, inmensa en la bondad de Dios, cuyos misteriosos designios nos han traído aquí…’ (N. Landa. Recogido por Iturralde en La Avalancha, 1907, pág.100). Él mismo diría sobre el emblema ‘Ya nuestra bandera blanca con la Cruz Roja, símbolo de paz y de fraternidad cristianas y adoptada por todos los pueblos civilizados, flota sobre las Amezcuas…’. Hermanos de la Caridad fueron de los primeros voluntarios en las guerras carlistas en Navarra. Otra obra de caridad suya fue el Asilo del Niño Jesús en Pamplona, como primera guardería conocida para acoger a los hijos de las lavanderas que era atendido por las Siervas de María.

Menos conocida es la importancia de su actividad en el desarrollo de la asistencia psiquiátrica en Navarra durante gran parte del siglo XX, ya que el Manicomio Navarro se construyó basándose en el Proyecto de Manicomio agrícola que él realizó, por encargo de la Diputación Foral de Navarra en el año 1868, primera propuesta de asistencia psiquiátrica en Navarra. Quien terminaría dando el dinero necesario para la construcción del primer manicomio navarro fue el también navarro Fermín Daoiz y Argaiz (1823-1873) que dejó indicado en su testamento: “Declaro que estoy en mi cabal juicio y pleno uso de mis facultades intelectuales, pero que si porque la Divina Providencia lo hubiese así ordenado perdiese la razón, deseo volverme a ella para lo cual no se omitirían gastos empleando al efecto todas mis rentas y aún tomando de mi capital si para ello fuere preciso…Lego toda mi fortuna, de la cual se satisfarán las mandas ya expresadas a la Beneficencia Pública y al efecto y condolido de la pobre humanidad a quien Dios en su soberano poder retira la razón, la primera cualidad del hombre, notando la falta que un Establecimiento de dementes hace en la provincia a que pertenece el pueblo de mi naturaleza y las tres Vascongadas contando con el beneplácito de mi hermano quien en repetidas ocasiones ha estimulado mi sentimiento en este sentido y habiendo mi última enfermedad despertado más ardientemente este deseo”.

‘Los primeros cristianos de Pompeiopolis. Leyenda de San Fermín, publicada en 1882 (Landa, 1882) fue otra de sus obras, en la que describió de forma bastante piadosa el inicio del cristianismo en Pamplona.

Estableció contacto con Fray Benito Menni (hoy San Benito Menni), que llegó a España el 6 de abril de 1867 con la misión de restaurar la Orden de San Juan de Dios. El 20 de Junio de 1873 le remite una carta en cuyo encabezamiento podemos leer algo que nos da una idea del reconocimiento que este católico practicante tuvo en vida: “DON NICASIO DE LANDA Y ALVAREZ DE CARVALLO, INSPECTOR GENERAL de la Asamblea Española de la Confederación Universal de la Cruz Roja, Doctor en Medicina, Subinspector graduado del Cuerpo de Sanidad Militar, Benemérito de la Patria, Comendador de la Orden Americana de Isabel la Católica, Caballero de las Ordenes Españolas de Carlos III y del Mérito Militar, y de la Real Prusiana del Aguila Roja, Condecorado con la medalla de Africa, la Cruz de Emulación de Sanidad Militar, la Cruz de Bronce de Socorro a los heridos de Francia, y otras distinciones, Miembro honorario de los Comités Centrales de la Cruz Roja de Francia y de Bélgica, Miembro fundador de los Hospitales de Argel, vicepresidente de Honor de los Salvavidas del Sena, Individuo correspondiente de las Academias de Medicina y de la Historia, etc. “. Landa extendió, el 10 de septiembre de 1876, como Inspector General de la Cruz Roja en España un certificado al padre Menni en el que constataba que durante la guerra se había “... consagrado a prestar continuamente en los Hospitales el socorro espiritual y corporal a los heridos, sin distinción de procedencia, y con igual amor y cristiana caridad para los de uno y otro campo, con lo que se ha ganado la bendición de muchos desgraciados y ha merecido bien de la humanidad”. El hoy santo le pidió asistir como voluntario enfermero a los heridos de la III Guerra Carlista, a él y a un grupo de hermanos hospitalarios, en 1874. En 1885 repite el padre Menni combatiendo el cólera morbo como voluntario, en cuya acción fallecieron varias hermanas hospitalarias.

Eduardo Castillo construye la sede del Hospital Central de Cruz Roja en Madrid

¿Y quién construyó el que con el paso del tiempo sería sede del Hospital Central de la Cruz Roja en Madrid? Eduardo Castillo Piñeiro. Este médico católico ferviente fue pieza clave para la construcción del Hospital de la Cruz Roja.

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Carlista convencido –por Dios por la Patria y el Rey- se dice de él en el Archivo PARES que este madrileño (1845-1908) fue doctor en medicina por la Universidad Central de Madrid y obtuvo el doctorado en el año 1865. Fue determinante en la resolución médica de la epidemia de cólera que afectó a la ciudad de Madrid, lo que le valió un importante reconocimiento: la concesión de la medalla de bronce de la Junta de Sanidad del distrito del Hospital de Madrid. Llegó a ser director del Gabinete Anatómico del Doctor Velasco, pero por lo que nos referimos a él es fundamentalmente por que fue patrono constructor del Hospital de San José y Santa Adela, en cuyo edificio terminaría albergándose el actual Hospital de la Cruz Roja. Fue la piadosísima madrileña Doña Adela de Balboa y Gómez, una señora de familia noble y muy adinerada que murió relativamente joven, en 1890, a los cuarenta y ocho años de edad, sin ascendientes ni descendientes, dejando en su testamento el legado de que con sus bienes se construyese “una casa de salud para las enfermedades contagiosas… infecciosas de cualquier clase… y para enfermedades propias de la mujer” en las que se atendiera gratuitamente a “criados y criadas de esta Corte”, siendo Eduardo Castillo uno de los albaceas de su testamento, que además formó parte de la Sociedad Ginecológica de España, fue diputado carlista por Tafalla, y dirigió el periódico conservador El Papelito. Una vez terminada en 1908 la que se denominó Casa de Salud San José y Santa Adela, con elementos góticos mudéjares como era costumbre en el Madrid de la época, el primer proyecto atravesó dificultades que impidieron su apertura hasta 1913, gracias a una intervención directa de la reina doña María Cristina de Habsburgo-Lorena que, tras pasar a presidir su patronato y ante la necesidad provocada por los heridos en combate en la guerra de África, emitió un Real Decreto de 17 de diciembre de 1918 por el que convirtió el edificio en Hospital de la Cruz Roja, creada con anterioridad con la importante intervención del navarro Nicasio Landa, incorporando esta organización al patronato con la obligación, eso sí, de ampliar los servicios humanitarios, sin olvidar los objetivos fundacionales entre los que destacaba la creación de una Escuela Modelo de Damas Enfermeras. Todo este despliegue de actividad asistencial llevado adelante por profesionales creyentes, y gracias a la donación de doña Adela, devota católica, ocurrió durante los inicios de la denominada Edad de Plata, en cuyo desarrollo tan importante papel de promoción de la ciencia y sus aplicaciones jugó la Iglesia Católica directa o indirectamente, a través de personas consagradas o laicas pertenecientes a ella, aunque el discurso de la historiografía laicista se empeñe en convencernos de lo contrario. Testimonio de ello es el grupo escultórico en homenaje a la duquesa de la Victoria y por extensión a la Cruz Roja Española, que se erigió en 1925, donde se representa en actitud de socorrer a un herido, vestida de enfermera a doña Carmen de Angoloti y Mesa (1875-1959),. Por debajo corre una leyenda “A LA DUQUESA DE LA VICTORIA, INSIGNE BIENHECHORA DE LOS SOLDADOS HERIDOS Y ENFERMOS POR LA CAMPAÑA DE MARRUECOS LA NACION AGRADECIDA.

En la actualidad el Hospital Central de la Cruz Roja San José y Santa Adela depende del Servicio Madrileño de Salud de la Comunidad de Madrid, y pretende seguir siendo, en el área médica, de cuidados, y de recuperación funcional, un Hospital referente en Madrid para la atención integral a la persona Mayor/Frágil, tanto en la atención de los procesos agudos, como en procesos que requieran rehabilitación tras una intervención quirúrgica.

Las Hijas de la Caridad y Elen Sánchez Arrojo, primeras enfermeras que trabajaron en el Hospital de la Cruz Roja de Madrid

Elena Sánchez Arrojo fue una católica convencida y directa promotora de la Escuela de Enfermeras de la Cruz Roja. Escritora, poeta, activista social, concejala municipal y Presidenta de la Cruz Roja de Guadalajara, nació en Madrid en 1857 y partió a Filipinas por ser su padre militar. Allí se casó, tuvo dos hijos, enviudó y perdió también a su único hermano a consecuencia de la guerra: "donde pasé los más venturosos años de mi vida, entre amigos cariñosos y consecuentes, tanto como jamás volví a tener", según sus propias palabras, y donde comenzó a publicar sus primeros trabajos periodísticos y literarios. Estas circunstancias personales marcaron sin duda su vida y quehacer futuro. Volvió a España y perteneció al círculo de damas de la reina Victoria Eugenia, con la que creó en 1917 las Damas de la Cruz Roja, o de enfermería, mujeres no consagradas dedicadas a atender a los muchos heridos de las guerras coloniales, y del África en los años finales del siglo XIX y el primer tercio del XX, ya que todas las necesidades no podían ser atendidas por quienes desde el siglo XVII se habían estado dedicando a esos menesteres, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Ese mismo año se publicó ‘Manual de la carrera de enfermeras para el uso de las Hermanas de la Caridad Española’. Las primeras profesoras del curso de Damas de la Cruz Roja fueron experimentadas Hermanas de la Caridad: la Reina Victoria Eugenia se trajo a Sor Marta de Francia y a Sor María de Gran Bretaña.

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Elena Sánchez Arrojo escribió en 1920 otro manual de enfermería que se utilizó para la formación de las enfermeras de la Cruz Roja: “El Consultor de la Dama Enfermera”. Esta mujer también fue Dama de la Cruz Roja de Guadalajara, y junto a la reina y algunas infantas de la Casa Real perteneció además a la Junta de Damas del Hospital de la Princesa y a otras instituciones similares, siendo además la primera mujer en ocupar una concejalía en el Ayuntamiento de Guadalajara, la de Beneficencia y Sanidad en 1927.

Juan Pablo Calero Delso nos cuenta con detalle aspectos de la vida de nuestra protagonista, detalles como que v

como la entrega de 400 cartillas de ahorros a otros tantos escolares de la ciudad Guadalajara, iniciativa de la sociedad La Mutualidad Infantil que llevaba su hijo, el capitán Víctor Martínez, y del Instituto Nacional de Previsión. También presidió con

Junta Directiva de la Asociación La visita del soldado, fundada con motivo de la Guerra de Marruecos y que presidía la duquesa del Infantado.

Su obra escrita

En 1915 publicó

, en la imprenta de Cleto Vallinas, una novela de casi un centenar de páginas con prólogo del padre Albino Menéndez Reigada y que fue la más famosa de sus creaciones literarias. Al año siguiente dos obras de teatro:

, y

. En 1920 también con motivo de una gala benéfica se representó en el Teatro Principal de Guadalajara un sainete titulado

. Una vez que comenzó su actividad en la enfermería se centró en el

Los últimos años de su vida los pasó escribiendo poesía, una poesía casi mística que la acompañó hasta el 28 de junio de 1947, el día en que murió en su casa de la plaza de Boixareu Rivera (antes de Jáudenes), número 27 principal, de Guadalajara, a los 90 años de edad, para recibir sepultura en su cementerio, al día siguiente. Total, u

¿Y de dónde sale el emblema de la Cruz Roja?

Pues más que probablemente de un santo católico, como no podía ser de otra manera tratándose de una cruz, San Camilo de Lelis, que ayudaba a los soldados herido en el campo de batalla con una Cruz roja sobre su vestimenta. Siendo militar fue herido en batalla y hubo de ser hospitalizado.

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Tras curarse, su director espiritual –nada menos que san Felipe Neri- primero se hizo presbítero de la Iglesia Católica y luego fundó a los camilos u Orden de los Clérigos Regulares, Ministros de los Enfermos (M.I.) que iban a los campos de batalla ensotanados con una cruz roja para distinguirse con claridad, emblema que de manera milagrosa quedó intacto en la batalla de Canizza de 1601 al arder la tienda donde guardaban sus enseres. Henry Dunant propondría dicho emblema para la Cruz Roja por la facilidad de ser distinguido el personal dedicado a curar heridos.

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