El misterio del Corpus Christi que sostiene la fe de los cristianos en los momentos de dificultad
El periodista y sacerdote Josetxo Vera, nos da las claves en 'Chateando con Dios' del Evangelio de este domingo, 6 de junio
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Quienes peinan canas ahora se acuerdan de los tres jueves que hay en el año que relucen más que el sol y quien no las peinan saben que de esos tres jueves hay dos que ya no se celebran en jueves. Se refieren a grandes celebraciones de la Iglesia que tenían lugar en jueves: el Jueves Santo, el Jueves de la Ascensión y el Jueves del Corpus Christi. Ninguna de estas dos ultimas se celebran en jueves y han pasado a celebrarse el domingo.
Este domingo es la fiesta del Corpus Christi, una fiesta entrañable porque hace visible como el pueblo de Dios, los teólogos y la jerarquía de la Iglesia han ido cogiendo conciencia con el paso del tiempo del Misterio que tenemos en la Eucaristía y han ido incorporándolo a la construcción de la Iglesia. Los primeros cristianos celebraban la Eucaristía y muy pronto la conservaban en un lugar especial para distribuirla después de la celebración a los enfermos o a los encarcelados. Pronto ese lugar especial pasó a ser un lugar de adoración, van cogiendo conciencia de la presencia del Señor que no desaparece porque Jesús está realmente presente en el pan que ellos conservan y la gente se reúne en torno al Sagrario.
Y pronto se dan cuenta que ese Cristo se puede hacer presente en el Altar en una Custodia para que la gente lo pueda adorar y al tiempo se dan cuenta que pueda haber una procesión eucarística por las calles. En el fondo lo que celebramos es el misterio de la presencia de Cristo en la Eucaristía.
Hay un momento fundamental que todos recordamos en la celebración de la Eucaristía en el que el sacerdote pide al Señor que envíe su Espíritu sobre el pan y el vino para que sean para nosotros el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Es esa transformación que llamamos el momento de la Consagración. La realidad visible se mantiene. Sin embargo, la sustancia que les mantiene son el cuerpo y la sangre de Cristo. Ese misterio ha pasado a ser el centro de la vida de la Iglesia porque la Eucaristía hace la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía.
Lo que celebramos este domingo es la realidad de unas palabras que escuchábamos el domingo pasado: “Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo”. El Señor que asciende a los cielos, se queda presente en la Eucaristía. Ese misterio ha sostenido la fe de los cristianos en los momentos de dificultad, las personas que estaban en la cárcel.
Este domingo celebramos la presencia de Cristo en la Eucaristía donde está Él realmente presente, el Señor resucitado, el verdadero Cristo.
A partir de allí nos queda a nosotros dos misiones. En primer lugar, adorar al Señor. La adoración hace multiplicarse el apostolado y la evangelización de la Iglesia y sostiene la vida cristiana de la Iglesia. Es un buen día para recuperar esta misión. Es también un buen día para anunciar esta verdad en el mundo, el Dios todopoderoso y encarnado está presente en la Eucaristía. Es distinta una vida con Jesús en el Sagrario, que un Sagrario vacío.