Adrien, Pierre y Mohamed
Se cumplen en este verano los veinticinco años de la muerte de uno de los mártires de Argelia beatificados en 2018: el obispo de Orán, el dominico Pierre Claverie
Publicado el - Actualizado
5 min lectura
Se cumplen en este verano los veinticinco años de la muerte de uno de los mártires de Argelia beatificados en 2018: el obispo de Orán, el dominico Pierre Claverie. Murió por la explosión de una bomba junto a su chófer, Mohamed Bouchikhi, que tan solo tenía veintiún años. La noticia apenas llamó la atención de un muchacho de trece años, Adrien Candiard, que se encontraba entonces en Irlanda en un curso de intercambio de estudiantes. Con el tiempo, Adrien estudiaría Ciencias Políticas en París e incluso participó en la campaña electoral del socialista Dominique Strauss-Kahn. Sin embargo, en 2006 tomó una decisión que cambió su vida: ingresar en los dominicos. Desde 2012 vive en el convento dominico de El Cairo y trabaja en el Instituto de Estudios Orientales de la orden. Adrien Candard es un continuador actual de esos dominicos, no pocos de ellos franceses, que han sabido armonizar la fe y la cultura, al igual que aquel estudiante y profesor de la universidad de París llamado Tomás de Aquino.
Me encontré con uno de sus libros Pierre et Mohamed durante una visita a una librería religiosa en Lourdes. La mayor parte de una obra, que no llega al centenar de páginas, es el texto de una obra teatral, representada por primera vez en el festival de Aviñón en 2011, y en ella se recogen los monólogos del obispo y su chófer horas antes del atentado. El obispo regresa en avión a Orán y el conductor le aguarda para llevarle al obispado. Las fuentes del texto son artículos y homilías de Pierre Claverie, así como el diario personal de Mohamed Bouchikhi. Destaca también un escrito de Adrien Candiard en el que narra su encuentro con la espiritualidad del obispo de Orán. Libro corto y de bolsillo, aunque denso en contenido. Tres fragmentos me servirán para hacer algunas reflexiones.
“Los libros o las catedrales nos parecen más duraderos que nuestras amistades, pero nos equivocamos en eso; porque en el alma de los que han percibido en la amistad de Pierre, en la amistad de los santos, un reflejo del amor de Dios, ciertamente se ha construido un poco de vida eterna” (Adrien Candiard).
En efecto, esta obra de Candiard es un canto a la amistad por encima de las diferencias sociales, religiosas o ideológicas, que suelen ser otras tantas barreras que algunos fomentan para no ser perturbados en su poder o en sus intereses. Recuerdo haber oído una vez que un obispo, visitador asiduo de un colegio católico, siempre se acercaba a saludar al jardinero y se interesaba por su familia y sus asuntos. Alguien dijo que monseñor era amigo del jardinero. Pienso que era cierto, conocida su sincera caridad, aunque también estoy convencido de que otras personas me dirían que eso no es amistad sino mera cortesía. La amistad es otra cosa. ¿De verdad? Pedimos grandes requisitos a la amistad y a base de esperar el gran encuentro con el gran amigo con el que supuestamente vamos a tener una armonía perfecta, corremos el riesgo de descuidar, o lo peor ignorar, a quienes tenemos a nuestro lado. Esa actitud nos deshumaniza progresivamente y puede que al final lleguemos a la falsa conclusión de que la amistad no existe.
Un cristiano que no sea amigo de la gente no puede ser buen cristiano, aunque lo pretenda. Su principal error habrá sido separar la religión de la vida. En cambio, Adrien Candiard aprendió en los escritos del obispo Claverie a amar a Dios y a la vida con un mismo y único amor, un amor que nos diviniza precisamente porque nos humaniza. El monje dominico asegura que la vida religiosa, y esto podría hacerse extensivo a un laico, no le lleva a abandonar su humanidad, sino a vivirla en plenitud, en la confianza.
“Descubrir al otro, vivir con el otro, escuchar al otro, dejarse también modelar por el otro, no significa perder la propia identidad, rechazar los propios valores. Eso quiere decir concebir una humanidad plural, no exclusiva” (Pierre Claverie).
El obispo de Orán hace un elogio de la diversidad, con el que, sin duda, se identificaría el papa Francisco con su referencia a la esfera y el poliedro (Evangelii Gaudium, 236 ). La realidad es poliédrica, y no una esfera aparentemente armonizadora. Hay que armonizar la diversidad y la única forma de hacerlo pasa por la amistad. Sin embargo, hace décadas que la palabra “diálogo” aparece en el lenguaje político, eclesial o social, aunque los resultados no siempre son lo esperado. La respuesta es que no se busca cooperar para hacer cosas juntos, y las cosas se hacen mejor si existe un grado de amistad. Adrien Candiard subraya la convicción de Pierre Claverie de que la amistad es el único terreno posible para un diálogo fructífero. Lo aplicaba el obispo al diálogo interreligioso, aunque bien podría aplicarse en otros ámbitos. En el fondo, Claverie está haciendo suyo el consejo de Pablo, hacerse a todo para ganar a todos (1 Cor 9,20). Para entender bien estas palabras, hay que creer en la auténtica amistad. El cristianismo no entiende la fraternidad sin la amistad. Sin ella la fraternidad se convierte en una cáscara vacía, en una rutina o en un seco moralismo.
“Si yo no veo en ti más que un musulmán, si tú no ves en mí más que un cristiano, nunca podrás encontrar a Mohamed y nunca conocerás a Pierre. Y nunca comprenderás quién eres y cómo le rezas a Dios” (Mohamed Bouchikhi).
Estas palabras aparecen en la obra teatral de Candiard formando parte de los recuerdos de Mohamed de sus conversaciones con el obispo. El joven argelino llevaba un diario personal, al que el monje dominico no pudo tener acceso, pero está bastante seguro de lo que le habría dicho Claverie. El obispo era su amigo, por encima de la diferencia de religiones. Mohamed rezaba al Dios clemente y misericordioso, al que se refiere el Corán, y Pierre Claverie creía en un Dios rico en misericordia (Ef 2, 4). Por otra parte, en la obra se dice que el obispo de Orán asegura a su chófer que, por un amigo como Mohamed, vale la pena permanecer en Argelia, y poco después Mohamed, inmerso en sus pensamientos, concluye que a los amigos no se les abandona ni en la hora de la muerte.
La amistad es el núcleo de las convicciones de un obispo cristiano. De la amistad de Cristo a la amistad en Cristo. Este es el mensaje de Pierre y Mohamed.