"Manda a los espíritus inmundos y lo obedecen"

Evangelio según san Marcos (1, 21-28) y comentario de José María Calderón, director nacional de OMP

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Escucha el Evangelio de este martes, 9 de enero

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 21-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».

Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Primera lectura

Lectura del primer libro de Samuel 1, 9-20

En aquellos días, se levantó Ana, después de comer y beber en Siló. El sacerdote Elí estaba sentado en el sitial junto a una de las jambas del templo del Señor. Ella se puso a implorar al Señor con el ánimo amargado,y lloró copiosamente. E hizo este voto: «Señor del universo, si miras la aflicción de tu sierva y te acuerdas de mi y no olvidas a tu sierva, y concedes a tu sierva un retoño varón, lo ofreceré al Señor por todos los días de su vida, y la navaja no pasará por su cabeza».

Mientras insistía implorando ante el Señor, Elí observaba su boca. Ana hablaba para sí en su corazón; sólo sus labios se movían, mas su voz no se oía. Elí la creyó borracha. Entonces le dijo: «¿Hasta cuándo vas a seguir borracha? Echa el vino que llevas dentro».

Pero Ana tomó la palabra y respondió: «No, mi señor, yo soy una mujer de espíritu tenaz. No he bebido vino ni licor, sólo desahogaba mi alma ante el Señor. No trates a tu sierva como a una perdida, pues he hablado así por mi gran congoja y aflicción».

Elí le dijo: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda el favor que le has pedido». Ella respondió: «Que tu sierva encuentre gracia a tus ojos».

Luego, la mujer emprendió su camino; comió y su semblante no fue ya el mismo. Se levantaron de madrugada y se postraron ante el Señor. Después se volvieron y llegaron a su casa de Ramá. Elcaná se unió a Ana, su mujer, y el Señor se acordó de ella. Al cabo de los días Ana concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Samuel, diciendo: «Se lo pedí al Señor».

Salmo de hoy

1 Sam 2, 1-8 R/. Mi corazón se regocija en el Señor, mi salvador

Mi corazón se regocija en el Señor,

mi poder se exalta por Dios.

Mi boca se ríe de mis enemigos,

porque gozo con tu salvación. R/.

Se rompen los arcos de los valientes,

mientras los cobardes se ciñen de valor.

Los hartos se contratan por el pan,

mientras los hambrientos engordan;

la mujer estéril da a luz siete hijos,

mientras la madre de muchos queda baldía. R/.

El Señor da la muerte y la vida,

hunde en el abismo y levanta;

da la pobreza y la riqueza,

humilla y enaltece. R/.

El levanta del polvo al desvalido,

alza de la basura al pobre,

para hacer que se siente entre príncipes

y que herede un trono de gloria. R/.

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