Madrid - Publicado el
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La importancia de la oración y el desierto juegan un papel importante en la Preparación a la Llegada del mesías. En este miércoles, de la Primera Semana de Adviento, conmemoramos a San Sabas. Nacido el año 439 en Capadocia, sus tíos se han de hacer cargo de él, porque su padre se ausenta en cumplimiento de servicios militares. Admitido en el Monasterio de Flaviano, recibe una educación esmerada e integral en la Fe y en la vida. Imbuido también del espíritu monacal, es admitido con dieciocho años. Después de pedir permiso a su Abad, marcha a Palestina para conocer los Santos Lugares -la Tierra de Cristo-, consolidándose su sentimiento monástico. Prueba de ello, es que pasa varios años en dos Conventos de aquellas zonas. Notando una relajación conventual, se va al Jordán donde sufrirá numerosas tentaciones del Maligno, venciéndolas desde su oración, austeridad y penitencia. Muchas serán las gentes que vayan a verle para aprender de su santidad, hasta que sea ordenado sacerdote por el Patriarca de Jerusalén, no sin dificultades, ya que él se considera indigno de tal Gracia del Cielo. Al aumentar su sencillez, corre su espíritu de santidad por todos los rincones, hasta ir a verles otros clérigos, además de Obispos que, quieren pedirle consejo. Bajo su ayuda espiritual se construyen nuevos Conventos, además de hospitales que acojan a los enfermos. Nombrado Exarca de los eremitas del desierto, ha de luchar contra todas las desviaciones que afecten a la Iglesia. El anacoreta San Sabas muere en el año 531.