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Desde los primitivos tiempos la Iglesia ha profundizado en la Oración y ha cultivadfo el estudio como la mejor forma de ayudar a los fieles a profundizar en la Fe. Hoy hacemos memoria de San Beato de Liébana, muy influyente en la plasmación de la Fe a través de la imaginería en los libros espirituales que había ese momento. Este monje de origen mozárabe tiene sus raíces en la zona Norte de Asturias.
Su vida transcurrirá entre esa zona y la vecina Cantabria, dentro del siglo VIII. Su familia es de las pertenecientes a la nobleza y de las mejor consideradas en aquel momento. Beato sentirá la llamada de Dios a la consagración y se ordenará sacerdote. Su especialidad fue la Teología y, sobre todo, las Sagradas Escrituras de las que fue un gran estudioso.
Pero Dios le pedía algo más que el sacerdocio con una dedicación al estudio y a la oración por lo que ingresa en el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, a los pies de los Picos de Europa. Su afán de estudio se manifestaba en su predicación y en sus escritos. Por entonces de Francia viene una doctrina derivada del arrianismo que es el adopcionismo. En ella el sacerdote galo Félix proclamaba que Cristo no tenía un Cuerpo humano real sino aparente.
Por ello Beato con la ayuda de Eterio refuta estas tesis y reacciona contra Elipando arzobispo de Toledo que lo extendió. Así escribe el Códice Beato que incluye los comentarios al Libro bíblico del Apocalipsis escrito por San Juan evangelista en la isla de Patmos. Dentro de él hay multitud de dibujos a modo de catequesis, como es el imago mundi (en latín imagen del mundo) en el que presenta la tierra completamente redonda y no achatada por los polos. Antes de morir logra la conversión de Elipando de Toledo.