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La Cincuentena Pascual ha finalizado, pero su prolongación en el Tiempo Ordinario muestra a Cristo Jesús, cuyo Nombre fue acuñado para ser adorado. Hoy es San Bernardino de Siena. Él tiene gran parte en la difusión de esta Devoción. Nace en Massa Marítima, territorio de Siena (Italia) que, actualmente corresponde a Toscana en el año 1380. Al quedar huérfano de padres, se hace cargo de su educación una tía.
Ella comprueba cómo su sobrino da buenas muestras de temor de Dios, cuidando los modales delicados en el trato con los demás, cuando se encontraba en plena adolescencia. Precisamente cuando contaba con tan solo 20 años, una grave peste asoló la parte de Italia, y él junto a otros tres amigos, fue al hospital para servir a los enfermos hasta el fin de la epidemia. Saltaba a la vista su espíritu de caridad.
Poco después se siente atraído por la Providencia Divina para entrar y formar parte del carisma franciscano, ingresando en él y convirtiéndose en un gran predicador del Evangelio. Sus sermones mueven el corazón de todas las almas, hasta el punto de que las propias universidades, cierran para que el alumnado vaya a escucharle. Todos se sienten tocados en el interior de sus vidas. De hecho, muchas son las conversiones que habrá, por su palabra y testimonio.
Una vez en los Franciscanos Menores, se ordena sacerdote y despliega su apostolado por toda Italia. Entre sus principales frutos se encuentra la propagación de la Devoción al Dulce Nombre de Jesús y a la Eucaristía. Tampoco faltaron pruebas de las que salió fortalecido, manifestando la fuerza del Espíritu en su vida. Antes de morir en el año 1444. San Bernardino de Siena deja fundados más de 200 monasterios, siendo canonizado por el Pontífice Nicolás V.