San Ildefonso
Gran devoto de la Virgen, su perseverancia le entronizaría como Abad de este Convento, ubicado junto a los muros de Toledo
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Hasta llegar a nuestros días, Hispania siempre fue una tierra con multitud de conflictos. Entre ellos el de la división religiosa, cultural y social. Hoy, III Domingo del Tiempo Ordinario, también llamado de “La Palabra” celebramos a San Ildefonso. Nace a principios del siglo VII, ingresando, cuando aún era adolescente, en el Monasterio de Agalí, uno de los más emblemáticos dentro de la España visigoda.
Su perseverancia le entronizaría como Abad de este Convento, ubicado junto a los muros de Toledo. Aquí comienza a estudiar, perfeccionando después los conocimientos en Sevilla, pastoreada por San Isidoro, de quien aprendería mucho, ya que estaba muy probada la fama de Santidad y sapiencia del Obispo Hispalense. En su regreso a Toledo el año 632, San Eladio le ordenará Diácono, pero su camino no terminaría ahí.
En el 659, fallece su tío San Eugenio, que había regido la Sede Primada, siendo designado Ildefonso como sucesor en el Ministerio Episcopal con la plenitud del Orden Sacerdotal. Este nombramiento, tiene lugar un año después de que hubiese firmado las actas del X Concilio de Toledo como Abad de Agalí. Siempre destacó por su profunda espiritualidad y sus escritos teológicos. Gran devoto de María, defiende en sus obras la Virginidad de la Madre de Dios, rebatiendo algunas herejías, surgidas por entonces que la negaban.
Por este motivo, la Virgen se le aparece, regalándole una Casulla, bordada por Ella misma en el Cielo para que la usase en las celebraciones marianas, nombrándole su Capellán Mayor, lo cual le llena de honor en un momento que ha marcado impronta al abordar la vida del Santo, devoto incansable de la Reina de los Cielos. San Ildefonso muere el año 667 y sus reliquias reposan en la Catedral de Zamora.