Madrid - Publicado el - Actualizado
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La práctica del deporte les ha servido para reforzar la autoestima y normalizar su vida
Un accidente de carretera marcó un antes y un después en su biografía. Un despiste, un percance fortuito, una imprudencia… Justo cuando estaban aprendiendo a vivir, a esa edad en la que la existencia parece eterna, el azar y el asfalto se aliaron para que su movilidad quedara menguada para siempre. Todos los protagonistas de este reportaje han sufrido experiencias traumáticas, pero de las mismas han salido fortalecidos. Hoy son campeones del deporte… y de la vida. Han llegado a lo más alto, a estar en el “top” de la élite del mundo, cada uno en su especialidad. En total, son seis los deportistas, de una delegación de 142, que han participado en los Juegos Paralímpicos de Tokio y cuya discapacidad es fruto de un accidente de carretera. ¿Sus nombres? David Mouriz, Sonia Ruiz, Fran Lara, Sara Andrés, Jordi Ruiz y Almudena Montiel.
Manuela Rodríguez Marote, psicóloga del Comité Paralímpico Español, los conoce a todos. Les ha enseñado cómo gestionar la presión, cómo superar los fracasos, cómo activarse antes de las competiciones, cómo controlar la mente… Les ha enseñado a relajarse y a superar los baches personales. “Algunos son capaces de prepararse en muy poco tiempo para unos juegos olímpicos y sacar medalla. El deportista paralímpico es el símbolo de la resistencia ante la adversidad, pero, ojo, no son de hierro. Por eso, es importante que crean en sí mismos, independientemente de sus logros deportivos, porque si confían en ellos, llegarán más alto”.
Confianza y motivación
Y es que las emociones pueden hacer que los resultados varíen. Por eso, Manuela Rodríguez los escucha y genera un entorno de confianza con un “te entiendo”, un “no pasa nada”, un “eso es normal”. Es el bálsamo que necesitan para conectar con su confianza y motivación. El resultado: 5 medallas más que en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro. Y lo mismo reconoce la directora de la asociación STOP Accidentes Catalunya, para quien los Juegos Paralímpicos representan el espíritu de superación del ser humano.
En los últimos cinco años, cerca de 8.000 fallecidos, 46.331 hospitalizados y más de medio millón de accidentes de tráfico en España dan fe, como reconoció la OMS, de que la siniestralidad vial es otra pandemia a combatir. Una pandemia, la del asfalto, que deja malheridos a más de 50 millones de personas cada año en el mundo. Solo en España y en 2019, 1.755 personas perdieron la vida en un accidente de tráfico. Hay que recordar que las cifras de 2020 no tienen comparación posible debido a las restricciones de la Covid–19.
Rediseñar la vida
¿Y qué ocurre cuando toca rediseñar la vida una vez que la carretera deja su huella para siempre en sus víctimas? De esto saben mucho en la Federación Española de Deportes de Personas con Discapacidad Física (FEDDF), en AESLEME (Asociación para el Estudio de la Lesión Medular Espinal, que trata de prevenir los siniestros viales) y en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, un centro referente en el tratamiento de lesiones medulares. Aquí Ángel Gil, jefe del Servicio de Rehabilitación, ha comprobado que el deporte es un elemento fundamental de la terapia, no importa que sea halterofilia, baloncesto, tenis, tenis de mesa, bádminton, rugby, ciclismo o petanca. “El deporte sirve para reforzar la autoestima y normalizar la vida. Las medallas olímpicas son grandes logros, pero también es un hito que un paciente consiga peinarse con los muñones o extraer sus medicinas de la riñonera con la boca”, afirma Ángel Gil.
Abrocharse los zapatos
José Miguel López Agudo es el responsable de los monitores de deportes del Hospital Nacional de Parapléjicos. Lleva 30 años en el puesto y se ha emocionado muchas veces por el coraje de sus pacientes. Les ha enseñado a abrocharse los zapatos, a meterse en un coche, a manejarse por espacios pequeños… y siempre con empatía. “Los momentos más emotivos son los de la fase más aguda, cuando bajan por primera vez al gimnasio y se sienten incapaces de conseguir nada, y también cuando regresan al hospital después del tratamiento y te cuentan que su vida está normalizada, que se han casado o que han tenido un hijo o que ya no toman medicinas para el dolor”, reconoce López Agudo, para quien todos sus pacientes se merecen medallas. “En la vida, todo el que trabaja para seguir adelante es un campeón. Yo les digo a mis hijos que en las competiciones el que gana es el que más se divierte”.
Sara Andrés, Fran Lara, David Mouriz, Jordi Ruiz, Almudena Montiel y Sonia Ruiz se han convertido en campeones porque nunca tiraron la toalla. Están sobrados de humor, ganas, coraje, esfuerzo, tesón…, las herramientas imprescindibles para ser un campeón en el deporte… y en la vida.
En febrero de 1999, con 17 años, salió despedida de una moto y se estrelló contra una roca. No perdió el conocimiento, a pesar del golpe en la cabeza y la fractura abierta en la pierna. “El casco me salvó la vida, aunque después hice algo que no hay que hacer: quitármelo. Entonces no había tanta información sobre seguridad vial como ahora”, comenta. Fue el rostro de su madre el que le hizo entender el alcance del accidente: “Pensé que estaría enfadada, pero cuando se puso a llorar, dije: Uff”.
En el Hospital Nacional de Parapléjicos le enseñaron, según confiesa, a vivir: “Aplaudo a sus profesionales, no te tratan con condescendencia ni te miran con pena. Allí todo era un reto. Claro que pasas un duelo, pero yo tuve suerte, tenía un entorno que se desvivía por mí”.
Sonia se enamoró del baloncesto y se convirtió en la primera mujer en ganar la Liga y la Copa del Rey y la primera en irse a jugar al extranjero, nada menos que a Australia. Después de pasar por equipos de toda España decidió que era el momento de regresar a su tierra y montar en Murcia un equipo de baloncesto en silla de ruedas. Esto fue hace cinco años y el equipo ya está en la categoría más alta. Pero hay más. Después ha puesto en marcha un centro especial de empleo para personas con discapacidad, Servigest Murcia, con el fin de dar respuesta educativa y laboral a este colectivo. Y es diputada también de la Asamblea Regional de Murcia.
Reconoce, eso sí, que muchos días acaba cansada y, cuando le preguntamos si se siente orgullosa de todo lo conseguido, se muestra tajante: “No tengo tiempo para eso”.
Después de lograr una medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, David Mouriz se ha venido de Tokio con un sabor agridulce, al haber quedado cuarto. Estar con los mejores del mundo ya lo considera un premio, pero en su cabeza estaba el oro. Y es que Mouriz milita en una liga de campeones y ya casi se ha olvidado de aquel fatídico accidente de moto que le provocó una lesión medular que le iba a impedir andar. Tenía 14 años e iba “de paquete” con un amigo a la playa. En chanclas, sin casco, con las toallas en la cintura y… en un despiste cayeron en un terraplén y salieron por el aire. “Fue una mala caída, porque no me pasó nada más, apenas un par de rozaduras y rasguños”, recuerda.
Han pasado ya muchos años de aquel suceso y David reconoce que no ha dejado de hacer nada que se haya propuesto. “Hay quien me dice que no puedo subir al Everest, pero es que si pudiera, tampoco lo haría”, afirma. Lo que sí ha hecho ha sido todo lo demás. “Tengo un carácter que me hace tirar con todo”, dice. A raíz del accidente, la familia dejó el pueblo rumbo a El Ferrol y allí David se aficionó al baloncesto en silla de ruedas. “El deporte me ha ayudado a tener una vida normal, porque me hace sentir bien. Fui perfeccionando con el equipo de baloncesto y me ficharon primero en Vigo, y después el Barça, y ahora estoy en Bilbao”.
Lo dice con orgullo. Con todas sus dificultades, ha conseguido dos diplomas y una medalla. Han sido muchos los reconocimientos y más los logros personales, pero de lo que más presume es de su mujer y de sus tres hijos: “No cambiaría mi vida de ahora por nada”.
A Sara Andrés no se le pone nada por delante. Ha dejado atrás un accidente de tráfico que le seccionó sus piernas por debajo de las rodillas cuando tenía 25 años y, después, un cáncer de tiroides que, afortunadamente, ya es historia. Es profesora de Primaria, doble medalla de bronce en el Mundial de Atletismo de Londres en 400 y 200 metros lisos, récord del mundo de 100 metros lisos en Dubái, pero, sobre todo, es un ejemplo de optimismo y energía.
“Tras el accidente, reforcé mis ganas de vivir, que ya tenía muchas. Los momentos primeros fueron muy duros, pero pronto gané en confianza en mí misma, tenía una fuerza interior brutal, quería ser feliz y sentirme orgullosa y consciente de la vida, porque yo hasta entonces vivía dormida”, recuerda Sara Andrés.
En su opinión, la discapacidad está sobre todo en la mente de cada uno y, según la ejercites, puedes paliarla o incluso superarla. “Yo pensé que el mundo se iba a acabar con el accidente, pero, después del tiempo de duelo, todo cambió. Pensé que la vida me había dado una segunda oportunidad. Me adapté a las prótesis y en esto me ayudó mi forma de ser. Soy muy loca, me subí al monte a probarlas".
Hasta que apareció el deporte en su vida: “Me apetecía sentirme cansada y agotada. Así que empecé a correr y me enganché al atletismo. Era el año 2015 y cada vez que competía mejoraba mis marcas. Ir a los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro y quedar quinta del mundo en 400 metros lisos fue un regalo inolvidable. Tanta gente luchando por lo mismo es muy bonito, te embauca”.
Más que por los premios, a Sara le interesa el deporte por los valores que le aporta y sobre todo por salud: “Si te refugias en algo que te impulsa, que te da vida, al final sales de una depresión, de un trauma o de un duelo, y sales más fortalecido y más rápido. Mi día a día es un no parar. Voy a trabajar, después a entrenar y luego me toca hacer de ama de casa. También hago de coach, doy charlas motivacionales y conferencias para ayudar a otros a superar experiencias traumáticas y hasta escribo cuentos para hacer visible la discapacidad”.
Bolaños de Calatrava (Ciudad Real). Era una tarde fría y lluviosa la del 9 de octubre de 2003. Fran le pidió a su primo, dueño de una moto reciente y flamante, que le diera una vuelta. Él le dijo que no era el mejor momento para salir, pero fue tanta su insistencia que accedió. Unos minutos más tarde, y por culpa de una obra mal señalizada, saldrían despedidos y Fran se iba a golpear contra el maletero de un coche. Sufrió una lesión medular. Tenía 14 años. Terminó en el Hospital Nacional de Parapléjicos en silla de ruedas. “Aquello marcó mi futuro y mi vida. La primera vez que me senté en una silla de ruedas tuve una sensación malísima, como si me hubieran cortado por el torso. Se me cayeron las lágrimas, pero duró poco, porque yo no quería ser una carga”.
“Cuando volví al pueblo, donde nada estaba adaptado, tuve un shock de realidad”, continúa. “Mis amigos se iban yendo para trabajar en la ciudad y me fui quedando casi solo”, recuerda. Un día sonó el teléfono y le ofrecieron terminar su formación en Toledo y entrenar a baloncesto: “Hoy el baloncesto es todo para mí, y eso que al principio no me gustaba, porque tenía miedo. Fíjate. Ahora, vivo por y para el baloncesto. Me ha permitido conocer a personas extraordinarias y tener experiencias inolvidables. El deporte, además de hacerte sentir bien físicamente, te da valores, responsabilidad, disciplina, voluntad…”.
Quiere rendir homenaje a sus amigos, porque nunca le dejaron solo. “En una ocasión, me llevaron a la sierra de Cazorla a ver una cascada y un castillo, y me subieron en brazos. Siempre venían a buscarme, costara lo que costara”.
Para más información consulta la web de la DGT.
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