10 años de la JMJ de Madrid (II): “Mi sufrimiento terminó al ver a miles de jóvenes felices de ver al Papa"

Revive en TRECE las emociones que cambiaron la vida de miles de personas aquel agosto de 2011, como la de Abril, Jorge, Susana o el matrimonio de Paco y Gema

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José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Tras casi tres años de preparativos, Benedicto XVI llegó a España para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid en agosto del año 2011.. Fue recibido por miles de jóvenes en la Puerta de Alcalá, un monumento emblemático que el Santo Padre atravesó junto a cincuenta jóvenes de los cinco Continentes. En Cibeles por su parte también fue recibido con un baño de multitudes.

A lo largo de la semana en la que se celebró el encuentro mundial de los jóvenes, multitud de personas quedaron marcadas por la JMJ y por la presencia de Benedicto XVI en capital de España: “Vengo a encontrarme con millares de jóvenes de todo el mundo, católicos interesados por Cristo o en busca de la verdad”, expresaba Benedicto XVI a su llegada al aeropuerto de Madrid-Barajas, donde fue recibido por D. Juan Carlos y Doña Sofía (entonces Reyes de España) y el arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela.

“Llego como Sucesor de Pedro para confirmar a todos en la fe viviendo unos días de intensa actividad pastoral, para anunciar que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida”, añadió.

Como hemos comentado, fueron cientos los testimonios de personas de toda clase y condición social que quedaron marcadas por la presencia del Pontífice en la JMJ de Madrid. La voz de personas anónimas que vivieron aquella experiencia relatan una década después su experiencia en TRECE.

La JMJ hizo que Abril Armendáriz superara su sufrimiento personal

Abril estuvo presente en la JMJ de Madrid. No pasaba por su mejor momento personal, pero la presencia de Benedicto XVI y el clima de ilusión y alegría que transmitían miles de jóvenes por las calles de la capital de España, hicieron que Abril diera un giro de 180 grados a su vida. “Fue un momento de conocer al Señor. Creo que fue literal, salió a mi encuentro a través de muchos jóvenes que veía por la calle. Yo no había visto esa cantidad de jóvenes en otros sitios como un concierto o un festival, donde el ambiente no suele ser tan sano a veces. Estos jóvenes tenían otro brillo porque iban a ver al Papa”.

Hasta aquel agosto de 2011, el sufrimiento era el sentimiento que invadía a nuestra protagonista, pero al ver a tantos jóvenes de edad parecida con esa alegría e ilusión, hizo que reflexionara sobre su vida: Tenían lo que yo no tenía, y me llegó al corazón la pregunta de por qué no estoy yo ahí”.

Debido a su situación personal, Abril Armendáriz tenía ciertos prejuicios y reparos en acercarse a la Igleia: “Era creyente pero no practicante. Entonces, me encontré con esa Iglesia joven y dinámica. Por ejemplo, un fraile patinando por la calle. Fue muy llamativo, porque no conocía esa Iglesia, y despertó en mi la curiosidad”, explica.

Sobre la figura de Benedicto XVI, confiesa que no le seguía hasta entonces: “Lo que me marcó fue esos jóvenes alegres que se divertían por ir a ver al Papa. Ahora me siento hija de Dios y parte de la Iglesia. Encontré una felicidad que no está en lo mundano. Hay un gozo especial en las cosas del Señor. Fu un cambio grande. Aparecí por Cáritas para hacer voluntariado, acudí a la parroquia del pueblo donde vivo para hacer catequesis... Fue una sed de conocer más al Señor, y así llevo diez años”, remarca Abril.

El matrimonio de Paco y Gema, una vida dedicada a compartir

Ante la llegada de miles de peregrinos con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, fueron las familias las encargadas de acoger a buena parte de ellos. Fue el caso del matrimonio, ya de avanzada edad, formad por Paco Partín y Gema de la Torre. Ambos coinciden en señalar que aquel acontecimiento eclesiástico fue especial: “La parroquia pedía voluntarios para acoger a los peregrinos. Nuestra casa siempre ha estado abierta y nos apuntamos para acoger a cuatro. Finalmente recibimos a un grupo de Costa Rica”.

Unos amigos de la familia, con casa grande, acogió a otros 18 peregrinos: “Todos ellos venían muy bien preparados con sus sacos de dormir”, recuerdan ambos con emoción, especialmente al recordar cómo se organizaban en el día a día: “Para los desayunos y las comidas hacíamos un buffet. Por las mañanas rezábamos los Laudes y los Salmos, que fue algo maravilloso porque encontramos dos culturas, la costarricense y la española, con formas complementarias de rezar. Convivimos perfectamente y les encantó Madrid".

No era la primera vez que Paco y Gema acogían peregrinos en su morada, ya que como precisa Gema, lo más importante en un cristiano es “compartir y acoger”.

La JMJ hizo que Jorge Boada sintiera la llamada del Señor

Jorge fue ordenado diácono hace unas semanas. Hace diez años se encontraba como voluntario en la secretaría general de la JMJ de Madrid, lo que para él fue un hito importante: “Fue descubrir lo que el Señor me estaba pidiendo”.

De aquellos días de ritmo trepidante, Jorge Boada solo puede recordar la emoción y la entrega “por la causa del Señor”, que estaba por encima del cansancio: “Fue aquello una pequeña formación del corazón para acoger el don una vez que el Señor me estaba llamando”.

Su experiencia con el Papa también fue inenarrable, “una sorpresa, porque era desconocido y en la JMJ pude descubrir un Santo Padre cercano y afable”.

“Aprovechad estos días para conocer mejor a Cristo y acordaros de estar enraizados en Él, y así vuestros deseos irán a más”, manifestaba en una de sus homilías a los jóvenes Benedicto XVI durante aquella mágica semana de agosto de 2011, lo que marcó a Jorge Boada: “Yo en aquel momento buscaba novia, estuve apunto de casarme, y luego Dios me llamó y encontré una felicidad que antes no había experimentado. El Señor me tocó y acabé rindiéndome”.

La experiencia de Susana sirviendo la mesa de Benedicto XVI

El 20 de agosto de 2011, el Arzobispado de Madrid acogía una comida con el Papa Benedicto XVI, a la que asistieron un total de sesenta comensales. Entre las camareras que atendían a los invitados estaba Susana García.

“Me preparé espiritualmente para estar cerca del Papa. Cuando Benedicto XVI entró por la puerta yo le esperaba detrás de su silla para acomodarle”. De aquellas imágenes se acuerda bien Susana, especialmente por la humildad que irradiaba el Santo Padre alemán: “Cuando le hice la reverencia, el Papa me tendió sus manos para saludarle. Me miró a los ojos y yo le besé la mano para darle la bienvenida. Descubrí a un Papa muy sencillo y humilde, siempre sonriente”, evoca Susana.

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