Revive la Misa en la solemnidad de Santa María Madre de Dios en la Basílica de San Pedro
Francisco preside la Misa en la Basílica de San Pedro con motivo de la Jornada Mundial por la Paz, en la que tradicionalmente se reivindica la figura de María, Madre de Dios
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El Papa Francisco ha presidido este domingo, 1 de enero, la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, con motivo de la 56ª Jornada Mundial de la Paz, y en la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Durante la homilía, Francisco ha recordado que “Dios tiene una Madre y de ese modo se ha vinculado para siempre con nuestra humanidad, como un hijo con su madre, hasta el punto de que nuestra humanidad es su humanidad”.
“Hermanos, hermanas, Dios no nos ama de palabra, sino con hechos; no lo hace “desde lo alto”, de lejos, sino “de cerca”, desde el interior de nuestra carne, porque en María el Verbo se hizo carne, porque en el pecho de Cristo sigue latiendo un corazón de carne, que palpita por cada uno de nosotros”, ha dicho el Papa en la primera Misa de este 2023.
Asimismo, Francisco ha encomendado a la Virgen María al "amado" papa emérito Benedicto XVI: "Hoy encomendamos a la Madre Santísima el amado papa emérito Benedicto XVI para que le acompañe en su paso desde este mundo hacia Dios", dijo el pontífice argentino en esta eucaristía.
El Obispo de Roma ha recordado durante la homilía la oración más familiar y hogareña que tenemos, “que acompaña el ritmo de las jornadas, los momentos más penosos y las esperanzas más audaces:
”. En ella decimos “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores”: “
”.
“A esta invocación, la Madre de Dios siempre responde, escucha nuestras peticiones, nos bendice con su Hijo entre los brazos, nos trae la ternura de Dios hecho carne. Nos da, en una palabra, esperanza. Y nosotros, al inicio de este año, necesitamos esperanza, como la tierra necesita la lluvia. El año, que se abre bajo el signo de la Madre de Dios y nuestra, nos dice que la llave de la esperanza es María”, ha subrayado Francisco en su homilía.
El Papa ha pedido rezar a la Madre “por el amado Papa emérito Benedicto XVI para que la acompañe en su paso de este mundo a Dios, por los hijos que sufren y ya no tienen fuerzas para rezar, por tantos hermanos y hermanas afectados por la guerra en muchas partes de mundo, que viven estos días de fiesta en la oscuridad y a la intemperie, en la miseria y con miedo, sumergidos en la violencia y en la indiferencia”.
Y sobre acoger esta paz, Francisco ha subrayado la importancia de los protagonistas del Evangelio de este domingo: los pastores de Belén. “Eran pobres, quizás también bastante rudos, y aquella noche estaban trabajando. Fueron precisamente ellos, y no los sabios, ni mucho menos los poderosos, los que reconocieron en primer lugar al Dios cercano, al Dios que llegó pobre y ama estar con los pobres. El Evangelio subraya de los pastores, sobre todo, dos gestos muy sencillos, que, sin embargo, no siempre son fáciles. Los pastores fueron y vieron: ir y ver”.
Sobre el primer verbo, ir, Francisco remarca que los pastores “no se quedaron quietos […] podrían haber esperado a que amaneciera, aguardar a que saliera el sol para ir a ver a un Niño acostado en un pesebre. En cambio, fueron rápidamente, porque ante las cosas importantes es necesario reaccionar con prontitud, no posponerlas”.
Para acoger a Dios y su paz, Francisco ha pedido a los fieles no quedarse “inmóviles y cómodos esperando a que las cosas mejores. Hay que levantarse, aprovechar las oportunidades que nos da la gracia, ir, arriesgar. Hoy, al comienzo del año, en lugar de sentarnos a pensar y a esperar que las cosas cambien, nos vendría bien preguntarnos: “Yo, ¿hacia dónde quiero ir este año? ¿A quién voy a hacer el bien?”. Muchos, en la Iglesia y en la sociedad, esperan el bien que tú y solo tú puedes hacer, esperan tu servicio”. Asimismo, Francisco ha pedido “imitar” a los pastores: “¡Pongámonos en marcha!”
Sobre el segundo verbo, ver, el Papa recuerda que el punto de inflexión para los pastores fue haber visto a Jesús: “Es importante ver, abrazar con la mirada, quedarse, como los pastores, delante del Niño que está en brazos de la Madre. Sin decir nada, sin preguntar nada, sin hacer nada. Mirar en silencio, adorar, acoger con los ojos la ternura consoladora del Dios hecho hombre; de María, Madre suya y nuestra. Al comienzo del año, entre tantas novedades que quisiéramos experimentar y las tantas cosas que quisiéramos llevar a cabo, tomémonos tiempo para ver, es decir, para abrir los ojos y mantenerlos abiertos ante lo que es verdaderamente importante: Dios y los demás”.
Al final de la homilía, Francisco ha advertido: “Cuántas veces, por las prisas, no tenemos ni siquiera tiempo para pasar un minuto en compañía del Señor, para escuchar su Palabra, para rezar, para adorar, para alabar. Lo mismo ocurre con respecto a los demás: apurados o atrapados por el protagonismo, no hay tiempo para escuchar a la esposa, al marido, para hablar con los hijos, para preguntarles cómo se sienten por dentro, no solo cómo van los estudios y la salud. Y cuánto bien nos hace escuchar a los ancianos, al abuelo y a la abuela, para mirar la profundidad de la vida y redescubrir las raíces”.
“Ir y ver. Hoy el Señor ha venido entre nosotros y la Santa Madre de Dios lo pone ante nuestros ojos. Redescubramos, en el impulso de ir y en el asombro de ver, los secretos para hacer este año verdaderamente nuevo”, ha dicho el Papa al final de la homilía.
Las palabras del Papa Francisco durante el Ángelus
Reflexionando además sobre la figura de María, Francisco ha preguntado a los muchos fieles presentes en la Plaza San Pedro: “¿Qué podemos aprender de ella para este año que se abre?”.
“En realidad, si observamos la escena que la Liturgia de hoy nos presenta, notamos que María no habla. Ella acoge con sorpresa el misterio que vive, custodia todo en su corazón y, sobre todo, se preocupa del Niño, que – dice el Evangelio – estaba “acostado en el pesebre”, ha dicho el Papa en el primer Ángelus de este nuevo año.
La grandeza de María – según el Papa Francisco – es que “mientras los ángeles hacen una fiesta, los pastores acuden y todos alaban a Dios en voz alta por el acontecimiento que había sucedido, María no habla, no entretiene a los invitados explicando lo que le ha sucedido, no roba el protagonismo; al contrario, pone en el centro al Niño, cuidándolo con amor”.
Poniendo en el centro de su reflexión la figura de María, Francisco también ha tenido unas palabras para todas las madres del mundo: “Después de haber llevado en el vientre durante nueve meses el don de un misterioso prodigio, las madres continúan poniendo en el centro de todas las atenciones a sus niños: los alimentan, los estrechan entre sus brazos, los acuestan con dulzura en la cuna”.
Sobre este nuevo año, Francisco ha advertido que “si queremos realmente que el nuevo año sea bueno, si queremos reconstruir la esperanza, hay que abandonar los lenguajes, los gestos y las elecciones inspiradas en el egoísmo y aprender el lenguaje del amor, que es cuidado. Este es el compromiso: cuidar nuestra vida, nuestro tiempo, nuestra alma; cuidar la creación y el ambiente en el que vivimos; y, aún es más, cuidar a nuestro prójimo, a aquellos a los que el Señor nos ha puesto al lado, como también a los hermanos y a las hermanas que están necesitados e interpelan nuestra atención y nuestra compasión”.
Además, ya que este domingo se celebra la Jornada Mundial de la Paz, Francisco ha pedido retomar conciencia de la “responsabilidad que se nos ha confiado para construir el futuro: frente a las crisis personales y sociales que vivimos, frente a la tragedia de la guerra «estamos llamados a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión» (Mensaje por la LVI Jornada Mundial de la Paz, 5)”.