El día en el que tembló el capitalismo

Se cumplen diez años de la quiebra del gigante Lehman Brothers, que desencadenó la mayor crisis financiera mundial desde 1929. Hoy todavía sufrimos sus consecuencias

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El día en el que tembló el capitalismo

Joaquín Vizmanos

Publicado el - Actualizado

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Lunes, 15 de diciembre de 2008. Después de un fin de semana de infarto, de negociaciones infructuosas, el abogado de quiebras Harvey Miller hace oficial la caída de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversiones de Estados Unidos con 158 años de historia. Sus 25.000 empleados se quedaron de golpe sin trabajo. La imagen de muchos de ellos saliendo con sus cajas de cartón de la sede central en el 745 de la Séptima Avenida de Nueva York, en pleno Manhattan, todavía es difícil de olvidar. Fue el símbolo del inicio de la mayor crisis desde el crack de 1929. Provocó el desplome de los mercados, meses de pánico que llegaron a poner en jaque incluso los pilares de capitalismo. Los efectos de aquel tsunami, que costó más de 20 billones de dólares solo a la primera economía mundial, aún se sienten por toda la economía global.

¿POR QUÉ CAYÓ LEHMAN BROTHERS?

Ya se habían recibido avisos. En verano de 2007 se empezó a hablar en EEUU de las hipotecas subprime o basura. Se trataba de unos productos diseñados por matemáticos financieros basados en créditos de escasa solvencia. Esos préstamos se concedieron a personas con bajos recursos. Mientras el mercado de la vivienda crecía sin sentido, pareció un negocio rentable. Con la crisis de liquidez, pasó lo que tenía pasar. Bear Stearns encendió la voz de alarma. Washington tuvo que dar dinero público a JP Morgan para que afrontara su compra. Después se vio obligado a nacionalizar las agencias hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac, con un coste de un billón de dólares para el contribuyente.

Lehman Brothers fue la siguiente patata caliente. Su presidente, el “gorila” Richard Fuld, representaba la avaricia, la soberbia de un sistema sin escrúpulos, abierto al riesgo para ganar dinero. La entidad estaba contaminada con activos tóxicos. Era la prueba, la constatación de que todo el sistema estaba gangregado. Se buscó un salvavidas pero no llegó y las autoridades le dejaron caer. Se entendió que la Administración Bush, a dos meses de las elecciones, estaba decidida a que Wall Street asumiera sus propios errores pero no calibraron las consecuencias. El toque de atención tuvo unos efectos letales. Tantos que dos días después del colapso de Lehman Brothers, de abandonarlo a su suerte, el Gobierno de EEUU tuvo que dar marcha atrás y salió al rescate de la aseguradora AIG al convertirse en su primer accionista. Sin embargo, la confianza del mercado ya estaba tocada y el dinero dejó de fluir. A partir de ahí se sucedieron los planes para dar liquidez al sistema, las ayudas a las empresas.

LAS CONSECUENCIAS

Solo en EEUU más de 400 bancos tuvieron que cerrar pero el terremoto de Lehman Brothers sacudió al resto del mundo. En Europa se sufrió con la misma intensidad. Símbolos como el RBS y Lloys fueron auxiliados por el Gobierno británico, Dexia en Bélgica o el Hypo Real State en Alemania. Lógicamente el efecto dominó terminó llegando a España con el rescate de Bankia a pesar de que Zapatero vendió que teníamos el sistema financiero “más sólido del mundo”.

La crisis financiera terminó derivando en otra económica, inmobiliaria, de deuda. Trajo recesión, paro, pobreza... Y austeridad, una palabra maldita para muchos. Hasta cuatro países de la UE (Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre) fueron “salvados”, España precisó ayuda para recapitalizar su banca. Hubo momentos en los que el euro se puso en entredicho. El populismo campó a sus anchas en ese escenario.

Lo cierto es que al final Lehman Brothers ha pasado a la historia como la gran víctima que hubo que sacrificar para salvar al resto de grandes bancos mundiales de una hecatombe que hubiese sido casi imposible de contener. La lección que sacaron los Gobiernos, los bancos centrales fue que una y no más. No dejarían caer a más entidades sistémicas. Eso del “too big, to fail” o “demasiado grande para caer”. Hoy el capitalismo todavía respira. Habrá nuevas crisis pero sobrevive a todas. De momento.

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