La Garrotxa, el insólito paisaje con 40 volcanes y una ermita en el interior de uno de sus cráteres

Hace más de 8.000 años, según los paleoclimatólogos, el deshielo en Norteamérica interrumpió las corrientes de aire cálido

La Garrotxa, el insólito paisaje con 40 volcanes y una ermita en el interior de uno de sus cráteres

Ana L. Quiroga

Publicado el - Actualizado

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Hace más de 8.000 años, según los paleoclimatólogos, el deshielo en Norteamérica interrumpió las corrientes de aire cálido, provocando una caída brusca de las temperaturas y sumiendo a Europa en un largo y durísimo invierno que duró más de 100 años. Mientras eso ocurría, el infierno de fuego que alberga el corazón de la tierra y que llevaba pugnando por abrirse paso desde la noche de los tiempos, esculpía paisajes fascinantes, como el que hoy disfrutamos en el Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa, en Gerona, un paraje único en España, con nada menos que 40 cráteres que, pasado el tiempo de las erupciones, esconden bajo su actual frondosidad un mar de misterios y secretos jalonados de leyendas.

Entre ese paisaje singular, a poco más de un kilómetro de la localidad de Santa Pau, destaca el volcán de Santa Margarida, no sólo por su aspecto imponente y su perfecto cono de 2.000 metros de diámetro, sino también porque en su interior, desafiando todas las fuerzas del fuego que sigue rugiendo en algún lugar de las profundidades y cuyo aliento parece haberse liberado cuando las nieblas se empeñan en llenar el cráter con su abrazo de algodón, se alza la ermita de Santa Margarida de Secot, sorprendente por su ubicación y bellísima en su sencillez.

La Garrotxa, el insólito paisaje con 40 volcanes y una ermita en el interior de uno de sus cráteres

Foto cedida por el Ayuntamiento de Santa Pau

Cuenta la leyenda que hace muchos siglos, en el centro mismo de ese volcán, apareció una imagen de Santa Margarida y que los vecinos de la zona, considerando que ella era la artífice de que el gigante de fuego continuara milagrosamente dormido, decidieron construir una ermita que albergase la bella talla de alabastro. Aunque la primitiva edificación sucumbió a la destrucción de otras fuerzas de la naturaleza, allí sigue, en medio de lo que un día debió parecer una chimenea del infierno, la pequeña ermita con una réplica de su Santa, porque la original se encuentra en el Museo Diocesano de Gerona.

La desbordante imaginación popular asegura que, donde un día hubo bocas y ríos de fuego, existe una cueva en la que se esconde La Pesanta, un extraño y horrible ser, negro y peludo que sale por las noches para sentarse sobre el pecho de las personas que encuentra durmiendo, robarles el aire que respiran y provocarles terribles pesadillas.

Hoy en la falda misma de ese volcán y en el corazón de un paisaje que suma 39 más, la villa medieval de Santa Pau es testigo secular de toda la historia que encierra su entorno. Recorrer sus calles es como dar un paso atrás en el tiempo y sentir toda la magia que emana de la Edad Media. Las casas blasonadas nos hablan de familias nobles de gran poderío y el castillo que, en lo más alto se recorta contra el tapiz de frondosa vegetación que cubre lo que hace muchísimos milenios fueron ríos de fuego y lava, nos lleva de la mano a un mundo de historias fronterizas entre reinos y de fascinantes leyendas.

La Garrotxa, el insólito paisaje con 40 volcanes y una ermita en el interior de uno de sus cráteres

Foto Vol de Coloms /cedida por el Ayuntamiento de Santa Pau

Cuentan que, en la zona habitaba una monja con la particularidad de ser nombrada Pau, nombre usualmente masculino. Un día, acompañada de otras dos monjas, llegó al castillo solicitando ayuda para dar de comer a los pobres, pero el señor del castillo que tenía fama de tacaño, se la negó. La monja Pau, le pidió que le concediera, al menos, la tierra que pudiera abarcar con su capa. El señor del castillo, accedió entre risas a tan extraña petición y las monjas cogieron cada una un extremo de la capa y empezaron a estirarla tanto, tanto, que terminó cubriendo todas las tierras del noble que quedaron inmediatamente yermas, sin rastro de vida. El hombre entendió aquello como un milagro y se comprometió a colaborar en lo sucesivo, en el sustento de las personas más pobres. En ese momento, las monjas retiraron el manto y las cosechas que se habían secado, revivieron. Desde entonces, en honor a aquella monja con nombre masculino, el castillo y la localidad sobre la que se alza el castillo, llevan el nombre de Santa Pau.

Son historias fascinantes de un lugar único en España y de una villa con la historia escrita en sus piedras y en sus volcanes desde que la tierra era un mar de fuego que, bajo nuestros pies, sigue escondiendo secretos desde el principio de los tiempos.

La Garrotxa, el insólito paisaje con 40 volcanes y una ermita en el interior de uno de sus cráteres

Foto Abraham Folqué /cedida por el Ayuntamiento de Santa Pau

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