La desconocida historia de Pasquale Rotondi, el italiano que salvó 10.000 obras de arte del expolio nazi
Formó parte de la llamada “Operación Salvamento”, por la que entre 1939-1946 se consiguieron esconder piezas únicas de Rafael, Caravaggio, Piero della Francesca o Tiziano
Roma - Publicado el - Actualizado
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Pascuale Rotondi tenía tan sólo 31 años cuando se involucró en una operación a gran escala para salvaguardar el ingente patrimonio artístico italiano. No tardó en darse cuenta de que la posible entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial podía ponía en peligro gran parte del tesoro artístico del país. A sus oídos ya había llegado que las tropas alemanas iban apropiándose de centenares de obras de arte a su paso por los países conquistados.
El entonces ministro de educación Giusppe Bottai decidió poner en marcha la “Operación Salvamento”, que consistía en encontrar refugio a esculturas, pinturas, manuscritos y cerámicas de los principales museos e iglesias de Italia. Cuando Mussolini declaró la guerra a Francia, en junio de 1940, Pasquale era el responsable de las Bellas Artes de Urbino y de Pésaro y ya había encontrado un lugar seguro para poner a salvo las obras de arte que se encontraban en la zona de Las Marcas.
Aunque en un primer momento pensó que el Palacio Ducal de Urbino sería un buen escondite, terminó por desistir al enterarse de que en el subsuelo de la ciudad había depósitos de armas. Tras barajar otras posibilidades decidió trasladarlos hasta la localidad de Sassocorvaro. Allí se encontraba la célebre Fortaleza ubaldinesca, famosa por la inusual forma de tortuga, en cuyo interior, amplio y estanco podían esconderse con cierta seguridad estas obras de arte. Sus muros, además estaban construidos a prueba de asaltos y terremotos.
Poco a poco llegaron caravanas de camiones cargadas de piezas de incontable valor. Su homólogo en Venecia le pidió también ayuda para poner a salvo las obras de arte de la ciudad. Hasta allí llegó el tesoro de la Catedral de San Marcos. Cada camión que entraba en la fortaleza era previamente registrado para que no se perdieran las trazas de ninguna de las piezas que se iban colocando a seguro. Según avanzaba la guerra, fue necesario habilitar más espacios, porque en la fortaleza de Sassocorvaro ya no cabían más obras de arte. Rotondi pensó en el Palacio de los Príncipes de Carpegna, a cuyos sótanos comenzaban a llegar piezas únicas de los territorios que iban siendo ocupados por los alemanes. Como Rotondi era también un estudioso y experto en arte, procuraba vigilar el estado de conservación de los cuadros.
En octubre de 1943 los alemanes estuvieron a punto de descubrir el escondite
Aunque la historia tardó en reconocérselo, sin su valentía en aquellos años oscuros de la II Guerra Mundial puede que hoy no pudiéramos contemplar cuadros únicos como la Cena de Emaus de Caravaggio o la Flagelación de Piero de la Francesca.
Todo se precipitó en octubre de 1943. Las SS llegaron hasta el Palacio de Carpegna en busca de armas. Pasquale Rotondi contuvo la respiración cuando entraron en un gran salón repleto de cajas que contenían obras de arte. Como ellos necesitaban armas a toda costa abrieron una de las cajas que contenía únicamente manuscritos del gran músico Rossini. No se dieron cuenta
del valor que tenía aquella caja y pensaron que el resto contendría más papeles, por lo que dejaron de buscar entre el resto de arcas de madera.
Previamente, horas antes de que llegaran los soldados alemanes, Pascuale Rotondi no dudó en arriesgar su vida, haciendo una escapada hasta la fortaleza de Sassocovardo para intentar esconder en su casa algunos cuadros pequeños. Decidió ocultarlos bajo la cama y su mujer fingió encontrarse muy enferma, con una enfermedad contagiosa, para impedir que nadie entrara en la habitación. Su hija, que en aquel momento tenía 5 años, asegura ahora que su padre tuvo que sobrellevar un gran sufrimiento, sabiendo que podían haber matado a toda su familia como represalia.
Poco después, la conocida como República de Saló, el estado títere de la Alemania nazi, que se estableció en el norte de Italia, ocupado por el ejército alemán cuando los aliados tomaron el sur del país, ordenó que todas las obras de arte rescatadas de trasladaran al norte. Providencialmente algunos funcionarios fieles a la antigua administración, entre los que se encontraba Rotondi decidieron no obedecer, salvando una vez más estas obras de arte.
El Vaticano tuvo un papel fundamental en esta historia y su ayuda fue decisiva para proteger el legado artístico italiano. El Papa Pio XII se ofreció a custodiar muchas de estas obras de arte, aprovechando la neutralidad del Vaticano. Como era un lugar seguro, muchas de las obras de arte puestas a salvo en la “Operación Salvamento” se trasladaron hasta el Vaticano entre finales de 1943 e inicios de 1944. El propio Rotondi se encargó de supervisar los traslados. En aquella época, además de las pizas que se guardaban en los Museos Vaticanos, la Santa Sede custodió las obras de arte de los más importantes museos italianos: la Pinacoteca de Brescia, la Galería de la Academia de Venecia, La Galería Borghese y el Museo Nacional de Nápoles. A finales de 1946 todas estas piezas únicas retornaron a sus lugares de origen.
Fue en 1984 cuando un ex alcalde de Sassocovardo sacó a la luz la historia de Rotondi, que había pasado oculta a los ojos de todos.
Rotondi falleció en un accidente en Roma en 1991 y en 2005, el entonces presidente de la República Ciampi le otorgó póstumamente la Medalla de Oro al Mérito Civil.
En su honor, desde 1997 se otorga el “Premio Rotondi” para premiar a todos los que salvaguardan el patrimonio artístico mundial.