Montero debería marcharse

Finalmente, la vicepresidenta Montero ha recapacitado. En ello habrán tenido que ver, sin duda, los pronunciamientos contundentes y unánimes de todas las asociaciones de jueces y fiscales contra su deplorable ataque a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, en el que negaba explícitamente el principio de presunción de inocencia. Montero no lo dijo sólo una vez, al calor de un mitin, sino que lo repitió después a través de las redes sociales, contribuyendo a atizar la discordia y la confusión.

Un gobierno democrático, en un Estado de Derecho que funciona como tal, no solo está sometido al imperio de la ley, sino que debe defenderlo y, más aún, creer en él. Y de una vicepresidenta del Gobierno se esperan argumentos y no exabruptos. Y si Montero necesitaba ayuda para entender la sentencia, podía haber solicitado la asistencia de sus múltiples asesores para, pero ella prefirió bajar al fango de las redes sociales, olvidando que ostenta un cargo institucional del más alto nivel.

Ahora, Montero se disculpa con la boca pequeña, como si nada hubiese pasado. Bien está reconocer el error, pero ahora debería asumir responsabilidades políticas y dimitir de su puesto en el Consejo de ministros. Su forma de conducirse en este asunto ha ofrecido una perfecta imagen del sanchismo: atacar a las instituciones, generar trincheras, bajar al fango. Y después, hacer como que aquí no ha pasado nada.