Asesinada por cuchillos, una asesina desmayada y una ejecución con público: Así fue el 'Crimen de Fuencarral'

Un crimen de finales del siglo XIX que conquistó al periodista y escritor Benito Pérez Galdós

Muerta por cuchillos, una asesina desmayada y una ejecución con público: El 'Crimen de Fuencarral'

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Se trata de unos de los crímenes más famosos y sonados de la época. La prensa encontró un filón en aquel caso y se puede decir que, a partir de entonces, la sección de Sucesos fue una columna fija en todos los periódicos. Y no es para menos, dado que las ventas de estos subieron a cifras nunca vistas, hasta el punto de que hubo reclamaciones por parte de algunos de los magistrados que intervinieron en aquel suceso, en el cual, aunque una persona fue al patíbulo, nunca llegó a aclararse quienes fueron las otras personas que intervinieron en aquel crimen.

Todo sucedió a finales en 1888 en Madrid, concretamente en número 109 de la Calle Fuencarral, en el cuarto piso izquierda. A las dos y media de la madrugada. Un vecino del segundo piso izquierdo del mismo edificio comenzó a dar gritos al mismo tiempo que salía humo de unos de los cinco balcones de la casa.

El portero del edificio fue de inmediato al Juzgado de Guardia del Distrito del Hospicio, solicitando ayuda o un mandamiento judicial para echar la puerta abajo. El Juez que estaba allí, Don Felipe Peña, quien era una persona muy activa, se puso en movimiento y, acompañado del portero y dos guardias, se dirigió al lugar del suceso.

Muerta por cuchillos, una asesina desmayada y una ejecución con público: El Crimen de Fuencarral

Abrieron la puerta con la ayuda de un cerrajero y entraron al piso lleno de humo para encontrarse a dos mujeres, la primera mujer que encontraron resultó ser Doña Luciana Borcino, la dueña del piso, quien estaba tendida en el suelo en posición en una de las habitaciones, junto a la cama. Su cuerpo todavía echaba humo y era más que evidente que estaba muerta. El juez pudo observar que estaba descalza y que, a pesar de la cremación, aún era posible ver una huella en el pecho con manchas de sangre, como si la hubiesen apuñalado.

La segunda mujer estaba en la cocina, tendida en el suelo, inconsciente. Trataron de reanimarla y, cuando recobró el sentido, dijo que era la sirvienta de Doña Luciana desde hace 6 días, su nombre era Higinia Balaguer Ostelé. A su lado había un perro bull-dog tendido, que también estaba desvanecido.

Doña Luciana Borcino

Doña Luciana Borcino viuda de Vázquez Varela, tenía 50 años de edad y poseía bienes de fortuna que rentaban 50.000 duros al año, sin embargo, vivía estrechamente junto a su único hijo, José Vázquez de Varela (quién era conocido como "El Pollo Varela" o "Valerita"), de 23 años. Su hijo era conocido por ser un tarambana y, en el momento del crimen, cumplía condena en la Cárcel Modelo (por hurto de una capa en el Café Mazzantini). Además, se trataba de su tercera condena en esta cárcel. La primera vez que lo encerraron fue por golpear a su madre, la segunda por darle unos navajazos a su amante, Dolores Gutiérrez, quien era apodada "Lola la Billetera". Las amistades de su hijo eran nada más que hampones que había conocido en la cárcel, con crímenes que comprendían desde robos hasta homicidios.

Aparte, Su hijo solo le escribía para pedirle de forma constante dinero, tabaco y comida. Cuando estos envíos se retrasaban, José Vázquez de Varela insultaba y amenazaba a su madre. Ella siempre le decía que "así no se trataba a una madre y menos amenazarle con que le quieres quitar la vida".

Pero, volviendo a Doña Luciana, a esta mujer no le solían durar mucho las sirvientas. Esto se debía a que tenía un carácter muy irascible y fuerte. También era recia de cuerpo y capaz de defenderse sola. Contrató a Higinia a pesar de los malos informes que había recibido de ella.

La sirvienta

Higinia Balaguer Ostalé, tenía 28 años y no era exactamente trigo limpio. Pues había vivido amancebada con un tal Evaristo Abad Mayoral, conocido como "El cojo Mayoral", que tenía un puesto de bebidas frente a la cárcel Modelo y que conocía al hijo de Doña Luciana. Pero, anteriormente, había tenido otros amantes. Antes de trabajar en la casa de Doña Luciana, había trabajado en la casa del señor Millán-Astray, quien era el Director interino de la Cárcel Modelo, y quien recomendó a Higinia como sirvienta para trabajar en la casa de Doña Luciana

Higinia nació en Ainza, un pueblo de Zaragoza. Era alta, desgarbada, de color quebrado, ojos negros muy vivos, de rasgos duros, analfabeta y solía tener una risa burlona. Sin embargo, lo más sorprendente de esta mujer era que tenía un talento natural y refinada malicia que, unida a una gran inventiva, mostraba una especie de mitomanía, lo cual, junto a sus pocos escrúpulos, le complicó la existencia.

Muerta por cuchillos, una asesina desmayada y una ejecución con público: El Crimen de Fuencarral

Higinia Balaguer Ostelé

Al ser interrogada, ella aseguraba que no recordaba nada de lo ocurrido, salvo que, la noche anterior, cuando regresó a la casa, su señora estaba con un caballero y le dijo que se podía retirar. Se acostó en la cama y, al despertar, había una densa humareda que le hizo desmayarse.

La autopsia

Los peritos forenses (los doctores Sicilia, Bustamante, Lozano y Bueno) que realizaron la autopsia pudieron demostrar que la occisa "había recibido tres puñaladas en el pecho, una de las cuales había seccionado el cartílago de la quinta costilla, penetrando a través del pericardio y atravesando el corazón. La muerte debió ser instantánea. La cabeza y las extremidades superiores estaban carbonizadas. Este intento de incineración había tenido lugar post-mortem. La hora del fallecimiento fue alrededor de las 10 de la noche del día anterior al hallazgo, es decir, el 1 de julio de 1888".

La investigación

El Juez determinó que había indicios suficientes de criminalidad en Higinia Balaguer y ordenó que ingresara en prisión, incomunicada. Posteriormente, pidió la declaración del hijo de Doña Luciana, quien explicó en el interrogatorio que desconocía si su madre tenía enemigos como para desear su muerte, pero que tenía un carácter irascible.

Pensando que el móvil del crimen había sido el robo, dado que en el armario del cuarto de la víctima había sido registrado, mientras que en otra habitación se había encontrado un envoltorio que contenía alhajas y otros objetos de valor.

El Juez aceptó el ofrecimiento del Director Interino de la Cárcel Modelo de ayudar a esclarecer el crimen. Como Millán-Astray conocía a Higinia por haber servido trabajado en su casa, el Juez autorizó que fuese ala cárcel de Mujeres para que hablara con ella. Posteriormente, esta entrevista se calificó como innecesaria, prematura e injustificada.

Millán-Astray le aconsejó a Higinia que dijera la verdad. Ella, al comprender que si se declaraba culpable, podía salvar el cuello, quedando el crimen en simple homicidio que se trató de ocultar con el incendio, solicitó ampliar la indagatoria. Ante el Juez, Higinia explicó que ella había roto un jarrón, que estaba dispuesta a pagar con su sueldo. Sin embargo, Doña Luciana Borcino no solo no aceptó, sino que también comenzó a insultarla y amenazarla. Por lo que ella misma, al verse ofuscada, la mató con un cuchillo de cocina que tenía a mano. Sin tocar ni sacar nada de la casa y, al verse pérdida (es decir, que vio en lío en el que se había metido), intentó lo del incendio para salvar su pellejo, usando como combustibles todo cuanto halló a mano (petróleo, grasa, papeles, trapos y demás).

Más tarde y, con un gran dominio de la escena, quiso cambiar su declaración una vez más. Conmovida y llorosa confesó al Juez que había sustraído un rollo de papeles, sin saber que eran 92 mil reales. Por la tarde se los entregó a una amiga, Dolores Avila, que vivía en un bajo de la Calle Eguiluz, envueltos en un pañuelo. Higinia dijo que podía convencer a su amiga para que le devolviera ese dinero, por lo que el Juez y el Fiscal facultaron a Millán-Astray para que buscara a Dolores. La encontró y la llevó a la Cárcel de Mujeres para ponerla en comunicación con Higinia, quien pidió hablar a solas con Dolores. Este acto fue una irregularidad porque, para el Juez no debía levantar la incimunicación de Higinia hasta que se hubiesen realizado todas las diligencias previas.

Tras esta entrevista, Higinia volvió a manifestar al Juez su intención de ampliar su indagatoria, asegurando que todo lo que había contado hasta ese momento era mentira. Y, en esta confesión, declaró que el hijo de Doña Luciana (José Vázquez de Varela), y a dos amigos (Evaristo Medero y Enrique Lossa) que fueron con este, además del vigilante Miguel Rico y Fernando Blanco. Mientras los dos cómplices asesinaban a la madre José Vázquez de Varela, este se quedó con Higinia en la cocina. A ella le dieron mil pesetas para que no abriera la boca. También añadió que Millán-Astray le había proporcionado la casa de Doña Luciana para trabajar y que, además, él mismo le había facilitado al hijo de Doña Luciana la salida de la cárcel. A diferencia de la confesión anterior, esta dejaba a Higinia como simple encubridora.

Su confesión fue tan convincente que el juez la creyó y dejó sin efecto la autorización concedida a Millán-Astray, decretando su procesamiento y prisión sin fianza, además de que se registró su despacho sin llegar a encontrar una incriminatoria.

El juez también ordenó un careo con Vázquez Varela, a quien Higinia acusó sin vacilar de ser el asesino de su madre. Por lo que el juez dictaminó su procesamiento y dispuso que se averiguase si Millán-Astray permitió la salida de Varela de la cárcel. Además, un funcionario de la Cárcel Modelo manifestó que escuchó confesar a José Vázquez Varela, en una conversación con otro preso, que había matado a su madre y que esto le daba acceso a disfrutar de u a jugosa herencia. También hubo numerosos testigos que declararon que, después del 20 de abril, vieron Vázquez Varela en la calle, incluso alguno dijo que tuvo una fuerte discusión con él.

Además, las palabras de Higinia Balaguer al Juez fueron las siguientes: "El señorito mató a su madre y el señor Millán lo planeó. Yo iba a ser pagada generosamente por dejarle entrar en la casa".

A los 38 días se dio por terminado el Sumario, manteniendo el procesamiento de Higinia Balaguer, de Vázquez Varela, de Millán-Astray, Dolores y María Avila (estas dos son hermanas) y, dejando sin efecto los procesamientos de Evaristo Medero, Enrique Lasso, el Vigilante Miguel Rico y Fernando Blanco, presunto amante de Higinia.

Juicio oral

El juicio tuvo lugar el 26 de marzo de 1889. Toda la ciudad de Madrid se presentó para intentar entrar en la sala, en donde no cabían más que un reducido grupo de personas, por lo que los alrededores estaban llenos de público debido al interés que había despertado el crimen.

El Fiscal calificó los hechos de "robo con homicidio e incendio y pidió para Higinia Balaguer Ostelé la pena de muerte por el primero y la reclusión perpetua por el segundo y accesorios correspondientes. Para Dolores Avila, como encubridora, la pena de 18 años de prisón mayor". Además, Higinia fue acusada también por el Fiscal por apoderarse de las alhajas de la víctima con un pañuelo que conteía 92 mil reales que entregó a su cómplice Dolores Avila.

En la primera sesión, Higinia declaró que todo cuanto había dicho era falso y, que la verdad era que ella misma había matado a Doña Luciana y que nadie más había participado en el crimen. Esta, sumada a sus declaraciones anteriores, dio la impresión de que quería burlarse de todos. Por lo que el letrado de esta mujer pidió a los doctores Simarro o Escuder hipnotizaran a Higinia para averiguar si era víctima o instrumento de otra persona. Fue hipnotizada por el Doctor Simarro en presencia de los letrados. Sin embargo, esta diligencia se dio como inválida.

El 5 de abril, Higinia volvió a cambiar su declaración. Esta vez decía que quien mató a Doña Luciana fue Dolores Avila con una navaja, en un mientras ella la sujetaba. Además, alegó que esto fue en un intetno de robarle a Doña Luciana y, como la señora puso resistencia, Dolores le dio los navajazos. Además de que Dolores le dejó el encargo de quemar a medianoche al montón de papeles y ropas que cubrían el cadáver. Además de insistir que participó en el delito porque Dolores la amenazó de muerte.

Sin embargo, ninguno de los abogados de la acción popular creyó su declaración. Por lo que se suspendió el juicio hasta el día 24. Una vez finalizadas todas las pruebas propuestas, se dio cuenta de los escritos de conclusiones definitivas y comenzaron los informes del Fiscal, acción popular y defensa de los procesados, que se cerraron el 25 de mayo.

Sentencia y ejecución

En las conclusiones del Fiscal, Higinia y Dolores fueron acusadas de robo y homicidio, pidiendo para ambas la pena de muerte. También se acusó a Higinia de ser la autora del incendio, por lo que pedían por esto la reclusión perpetua. Los demás procesados quedaban abuseltos.

La sentencia, que fue dictada el 29 de mayo de 1889, Higinia Balguer fue condenada a la pena de muerte y a 18 años de reclusión por el incendio. A Dolores Avila la condenaron a 18 años de reclusión. Además, el Tribunal Supremo confirmó la sentencia de la Audiencia Provioncial de Madrid, que decretaba la muerte de Higinia a "Garrote Vil" y los 18 años de prisión para Dolores.

Higinia fue ejecutada en la Cárcel Modelo. En la Tribuna estuvieron presentes el Alcalde de Madrid, acompañado vdel Duque de Alba y la novelista Doña Emilia Pardo Bazán.

Higinia subió al patíbulo, la colocaron el la silla del garrote, la taron de muñecas y tobillos. Con la cara tapada, Higinia gritó sus últimas palabras: "¡Dolores, 14 mil duros!".

Detalles que no se tuvieron en cuenta

En la escena del crimen había muchos indicios que no se valoraron como merecían, como el hecho de que al perro le habían suministrado narcóticos para evitar que atacase, lo que quiere decir que había personas desconocidas en la casa. ¿Con qué lo narcotizaron?

En la alfombra donde estaba el cadáver había 5 putas de cigarro, 7 cerillas y un papel de fumar de color diferente al de las colillas. Además, tanto Higinia como Dolores negaron que fumaran. Además de otros detalles, como el arma homicida y que la fuerza con acuchillaron a la víctima era más propia de un hombre que de una mujer.

Herrera en COPE

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