Cinco años después de la tragedia de Lampedusa, Europa no aprende

El avance de los populismos y el antieuropeísmo imperante han dejado una Europa diferente a la que se conmocionó con los más de 360 ahogados.

Foto SOS Mediterraneé

Laura Otón

Publicado el - Actualizado

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Hace unas semanas en Salzsburgo los líderes europeos escenificaron su falta de acuerdo por este nuevo mapa político elegido por los ciudadanos europeos, que han llevado a algunos puertos gobiernos que persiguen la inmigración cerrando sus costas e impidiendo judicialmente el rescate humanitario.

Cinco años después describe la agencia France Press, la isla siciliana quiere pasar página y convertir en destino turístico las playas de aguas cristalinas que fueron el cementerio de miles de inmigrantes en busca de refugio. Los 360 ataúdes en un hangar del aeropuerto, entre ellos varios pequeños y blancos, conmocionaron al mundo. Pero Lampedusa ha construido hoteles, apartamentos turísticos y restaurantes en estos cinco años. Y Europa no ha aprendido de la Vergüenza que denunciaba entonces el Papa Francisco.

Esta desafección ha sido posible gracias al gobierno de Salvani que ha cerrado las fronteras a los inmigrantes y persigue a quienes les prestan ayuda humanitaria. Ahora mismo en la zona no opera ninguna ONG. Médicos Sin fronteras denunciaba recientemente que cientos de personas murieron ahogadas el 1 de septiembre sin que nadie tuviera constancia de ello. En lo que llevamos de 2018, mil setecientas cuarenta y una personas han fallecido o desaparecido en esas aguas cristalinas.

Esta represión migratoria ha provocado un descenso de la llegada de los flujos. Pero como explica María Jesús Vega, representante española del Alto Comisionado De Ayuda Al Refugiado De Naciones Unidas (ACNUR) “lo que se ha hecho es frenar la llegada, no quiere decir que se ha terminado con el problema sino que se ha trasladado el problema a la otra orilla, porque seguimos viendo que se sigue incrementando el numero de refugiados”.

Cinco años después han ocurrido muchas cosas como explica Carmen González Enríquez, investigadora del Real Instituto El Cano, “Europa ha llegado acuerdos con países de tránsito en 2015 con Turquía y posteriormente el acuerdo con Libia, esto ha reducido la cantidad de personas que atraviesan el Mediterráneo de esta forma, y por otro lado el aumento de llegadas a la ruta Occidental que afecta a España, desde Argelia y Marruecos hacia España.”

Dentro de toda esta tragedia humanitaria que se salda con más de 14 mil muertos en estas aguas, se puede hacer una valoración positiva según el ACNUR, “Es la sensibilización de mucha gente en España, Italia y Grecia que han llamado la atención de los gobiernos-relata Vega- Yo me quedo con una sociedad civil que está pidiendo otra Europa, una Europa que tiene que compartir y hacer un esfuerzo mayor por compartir la responsabilidad de proteger a refugiados. estamos hablando de personas que huyen de la guerra, de la persecución por rezar otro credo, por tener otra nacionalidad, por tener una raza diferente, no pueden permanecer donde está porque su integridad corre peligro. Hay que respetar el derecho a la vida y el ser rescatado en el mar es un principio básico que no podemos seguir poniendo en peligro”.

Pero en general la valoración cinco años después es muy negativa. En su momento se dijo que aquellos más de 300 muertos no podría repetirse jamás pero como ACNUR recuerda “hemos seguido recogiendo cadáveres, hemos visto niños, abuelos, familias enteras jugándose la vida en el Mediterráneo mientras que en Europa se están poniendo limitaciones a las oenegés para que puedan rescatar vidas”. Los últimos no encontraron ayuda y el martes por la tarde frente a las costas de Nador once inmigrantes subsaharianos fueron encontrado muertos, 19 continúan desaparecidos.

“En 2017 había sesenta y ocho millones y medio de personas que habían tenidos que dejar su casa, su familia y todo y trasladarse a otros lugares. Por cerrar fronteras no se resuelve el problema” explica María Jesús Vega.

¿Y cómo se soluciona el problema? Para Carmen González Enríquez, investigadora del Real Instituto El Cano, “No existe una solución a corto plazo. Europa tiene unas normas estrictas en cuanto a derechos humanos que dificultan mucho su política en este aspecto. Hay una tendencia que va a ser claramente la dominante y la que a largo plazo en realidad será la única posible, una política de mayor presencia en áfrica para llegar a acuerdos con países africanos y frenar la inmigración desde el origen o desde los países cercanos, para abrir canales de inmigración legal”. Defiende que esto va a ser así durante varias décadas, “es claro que va a seguir existiendo una presión migratoria sobre Europa. Por ello tiene que pensar a largo plazo y para ello solo hay un mecanismo que es aumentar su presencia en África, su inversión directa, con creación de empleos, levantamientos de tarifas comerciales, etc.”.

Y otra cosa importante es que Europa tiene que invertir en Educación, “tiene un problema demográfico importante y África tiene mucha población joven, les falta puestos de trabajo, y para ello necesitan estar formados para poder venir en condiciones que puedan integrarse al mercado de trabajo europeo”. Un mercado que ha cambiado radicalmente, que ha suprimido el trabajo de baja cualificación y necesita gente preparada. Ahora mismo la inmigración que viene no puede integrarse porque carece de toda formación.

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