ALBACETE

Las comparaciones siempre son odiosas

Sebastián Castella cortó dos orejas generosas. Ureña y Aguado se fueron de vacío ante un paupérrimo encierro del hierro de Montalvo.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Busque, compare y si encuentra algo mejor, quédeselo. Eso decía la publicidad hace no demasiado tiempo. Extrapolándolo a la plaza de toros de Albacete, convendremos que si comparamos la faena de Castella con la de Emilio de Justo en el día de ayer, observaremos que tienen bastantes diferencias. La de Sebastián fue un trasteo inspirado, qué duda cabe, incluso se recordó en algunos momentos al diestro que se vio triunfar en el coso manchego hace varios años, pero faltó rotundidad en general que sí se vio y percibió en el día de ayer. Dos orejas que no son de echarse las manos a la cabeza, ni mucho menos, pero que se convierten en causa del agravio comparativo y buena muestra del criterio errático del palco de la calle Feria. Riguroso y severo con la presidenta Genoveva Armero, más dadivoso en el caso del presidente Joaquín Coy. Urge unificar criterios de cara al futuro, también a la hora de los reconocimientos en corrales. Además, Ureña y Aguado nada pudieron hacer con los toros de “Montalvo”, un encierro muy mal presentado y carente de remate, muy pobre de cara y de juego descastado por doquier. Final de feria deslavazado y sin sabor.

Albacete sacó a saludar a Paco Ureña al término del paseíllo, en un bonito y cariñoso gesto que el diestro agradeció. Después, el toro Salado abrió la última de feria, además de ser justísimo y escurrido de todo, fue devuelto a corrales por su invalidez manifiesta. Salió en su lugar Rivero, también del hierro titular. De pitones, pobrísimo. De trapío, más que justo. En las verónicas de Castella al comienzo pasó sin nada destacable. En la puya cabeceó lo que no está en los escritos, rompiendo en uno de sus viajes la vara. Tras un quite aseado del francés, el toro hizo hilo tras el primer par, moviéndose con poca clase y escaso empuje. Brindó a Paco Ureña en un bonito detalle, yéndose al tercio del tendido uno en las probaturas, luego una corta al natural con cierto sabor pero escaso de transmisión por la ausencia de acometividad del toro. El trasteo siguió sin remontar pese al empeño de Castella. Soporífero episodio, en resumen. Mató de estocada trasera y caída con desarme y un golpe de puntilla.

El cuarto se llamaba Zapatillo y ahí vimos a un Castella inspirado ya desde el comienzo, recibiendo de capa y proponiendo verónicas bajo la lluvia. La suerte de varas y banderillas fueron un trámite, caldeándose el ambiente con el comienzo de la faena de muleta de Sebastián: lo toreó con la zurda en series de pocos naturales pero entonado, ciñéndose incluso en algunos momentos. Luego hubo un bajón en su labor porque el trasteo fue más atropellado y sin limpieza, acortando las distancias. Volvió un punto de intensidad justo cuando la lluvia caía con más ganas, y se tiró a matar dejando una estocada trasera con desarme que le valió dos orejas amables.

Ureña se las vio con Tarambana, el segundo toro de la tarde, y  lo recibió a la verónica enfibrado y con firmeza de planta. Empujó con un pitón en un puyazo en buen sitio. En banderillas cumplió, sin más. Ureña brindó al público de Albacete. El murciano se fue al centro del ruedo y lo intentó de todas maneras frente a un toro carente de fijeza, casta, repetición y transmisión. Paco sólo se pudo justificar, que no es poco. Mató de pinchazo con desarme y media estocada.

Y Profesor fue el quinto y fue pitado de salida por su escaso trapío y ausencia de remate. Fue picado trasero, dejándose pegar. En banderillas acortaba el viaje y salía con la cara por las nubes al final del embroque. Ureña lo enseñó por ambos pitones, demostró que no se podía hacer nada frente a un toro que no tenía un pase y se fue a por la espada con buen criterio. Pinchazo sin soltar y estocada caída y atravesada, con ocho descabellos y un golpe de puntilla, que pusieron fin de una manera un tanto injusta a la fuerte apuesta de Ureña en Albacete de anunciarse en el abono dos tardes tras el percance del año pasado y forzar la reaparición de la cogida sufrida en Palencia.

Rapabarbas saltó a la arena como tercero y Aguado lo toreó con empaque a la verónica bajo la lluvia. El toro fue doblemente picado, por no decir simplemente marcado el puyazo. En banderillas, rápido y pasemos al siguiente tercio y último tercio donde Aguado lo muleteó con innata lentitud pero todo quedó ahí, ya que el toro de “Montalvo” no estaba para presentar batalla sino para firmar un armisticio. Algún detalle y destello suelto que no llegó a deslumbrar en un episodio muy desapacible. Mató con dos pinchazos y estocada tendida.

Y el último toro de la feria fue Fígaro que lució poco en las verónicas de saludo de Pablo Aguado y en el caballo hizo una pelea larga con tres entradas al caballo, una primera donde romaneó e hizo caer al picador para, a continuación, un largo puyazo donde empujó con un pitón, y una tercera entrada donde se marcó el puyazo. En banderillas se movió para después aplomarse en la muleta de un Aguado que nunca lo vio claro, mostrando gestos evidentes de negación y contrariedad, decidiendo finalizar la faena con celeridad, lo que no gustó a parte del público. Mató de estocada trasera y habilidosa con desarme y un descabello, marchándose posteriormente de la plaza entre pitos de decepción por parte del respetable.

Albacete, 17 de septiembre de 2019. 10ª de Feria.. Algo más de tres cuartos de entrada.

Toros de 

(1º devuelto por inválido), mal presentados y carentes de todo remate, siendo muy pobres de pitones. Mansos, descastados, varios flojos y todos a menos, únicamente el cuarto tuvo opciones en la muleta.

Sebastián Castella, ovación y dos orejas tras aviso.

Paco Ureña, ovación y ovación.

Pablo Aguado, silencio tras aviso y silencio.

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