Este es el secreto mejor guardado de la Cofradía del Santo Entierro de Oviedo

Manuel Mier no lleva túnica ni estandarte; pero, desde hace más de 20 años, su labor silenciosa y constante es parte esencial de la Hermandad cada Viernes Santo

La Dolorosa a la salida de su sede en parroquia de San Isidoro el Real de Oviedo
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Yolanda Montero

Imagen de Nuestra Señora de los Dolores

Yolanda Montero

Oviedo - Publicado el

2 min lectura

Con manos de artesano y alma de cofrade, Manuel Mier lleva más de dos décadas colaborando con la Cofradía del Santo Entierro de Oviedo. Aunque ya jubilado, este orfebre sigue poniendo su oficio al servicio de la devoción cada Semana Santa, revisando y restaurando con mimo las joyas de Nuestra Señora de los Dolores.

Una vida entre metales nobles y fe

Manuel Mier comenzó en la platería a finales de 1958, en un taller de Buenavista, cerca de la plaza de toros. Desde entonces, no ha dejado de trabajar con sus manos, siempre con un profundo respeto por el material y el significado de cada pieza.

Todo lo hago a mano, sin fundición ni molde. Partimos de una chapa y vamos forjando la forma”, explica. Entre sus trabajos más destacados está uno de los puñales que la Virgen lleva en el corazón, una réplica realizada tras la desaparición del original. “Quise que se notara que era una pieza nueva, hecha en este tiempo”, cuenta, con ese orgullo silencioso de quien conoce bien su oficio.

También ha sido el autor de la cruz de guía de la cofradía, una pieza trabajada totalmente a mano en plata, con el escudo de la hermandad y detalles que recuerdan a la flor de lis. “Es una obra hecha desde cero, vaciando toda la forma”, dice.

Antonio Mier trabajando en su taller

Antonio Mier

Antonio Mier trabajando en su taller

Una colaboración desinteresada

Su vínculo con la cofradía comenzó a finales del siglo pasado, aunque no fue hasta 2010 cuando recibió el reconocimiento oficial como Hermano Honorífico. “Estaba colaborando sin ser cofrade, por amistad con Emilio Argüelles, uno de los impulsores de la refundación de la Hermandad. Él era joyero y por eso el contacto fue natural”, recuerda.

Desde entonces, Manuel no falta. En los días previos al Viernes Santo, está pendiente de cualquier detalle. “Cuando ensayan, si algo está flojo o se rompe, me avisan. Aunque sea fuera del oficio de platero, echo una mano en lo que haga falta”, dice con humildad.

La Cofradía del Santo Entierro durante la procesión de "La Soledad "

EFE/Eloy Alonso

La Cofradía del Santo Entierro durante la procesión de "La Soledad "

Manitas de la cofradía

Más allá de su maestría con los metales, Manuel es también el típico “manitas” al que todos acuden. “Como artesano, se te da bien reparar. Siempre estoy a disposición de la cofradía”, afirma. Ya sea ajustando una pieza, reparando un paso o resolviendo pequeños imprevistos, Manuel Mier es parte esencial del engranaje que hace posible que todo luzca impecable en la procesión del Viernes Santo.

Un artesano de los que ya no quedan, con las manos curtidas por los años y el alma entregada al silencio de los talleres y al recogimiento de la Semana Santa.

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