Canarias encadena varios días en los que los temas de actualidad pasan por la migración. Sin ir más lejos, el pasado viernes llegaba un crucero que rescató a 67 supervivientes de un cayuco y cuatro fallecidos. Aunque en estos días, otra de las preocupaciones que existen en el archipiélago tiene que ver con que se llegue a un acuerdo para aprobar el reparto de los menores extranjeros no acompañados.

En este contexto, Herrera en COPE Tenerife se desplazó hasta la parroquia de Añaza para conocer de primera mano las vivencias de los jóvenes inmigrantes que se juegan la vida en un cayuco para mejorar sus condiciones de vida.

El párroco de Añaza y presidente de la Fundación Canaria El Buen Samaritano, el padre Pepe, presentó a dos jóvenes africanos cuyas historias son un claro ejemplo de lo que es dejar su vida atrás en busca de un futuro mejor.

Ebrima es un chico de 18 años que llegó hace seis meses a Tenerife procedente de Gambia. En sus primeros 30 días, le tocó vivir la realidad del centro de inmigrantes ubicado en Las Raíces, donde comentaba que vivía junto a otras 2000 personas debajo de una carpa hasta que lo pudo acoger El Buen Samaritano. Su viaje hasta la costa de Tenerife duró ocho días, de los cuales pasó cuatro sin comer alimento alguno ni beber agua. Fue un trayecto muy duro en el que si uno moría, enseguida te tiraban por la borda.

El caso de Bouba es, cuanto menos, impactante. Senegalés, de 29 años, fue acusado de ser el patrón de la embarcación en la que llegó a Tenerife, por lo que fue condenado a 2 años y 8 meses de cárcel. ¿Se imaginan como debe ser la experiencia de pasar varios días en el mar arriesgando su vida para ver frustradas sus esperanzas en una cárcel?

Bouba fue bastante gráfico al mostrar sus emociones durante la larga travesía hasta llegar a la costa de Canarias. Un pasaje que le requirió detres años de ahorros para jugarse la vida en un trayecto donde estuvo sin comida ni bebida, ayudando a las mujeres y los niños, sufriendo la bravura del oleaje y pensando aterrado los últimos días que iba a morir en la patera.

Una situación que le hace a uno replantearse si realmente merece la pena correr tanto riesgo para buscar una vida mejor. De hecho, ante la pregunta de Guillermo García sobre si recomendaría a sus amigos hacer el mismo viaje, Bouba no supo responder con inmediatez, pensando en todo lo malo, primero, para luego asentir levemente, justificando que tanto el cómo su familia tendrán un mejor futuro.

Estas son algunas de las vivencias de quienes por desesperación deciden embarcarse en la ruta atlántica, donde cada vez se van sumando más fallecidos, y unos pocos afortunados consiguen llegar sanos y salvos a una nueva tierra en la que empezarán desde cero.